Mi gran cita

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- ¡Ay! - chillo dolorida mientras me palpo la rodilla.

Hay que ver lo torpe que me pongo cuando estoy nerviosa. Lanzo maldiciones por doquier hasta que siento que cesa el dolor. Me tumbo sobre mi cama que, como siempre, me recibe cálida y blandita; me encanta esta colcha de florecitas negras y blancas; mi hermana dice que es cursi, pero a mí me fascina. Permanezco tumbada boca arriba sobre mi cama durante un tiempo, hasta que siento que me estoy quedando dormida. Entonces es cuando recuerdo que tengo una cita y debo arreglarme.

¡Tengo una cita con Jorge Altamira! Han pasado más de 24 horas desde que hablamos y sigo sin poder creérmelo.

Hace más de un año que rompí con Sandra, mi pareja desde hacía dos años. Me costó mucho superarlo, pero al fin lo hice. Llevo todo este tiempo sin tener una relación con nadie. He tenido alguna que otra cita a ciegas, pero ninguna valió realmente la pena; además,reconozco que yo no ponía mucho de mi parte, porque seguía enamorada de ella. ¿Y ahora? No, ahora ya no. Sandra fue una parte muy importante de mi vida que tengo que dejar atrás, corrijo, que he dejado atrás.

Con mucho fastidio me levanto y miro la hora en mi móvil. ¡Las 7:30! Maldigo. He quedado con él a las 8 y con lo que tardo en arreglarme sé que no me dará tiempo a llegar a la hora acordada. No quiero que piense que soy impuntual (aunque eso es lo que piensa mi madre, y mi hermana, y mis amigos... y todo aquel que me conozca, porque lo soy).

Corro a la ducha, no puedo ir sin ducharme (obviamente), pero amo hacerlo y ésa es una de las causas de mis retrasos. Evito lavarme el pelo; me encantaría hacerlo, sin embargo, lavarlo, secarlo y peinarlo me llevaría más de una hora. Cuando salgo de la ducha han pasado 10 minutos. Maldigo; he tardado demasiado. Me seco el cuerpo lo más rápido posible y luego entro en mi vestidor. Abro el cajón de la ropa interior y saco un conjunto negro súpersexy. Me pongo el tanga y dejo el brasier sobre la cómoda por si luego no necesito usarlo. Entonces me encuentro ante otro gran conflicto: ¿qué me pongo?

Hago un repaso rápido a todo mi armario. ¡Me encanta mi ropa! Sin embargo, como siempre que tengo que ir a un evento importante, no sé qué elegir. Lo que está claro es que ha de ser un vestido. Me encantan los vestidos, son muy sexys y realzan mucho mi figura; jamás iría a una primera cita en falda o pantalón, eso está claro. Tras probarme unos cuantos acabo decantándome por un vestido azul de falda estrecha que muestra un sugerente escote en forma de V y deja al descubierto la mayor parte de mi espalda. Me siento frente al tocador y me maquillo lo menos posible: pintalabios rosa, rímel y sombra de ojos. Me pongo un colgante que lleva una pequeña medalla en forma de estrella y los pendientes a juego. Corro a mi vestidor en busca del bolso y zapatos. Elijo unas sandalias de tacón, que me estilizan mucho, y ya estoy lista.

Antes de salir de la habitación me paro frente al espejo y juzgo mi reflejo. Veredicto: estoy preciosa. Sonrío.

Miro el reloj. Son las 20:04 y todavía no ha llegado. ¿Dónde diablos está? Voy hasta la puerta y me asomo a la mirilla a ver si está fuera. No se ve nada, el rellano está a oscuras. Ni siquiera tengo su número de teléfono para llamarle y preguntarle dónde está. Odio que me hagan esperar, no tengo mucha paciencia (es irónico que esta frase venga de una profesora, porque trabajar con niños es la profesión que más paciencia exige).

Estoy nerviosa. Voy al salón y me siento en el sofá. Enciendo la tele. ¿Y si vienen y no escuchas el timbre? La apago. Estoy empezando a cabrearme.

Miro de nuevo mi reloj. Son las 20:06. ¡Qué lento pasa el tiempo! Estos dos minutos se me han hecho eternos. Como tarde más no pienso ir a ninguna parte. ¿Quién se ha creído que es? ¿Piensa que puede jugar conmigo? ¿Cree que puede dejarme plantada? De eso nada. Suelto un bufido. Lo ha conseguido, ya estoy furiosa.

NO HAY TORMENTAS EN VASOS DE ARENAWhere stories live. Discover now