En mi corazón tu espacio yo guardaba

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Ordenaba el poco desorden que existía en aquella mansión, un suave jazz sonaba de fondo alegraba un poco aquel lugar que llegaba a sentirse como una prisión, asfixiante y frío

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Ordenaba el poco desorden que existía en aquella mansión, un suave jazz sonaba de fondo alegraba un poco aquel lugar que llegaba a sentirse como una prisión, asfixiante y frío. El trabajo se vio interrumpido por unos pequeños pasos que bajaban aquellas enormes eh imponentes escaleras de aquella mansión pronto una pequeña mata de cabello castaño apareció en su rango de visión.

— Joven Tony ¿Qué hace levantado tan tarde? —preguntó—, debería estar durmiendo —se acercó al pequeño que frotaba sus ojos adormilados con pequeñas lágrimas en los bordes.

— ¡Jarvis! —sollozó al ver a su mayordomo, corriendo de inmediato hacia mí, abrazándome por la cintura.

— ¡Oh! Tranquilo joven amo ¿Qué ocurre? — pregunto preocupado al escucharlo sollozar — ¿Porque el llanto? —preguntó separando un poco aquel pequeño cuerpo, y se agachó para poder quedar a su altura y poder verlo mejor.

— Es que....yo... —murmuraba entre pequeñas pausas por el llanto.

— ¿Pesadillas? —preguntó nuevamente, recibiendo un asentimiento del pequeño— Oh pequeño, ven aquí—llamó al niño que se dejó consolar por el hombre— Venga aquí joven amo, vamos a la cocina, te daré una rico vaso de leche tibia ¿Qué dices? —sugirió el hombre y al recibir una afirmación de parte del pequeño, procedió a cargarlo y se encaminó a la cocina.

— ¿Y galletas también? — Preguntó el niño mostrando una pequeña sonrisa que dejaba ver la falta de uno que otro diente de leche.

— Sí, claro que también galletas — Rio Jarvis ante la inocencia del pequeño, su joven amo era demasiado tierno.

Tras una improvisada merienda se dispuso a llevar al niño a su habitación para que durmiera nuevamente pues este tras tener su pequeño estómago lleno, empezó a cabecear producto del sueño, aunque este se negaba a caer en los brazos de Morfeo.

— Jarvis —llamó al estar ya acostado— ¿Puedes...? ¿Puedes contarme una historia? Por favor —suplicó con aquellos enormes ojos cafés que eran la debilidad del mayordomo.

— Está bien —aceptó sentándose al pie de la cama—, pero solo una y luego a dormir ¿De acuerdo? —ofreció y recibió un asentimiento del pequeño.

Escogió un pequeño cuento que si madre le contaba cuando él era pequeño y que se convirtió en su favorito, siempre pensó que se lo heredaría a sus hijos pero ahora se lo contaba a su pequeño amo.

— Jarvis —llamó el niño con voz cansada— ¿Porque mis padres no me quieren? — preguntó el niño sujetando las sábanas con sus pequeñas manos.

— Pero qué dice joven Tony, sus padres lo quieren y mucho —contestó.

— Eso no es verdad y lo sabes Jarvis — respondió con la mirada posada en la colcha se su cama.— Si me amaran no me dejarían solo y menos en navidad —sollozó el pequeño dejando caer unas lágrimas sobre las colchas.

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