—Estoy aquí desde hace tres horas — Dijo el muchacho.Kevin estaba sentado sobre la capota del Volvo. Sus ojos miraban las enormes torres del edificio, que iban directo hasta el cielo grisáceo. La puerta del copiloto permanecía abierta. Emma sonrió, para sí misma. Eso era tan obvio de Kevin; era de la clase de persona que abría la puerta del coche, incluso estando a dos millas de distancia.
—Enserio lo siento — se excusó —; no sabía que llegarías antes.
Aquella noche, advirtió Emma, Kevin tenía un aspecto maravilloso; llevaba el cabello negro un poco despeinado. La camisa blanca desabrochada de los botones superiores, dejándole la clavícula expuesta. El muchacho tenía unos intensos ojos de un color avellana, con un ligero brilló en ellos. Sonrió, y eso a Emmaline le gustó; una sonrisa blanca y perfilada, intacta e inmaculada, como el estrafalario rostro de… Ashton.
La sonrisa de Kevin se ensanchó.
—No te preocupes, hermosa;
esperaría toda la eternidad por verte.Un color carmesí bañó las mejillas de Emma. Cerró las manos sobre el bolso estilo cangurera que le colgaba por enfrente, justo abajo del vientre. Un ligero toque de luz le llenó los ojos.
Kevin dio un paso atrás.—Vamos — fue lo único que dijo.
Una sonrisa se extendió por el rostro magistral de Emma. Se deslizó dentro del coche. Kevin rodeó el vehículo por enfrente, y su figura bailó entre la niebla. Entró en el sitio del piloto, y cerró una mano sobre el volante tapizado de cuero. Sonrió. Echó la cabeza atrás. Emma lo contempló en silencio, apreciando toda su belleza extraordinaria.
La mano del joven se extendió hacia la suya.
Emmaline tragó saliva.
—Kevin… — empezó a decir.
El aludido la miraba. La miraba como un niño miraba algo que había perdido, y que al fin había encontrado. La miraba del mismo modo en el que Ashton la había observado el día del ataque del cazador, el día en que la conoció. Una sensación de deja vú tentó a Emma. Ésta se miró las manos. Primero la una, y luego la que estaba debajo de la del joven.
Este último cambio de postura.
—Quiero llevarte a un hermoso lugar.
Una canción sonaba por los altavoces del auto. Emma le puso atención, agudizando los oídos. Empezó a mover los labios, cantando, en una voz demasiado baja ( casi inaudible ), y luego selló los labios, y se volvió hacia Kevin.
—¿Te gusta Muse? — inquirió.
El joven se pellizcó el puente de la nariz.
—Solo me gusta esta canción, Unintended.
—Es una muy buena elección — reconoció Emma, bajando la mirada.
—Tengo un plan con ella — susurró el muchacho.
Para cuando llegaron a la calle que principiaba Stratton, el cielo empezaba a filtrar sus rayos de sol a través de las lúgubres nubes. Pasaron velozmente por el kilómetro 16, justo cuando algo les estorbó el paso. Kevin detuvo el Volvo, sus ojos se entrecerraron, mirando aquello en medio del camino. Dos grandes cuernos sobresalían por entre la penumbra. La luz de la luna, porque ya estaba anocheciendo, caía sobre el cuerpo del animal. Un venado.
—Hay que llevarlo a la orilla del camino — propuso Kevin.
Emma asintió con la cabeza.
—Vamos, entonces.
Ambos muchachos bajaron del Volvo.
—Tengo ganas de llorar — susurró Emma, mientras sujetaba al animal por las patas traseras.
ESTÁS LEYENDO
Crónicas Oscuras 1. ángeles caídos ( ACTUALIZACIONES LENTAS )
Fantasy« Largo y penoso es el camino que lleva desde el infierno a la luz » John Milton - El Paraíso Perdido