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Se escuchaba el constante abrir y cerrar de los enormes portones de madera de aquel enorme y antiguo recinto. Distinguidas personas hacían acto de presencia ingresando al lugar, trajeados con ostentosos y elegantes atuendos decorados con bordados dorados, joyas y predominante tela de terciopelo; los asistentes tenían un aire aristócrata bastante evidente.
En su interior, el decorado del lugar era exquisito. Rodeado de enormes pilares de marfil, separados uno de otro por enormes estatuas del mismo material; se cubrían los enormes ventanales con largas cortinas de rojo terciopelo y dorados adornos. Un sinfín de candelabros repletos de enormes cirios brindaban luz a los asistentes; los meseros ofrecían gran variedad de exquisita y fina comida acompañada de una alta calidad de vinos y licores mayormente de importación.
Los suaves acordes de la orquesta resonaban por todo el salón llenando con su parsimoniosa melodía el lugar; invitando a los presentes a moverse al ritmo de su sinfonía. Acompañando tan melodioso espectáculo; acróbatas ejecutaban sus rutinas apoyados de distintos equipos. Entre enormes esferas,  zancos, largas cintas, sustancias flamables y un enorme trapecio colocado en el alto techo del palacio; se desempeñaban en su tarea de entretener a los invitados.
Todos y cada uno de los asistentes portaba un antifaz, mascara u objeto que cubría la mayor parte de su rostro. Un baile de máscaras digno de la realeza a la que pertenecía cada uno de los presentes.
Una pieza musical terminó dándole inicio a otra, esta vez una interpretación de una reconocida soprano de la época. La pista principal se llenó de parejas que danzaban al compás de la bella y delicada voz  acompañada de la melodía. En medio de la danzante multitud, fue atrapado un joven que se movía tratando de salir del centro de todo aquel baile.
Bicolor cabello en negro y rojo, ojos carmín cubiertos detrás de aquel antifaz atigrado, que hacía referencia a ese mismo felino, y un hermoso traje de terciopelo carmín decorado en negros y dorados llamaron la atención de unos lejanos ojos zafiros cubiertos por el antifaz de un felino negro.
Salir de en medio era imposible, con una breve pausa y el inicio del siguiente acorde, el pelirrojo fue arrastrado al baile. En la confusión, ojos carmín chocaron con unos brillantes ojos zafiro. Sintió su cuerpo ligero, dejándose llevar por aquel extraño hombre de cabellos azules que le había tomado por sorpresa y que ahora, le acompañaba en tan elegante baile.
El embriagante olor a tabaco y madera que impregnaba el ambiente le atraía fuertemente, le mareaba. Era penetrante, casi quemándole las fosas nasales, lo había percibido desde el momento en que quedó clavado en la multitud pero no le había prestado atención hasta que tuvo frente a él aquella tersa y morena piel, origen de tan hipnótica fragancia.
Podía sentir como su cuerpo se acercaba más y más al de aquel extraño hombre que ahora le sonreía mientras le tomaba de la cintura, sin perder en ningún momento el ritmo. Se sentía fuera de sí, sin control de su cuerpo, aquellos ojos zafiros brillaban con mayor intensidad a cada momento. Se sintió perdido en la mirada ajena e inconscientemente se acercaba más a aquel extraño.
Sentía su respiración más cerca con cada paso que daban en su armonioso baile. Podía sentir el roce de la respiración del moreno chocar cada vez más cerca de sus labios. Centró su mirada en ellos, esos gruesos labios que esbozaban tan confiada sonrisa le provocaban un enorme deseo de probarlos.
Como si hubiera leído sus pensamientos, el moreno lo pegó más a su cuerpo sacándole un ligero suspiro al menor, le tomó por el mentón e inclinándolo un poco se dispuso a tomar aquellos rojizos labios del pelirrojo sin borrar aquella socarrona sonrisa de su rostro. El pelirrojo cerró los ojos y la melodía terminó, el toque en sus labios nunca llegó y de un momento a otro se encontró solo en medio del salón.
Confundido, recorrió con la mirada cada rincón del lugar pero no tuvo éxito al encontrar a su acompañante. Caminó alrededor del recinto, pasando entre la multitud de parejas que aún danzaban, sin tener suerte en su búsqueda. Se detuvo frente a la escalinata principal y aquel embriagante olor llegó de golpe a su nariz, asfixiándolo. Se sintió inmensamente perdido y atraído por aquella fragancia y comenzó a seguirla, subiendo por las escaleras, dejando tan hermoso evento atrás.
Aquel hipnótico aroma le había arrastrado hasta la planta alta donde se divisaba un largo corredor. Caminó deprisa, acercándose a cada una de las habitaciones, siguiendo la fragancia hasta dar con una habitación alejada al final de aquel largo pasillo.
Se acercó a la enorme puerta de madera y ésta se abrió provocando en el pelirrojo un ligero sobresalto. Sintió una fuerza que le jalaba al interior de aquel oscuro recinto y se dejó arrastrar por ella.
La habitación era inmensa; decorada completamente con papel tapiz color carmín, las cortinas de terciopelo cubrían un enorme ventanal situado junto a la cama y sobresalían en contraste con las paredes de un negro profundo. No había mucho en la habitación, solo un par de mesas de noche, un sillón tapizado en terciopelo azul y una enorme cama en el medio protegida por un largo dosel blanco.
Un escalofrío recorrió su cuerpo. Sintió aquella fría sensación recorrer cada parte de su piel. Era extraño, su traje era lo suficientemente grueso como para soportar el clima de la invernal Transilvania.
Había algo en esa habitación que le provocaba un sin fin de sensaciones. El sonido de la orquesta llegaba tenuemente a sus oídos; el compás del vals lo hacía tambalearse involuntariamente y aquel embriagante aroma a tabaco y madera se hacía presente en el ambiente. Caminó por la habitación imitando torpemente los pasos de un vals, se acercó al sillón dejándose caer en él y cerró los ojos permitiendo que el hipnótico ambiente le envolviera por completo.
Sintió otro escalofrío pero la sensación de una fria mano rozándole la piel no había sido suficiente para sacarlo del trance en el que estaba.
Roces a su piel le robaban suspiros entrecortados, su respiración se agitaba, podía sentirlos por todo su dorso. El aroma a tabaco se hacía más fuerte con cada frío toque en su cuerpo.
Una presión en su cadera le sacó del trance, el embriagante aroma se adueñaba de cada respiración que daba, una helada brisa cerca de su rostro le hizo abrir los ojos.
Se sobresaltó al ver aquellos ojos zafiro mirándole tan cerca, podía ver el brillo de estos traspasar la oscuridad de la habitación. El hombre con quién había estado bailando le tenía acorralado contra el aterciopelado sillón, apretando su cadera contra el asiento usando sus manos y esbozando una inmensa sonrisa.
-¿Quién... eres?- el pelirrojo trató de sonar amenazante a pesar de la posición en la que se encontraba frente al otro.
Ojos zafiro brillaron con mayor intensidad en la oscuridad. Sellando los labios del pelirrojo con uno de sus dedos logró evadir la pregunta, disminuyendo la distancia que había entre ambos, se acercó al pelirrojo.
El roce del aliento del mayor le provocó una descarga eléctrica por todo su cuerpo. Sentía calor, había algo en aquel hombre que le atraía fuertemente, era un aura embriagante y posesiva.
Sus pensamientos eran un nudo, su consciente peleaba por no ceder a las ideas que su inconsciente le sugería, su piel suplicaba la caricia de aquellas gruesas y grandes manos... eso definitivamente no estaba bien.
Trató de zafarse pero el agarre era extrañamente pesado. Sintió la mano ajena ceñirse a su cintura, levevantándolo de un solo movimiento como si su peso fuera el mismo que el de una pluma, y así se sentía, ligero y sin control alguno sobre sí mismo.
Se dejó guiar por los brazos del mayor hasta caer de espaldas en la cama del enorme cuarto. Su cuerpo se llenó de un extraño calor al entrar en contacto con las sábanas, su interior se sentía demasiado caliente, casi quemándole y su piel sudaba frío produciendo un efecto térmico que le provocaba un hormigueo en ciertas partes del cuerpo.
Estaba inundado en un sin fin de sensaciones que su mente se nublaba. Se sentía caliente y su piel le exigía contacto ajeno, la ropa le asfixiaba, el cinturón le oprimía y el roce de su pantalón le molestaba.
Sintió la cama sumirse a los lados de su cabeza encontrándose con el peliazul sobre él. Las manos del moreno se aferraron fuertemente a la cadera del pelirrojo bajo él, apretando el agarre obteniendo pesados suspiros del menor.
El contacto de las frías manos del moreno era lo que su piel necesitaba. El dueño de los brillantes ojos zafiro parecía leerle la mente; con una lentitud asfixiante continuó recorriendo la piel del pelirrojo con sus manos por debajo de todo el conjunto de ropa que traía encima, acariciándole sutilmente y rozándole con las uñas en uno que otro lugar adecuado provocando que el pelirrojo cubriera su boca con ambas manos luchando por mantener cualquier sonido sellado en sus labios.
Un pequeño gemido logró escabullirse de los labios del menor al sentir el aliento del peliazul cerca de su cuello. El sonido de la tela rasgándose le causó un ligero sobresalto, la parte superior de su traje había sido arrancada por completo sin ningún esfuerzo.
Una enorme sonrisa se formó en los labios del moreno al tener la blanca piel del pelirrojo a su completa disposición. Sin perder el tiempo, probó aquella nivea piel del cuello del pelirrojo pasando suavemente su lengua por todo el tramo, provocando que éste soltará un pesado suspiro.
El pelirrojo estaba agotado por el contacto, su pantalón se ceñía más a sus caderas provocándole un leve pero molesto dolor.
El peliazul pasó su lengua por todo el torso del menor, succionando ligeramente una partes y repartiendo ligeras mordidas por otras, acompañando su recorrido con ligeras caricias centradas en la cintura del pelirrojo.
-Por... Favor... Para- la voz del menor se entrecortaba, estaba siendo consumido por las deliciosas sensaciones en su cuerpo pero la poca consciencia que le quedaba le decía que se detuviera.
-¿Es eso lo que realmente deseas?- el susurro del mayor cerca de su oído le aceleró el corazón. Después de todo, era la primera vez que le escuchaba hablar. Su voz era grave y fuerte, llena de autoridad.
El pelirrojo se quedó mudo, su mente le gritaba que parara pero su cuerpo le exigía atención. No sabía qué hacer.
-Dejame complacerte- el helado aliento del peliazul chocó contra el cuello del pelirrojo provocandole escalofrío -Dejame darte lo que deseas-
El menor negó torpemente con la cabeza mientras un sonoro gemido escapó de sus labios al sentir su entrepierna ser presionada por el cuerpo del mayor.
-No puedo...- el pelirrojo desvió la mirada.
Sintió su cuerpo ser liberado del peso del cuerpo del mayor, el aroma que antes le asfixiaba y le embriagaba apenas se percibía en la habitación. El peliazul  se incorporó sentándose al borde de la cama.
-Entiendo tu miedo...- el moreno se levantó de la cama, acompañando su movimiento con un largo suspiro -Pero lo que has escuchado no es verdad- caminó lentamente hasta el enorme ventanal, tiró de las cortinas abriéndolas, ahuyentando la penumbra que había reinado en la habitación, dejando que la luz de la enorme luna llena le pegase en el rostro.
-¿Cómo sabes lo que ...- el pelirrojo se enderezó recargándose sobre sus codos.
-Nada pasa en este lugar que yo no sepa- el moreno le contestó cortante, sin mirarlo.
El pelirrojo miraba fijamente la espalda del mayor. El ambiente había cambiado abruptamente, se sentía melancólico y oscuro.
-Un fiel sirviente... Traicionado por su Dios- el peliazul se acercó al ventanal, rozando sus uñas contra el cristal, provocando un chirrido apenas audible.
-Una maldición con una eterna condena- la voz del moreno se llenaba de odio con cada palabra que decía -la soledad-
Un extraño sentimiento de dolor comenzó a apoderarse del pelirrojo, podría decir que podía sentir en carne propia los sentimientos del moreno.
-Este baile ha reunido un gran número de miembros de la aristocracia desde que se realizó el primero- el peliazul se giró mirándole sin aquella sonrisa que hasta ese momento le había caracterizado tanto.
-He conocido el linaje de cada una de las familias reales desde la primer generación- el moreno camino lento, hablando con una voz seca y apagada.
-bellas y delicadas mujeres, pero solo eso...- una mueca de desprecio se adueñó de su rostro.
- la eternidad es dolorosa...- se detuvo a los pies de la cama, a unos pasos del pelirrojo quien tenía la mirada clavada en el piso -Pasé mucho tiempo buscando compañía y solo me llenaba de decepción- dejó salir un largo suspiro para después recuperar el semblante.
-Un largo tiempo he esperado por alguien fuerte y con una inmensa belleza- estiró su brazo, tomando el rostro del pelirrojo entre su mano alzándole el rostro para que lo mirara.
-Parece que a quien he esperado por tanto tiempo es a ti, Kagami Taiga- El brillo de esos ojos zafiros se hizo presente de nuevo pero esta vez en un tono más oscuro. Los carmines ojos del menor chocaron con aquella mirada.
El pelirrojo sintió un enorme peso en ella. Era demandante, cargada de deseo y poder.
-¿Cómo sabes mi nombre?- el pelirrojo agachó el rostro y de un momento a otro le fue levantado nuevamente evitando perder el contacto entre ambos pares.
-Hasta las maldiciones tienen un lado positivo- una media sonrisa adorno su rostro.
El moreno terminó con el espacio que aún le separaba del pelirrojo, posicionándose sobre él y recostándolo en la cama sin soltar el agarre que tenía al rostro del menor.
Kagami se dejó hacer, el roce de las frías manos del peliazul volvían a adueñarse se su piel. El mayor le tomó por la cadera y sin mayor problema lo giró colocando al pelirrojo encima de él sentado en su regazo.
-Dime quién eres- el pelirrojo pidió casi en una súplica. Las manos del moreno no soltaban la delgada cintura del menor, recorría cada parte de ella con sus finas uñas dejando pequeñas marcas rojizas a su pasó.
-Eso no es necesario... Lo sabes- Las pequeñas heridas en la piel del pelirrojo provocaban que esté se moviera levemente rozando su cuerpo con el del mayor.
-Dilo- El moreno se deleitaba con los irregulares e involuntarios movimientos que el pelirrojo le estaba regalando.
-Daiki...- tartamudeó en un tono apenas audible -Aomine Daiki... Un vampiro- el rostro del pelirrojo tenía un ligero tono colorado, estaba acalorado y sudando, el moreno le provocaba todo eso.
Aomine se incorporó hasta sentarse en la cama y se aferró al enorme par de glúteos de Kagami, provocando que éste soltara un agudo gemido que le llenó de más satisfacción.
-REY... De los vampiros para ser exactos- el pelirrojo frunció ligeramente el ceño mientras el mayor le mecía sobre sus piernas probando nuevamente la nivea piel de su cuello.
Kagami respiraba pesado, el pantalón ya era bastante odioso y la presión que sentía sobre sus glúteos acompañada del roce con el cuerpo del moreno le estaban llevando al borde de la locura.
Quería sentir más, ansiaba ser probado y acariciado en otros lados de su piel, deseaba que el moreno le poseyera por completo.
-Haces que mi piel se erice- el pelirrojo sentía la respiración del moreno chocar contra su cuello, las lamidas del peliazul a su cuello en conjunto con la helada respiración le regalaban una deliciosa sensación.
-No es lo único que puedo hacer con tu piel- Aomine le inclinó un poco, exponiendo el cuello del menor y esbozando una sonrisa dejó ver sus largos y filosos colmillos.
-Un breve momento de dolor y podríamos estar juntos por siempre- el moreno rozaba sutilmente el cuello del menor con los colmillos, no haría nada sin que el pelirrojo aceptará primero.
Cómo pudo, Kagami se acomodó sobre el mayor aferrándose a su cuello y acarició con una de sus manos por el pecho del menor.
-No te late el corazón- el pelirrojo se sorprendió un poco al tener su mano en el pecho ajeno y no percibir movimiento alguno.
-Talvez solo necesite que lo revivan- el moreno tomó la mano que Kagami había puesto sobre su pecho y la besó delicadamente.
El pelirrojo correspondió con un ligero sonrojo y haciendo de lado su cuello se pegó más al moreno.
-Hazlo- complacido, el peliazul le tomó sutilmente del cabello y halándolo con delicadeza clavó sus largo colmillos en el cuello del menor.
Dolía y ardía de una manera terrible para haber sido solo unos segundos. Aomine liberó el cuello del menor y este se recargó en el hombro del moreno.
Ojos carmines brillaban ahora a través de la penumbra que aún sobrevivía en el cuarto y unos pequeños colmillos brotaban de la boca del menor. Aomine sonrió al mirarlo.
-No es todo ¿cierto?- la voz del menor tenía un tono travieso y sugerente. Kagami se mecia sutilmente sobre las caderas del moreno, invitándole a continuar su juego.
-Pareces ansioso- el moreno le miró fijamente a los ojos obteniendo uns pícara sonrisa a modo de respuesta
El pelirrojo reprimió un gemido entre sus labios al sentir la mano del moreno rosar su entrepierna.
-¿Realmente quieres que continúe?- Aomine le miró de forma seductora y lasciva.
El pelirrojo desvió la mirada sonrojado sin decir una palabra y asintió con la cabeza.
Aomine le tomó bruscamente y lo posicionó por debajo de él comenzando a probar con mayor entusiasmo la dulzura de aquella piel obteniendo pequeños gemidos como respuesta del pelirrojo.
La penumbra en la habitación recuperó fuerza envolviendo a los dos amantes en una cortina de intimidad...

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