Capítulo 1 - Acantilado

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Era un viernes como cualquier otro, una tarde como cualquier otra tarde gallega de mayo. Los jóvenes aprovechan que mañana no hay clase para salir de la escuela y comer fuera, quedar y dar una vuelta por la tarde, visitar tiendas o hacer deporte. El mal tiempo no visitaba ya tanto a los habitantes de las aldeas y ciudades así que podían salir más a la calle, pero esa tarde sí que estaba completamente nublado. No hacía viento, la temperatura era agradable y la gente aprovechó para salir y disfrutar de una tarde oscura pero tranquila.

Para alguien no estaba siendo tan buen día, en Vigo, encerrada en su estudio, se encuentra nuestra protagonista, Amelia Prieto Rivera. Vivía en un pequeño pero bonito piso cercano al mar, era un tercero y la pequeña terraza tenía unas vistas espectaculares. Desgraciadamente Amelia pasaba la mayoría del tiempo encerrada en su estudio, equipado con una cómoda silla, una gran mesa y un estante lleno de libros de todas las épocas.

Amelia, pensativa, intentaba idear cómo acabar su trilogía. A sus 26 años, ya había escrito varios libros entre los que destacaban "Entre la niebla" y "Los ojos cerrados", las dos de las tres obras que formaban su trilogía titulada como el primero. Desde chica fue amante de la lectura, sus padres pudieron financiarle un grado en Estudios Hispánicos y la animaron a ser profesora pero nunca le llenó lo suficiente como para sentirse satisfecha consigo misma. Por eso comenzó a escribir, leer le encantaba pero creía que sería capaz de crear contenido que le haga sentir a la gente lo mismo que siente ella cuando lee.

Y cuando estaba a punto de terminar la historia que comenzó convirtiéndose en best-seller, se quedó en blanco. Tal vez necesito un corcho donde hilar todo y ver con claridad, pensó levantándose y dirigiéndose a la salida de su casa. Paseó por su pequeño piso, no tenía poco dinero precisamente pero siempre quiso decorar poco su casa y los muebles que tuviera tenían que dar un aspecto rústico y humilde. Se acercó a la pequeña terraza para ver a su mascota, era un precioso pastor belga de la variedad Groenendael.

- Vamos Nelo. - Le llamó asomándose al balcón. - Vámonos de compras, necesito salir un rato.

Al escucharla, Nelo salió de debajo de una pequeña maceta que, como hacía esquina con la pared, hacía de pequeño refugio al perro. Bostezó y se estiró, paso seguido se sacudió y salieron muchos pelos negros al aire. Puede que esta raza fuese muy suave pero lo malo es que también soltaban mucho pelo y había que limpiar con mucha frecuencia. A Amelia esto no le molestaba, Nelo le sirvió de inspiración para varias historias y probablemente fuese su único amigo, así que agradecía muchísimo su compañía.

Atravesó el salón y fue a su habitación a vestirse, eran las seis de la tarde pero seguía en pijama. Se quitó la camiseta y se miró al espejo. Es una joven con el pelo castaño muy corto, cara alargada, ojos verdes grisáceos, nariz puntiaguda y labios finos. Su piel blanca cubría su delgado pero hermoso cuerpo, se acarició suavemente la barriga y dio un respingo. Debo... Superarlo... No puedes seguir toda la vida así Amelia, ya han pasado dos años desde que... Y sonó el teléfono.

- Amelia, cariño, ¿cómo estás? - Sonó al otro lado del teléfono.

- Ah, hola mamá. - Se sentó en la deshecha cama. - Estoy mejor, creo que el lunes podré volver a trabajar.

- Ay de verdad. - Se oyó un suspiro. - Con lo delgada que estás no me extraña que pilles hasta el mínimo resfriado. - Amelia se limitó a acostarse en la cama y envolverse entre las sábanas. Nelo atravesó la habitación y se subió a la cama, apoyando su cabeza en su culo. - Deberías salir más, sé que los fans te están pidiendo que acabes "Acantilado", pero te estás sobresforzando.

- Mamá, ¿quién ha dicho que vaya a llamarse así? - Apartó a Nelo con suavidad y empezó a quitarse los pantalones. - Ese es el nombre que suponen los fans que va a tener, a saber por qué nuevos rumores lo llaman así...

- Oye, no hables así de tus fans. - Lanzó los pantalones una vez quitados y se levantó, caminó al armario y sacó el primer conjunto que encontró: pantalón negro y camiseta básica blanca. - Ya sabes que si les das lo que quieren podrás volver a ganar mucho dinero.

- Mamá, no busco ganar más dinero. Tengo un trabajo estable como profesora y mis niños me quieren mucho, si sigo haciéndolo bien nunca me quedaré sin trabajo y ganaré reputación. Lo que busco es la historia que haga sentir a los demás tanto como me hace sentir...

- Ya, ya, cariño. Tus proyectos personales y...

Amelia colgó. No estoy de humor para esto. Se vistió rápidamente y salió directa hacia la puerta, dejando el móvil apagado encima de la mesita de noche. La casa, apenas iluminada por la oscura tarde y porque encima estaban las ventanas cerradas, lucía más triste de lo normal. Amelia tenía ganas de llorar. Estaba a punto de salir cuando Nelo le ladró y corrió hacia el salón, al volver vio que traía en la boca su cartera. 

- No sé qué haría sin ti Nelo. - Le dijo mientras lo acariciaba. - Vamos a ver qué novedades hay esta semana.

Nelo era un perro muy bueno y nunca se alejaba de ella por lo que no necesitó nunca correa. Salieron juntos del edificio y se encaminaron juntos a la librería favorita de Amelia. Si leo algo nuevo puede que me surja alguna idea. Y bajaron por la calle juntos, desapareciendo al doblar la esquina.

Un rato más tarde aparecería por esa misma calle un joven, trabajaba como cartero y se le olvidó entregar una última carta, otra vez. Era regordete y parecía que le costaba subir la pequeña cuesta. Cuando llegó a los buzones del edificio se puso a buscar el nombre de Amelia, al encontrarlo tocó el timbre. Esta carta se me lleva olvidando casi una semana... Espero que no fuese importante... pensó. Como nadie contestaba se limitó a dejarla en el viejo buzón y a volver a su casa, esta vez con un paso más moderado.

Entre la nieblaWhere stories live. Discover now