(El gran día)

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El reino entero se vistió de gala, para celebrar la boda del pequeño príncipe Mieczyslaw. Todo el pueblo se reunió a la entrada de la reserva con cestas de frutas y carne preparada para recibir al futuro esposo y su guardia. -¡Argent! ¡Argent! –gritaban con algarabía recibiéndolo con banderas enormes y flores rojas, mientras me vestía para el gran día en mis aposentos. Mis nervios estaban a flor de piel, jugueteaba la túnica de seda con mis manos y si hubiera podido concentrarme estaría demasiado preocupado por poder romperla.

Con los ojos cerrados trataba de contener la presión que oprimía mi pecho, sabía que estaba luchando contra un ataque de pánico. Trataba de controlar mi respiración y mi acelerado corazón, ante lo inevitable. Esta fue la última noche que había dormido en la casa de mi padre, la casa donde había crecido, la casa en la que mi padre, el Rey me había criado hasta ser el príncipe que era. La casa en la que había pasado todos mis recuerdos preciosos con mi madre. Exhale una última vez antes de abrir mis ojos para mirarme en el espejo. Mis ojos color ámbar me devolvieron la mirada.

-¿Qué es eso de que no has comido nada? –me pregunto Melissa mirándome desaprobadoramente dejando caer una bandeja de comida delante de mí antes de cruzar sus brazos para enfrentarme. No pude evitar encogerme ante su severa mirada maternal, nadie podía no verse afectado incluso mi padre y él era el Rey. –No puedo comer, siento que podría vomitar. –confesé mordiéndome los labios. Ella solo puso los ojos en blanco antes de darme una sonrisa de comprensión. –Solo son los nervios. Me sentía igual la mañana que me case con tu padre, y eso que ya lo conocía y sabía que lo amaba no como el padre de Scott. –dijo ella tranquilamente.

-No se verá bien si el novio se desmaya en el altar frente a toda la corte y el reino. Esa no es la impresión que merecen de ti. –dijo alentadoramente empujando la bandeja más cerca de mí. Pude ver que era un caldo de verduras ligero. Por lo que empecé a comer primero despacio y luego más rápidamente, me termine el pequeño tazón antes de darme cuenta. Melissa soltó un suspiro divertido mientras con su pulgar limpiaba una mancha en mi mejilla, su gesto se convirtió en una pequeña caricia. Ella se arrodillo frente a mí con su mirada intensa.

–Te he visto crecer como un joven hermoso y fuerte –murmuro en voz baja –nunca intentaría remplazar a tu madre, pero te amo como a un segundo hijo, Stiles. Solo quería que lo supieras y que desee tu felicidad. –me dice amorosamente antes de envolverme en sus brazos. Le devolví el abrazo con fuerza, mi madre la Reina Claudia era el recuerdo de mi dulce infancia pero eso no me impedía amar a Melissa como una segunda madre. –Gracias. –susurre en sus rizos oscuros –eres más de lo que podía pedir. –le asegure abrazándola una vez más antes de dejarla ir.

-Tienes que prepárate, es tú gran día. –me dijo sonriendo mientras se ponía de pie. Salió por la puerta después de eso rápidamente. Poco después Lydia entro en la habitación y prácticamente me empujo en la tina de porcelana para que tomara un baño de leche y almendras que al instante relajo cada musculo de mi cuerpo. –No puedo esperar para verte en tu vestido de novio. –dijo ella entusiasmadamente. Sentí como mi cara enrojecía acaloradamente, no era un vestido en sí mismo pero como joven virgen representaba pureza portarlo significaba una ligera feminización era la tradición. Antes de vestirme en esta hermosa tela de seda blanca y joyas preciosas, que cubría mi cuerpo.

Tenía dieciocho años y estaba comprometido con uno de los cazadores más temibles del mundo entero, al que nunca había visto y si era sincero contra mi voluntad. Quiero decir yo siempre había crecido amando y envidiando a los lobos, su libertad y su unión con la naturaleza, cosas que me había enseñado mi madre, no me hacía muy feliz que quisieran casarme con un hombre que le gusta destruir mis fantasías. Pero era mi deber y eso era la última palabra.

-¿Lo escuchas, Stiles? Tu futuro marido ha llegado.-dijo mi hermano Scott con una sonrisa feliz asomándose a la ventana llena de emoción, mientras mis ayudantes me terminaban de vestir. Tome mi figurilla de lobo, la que me había regalado mi madre y la abrace a mi pecho. –Pienso que es una lástima que ya no haya lobos. –dije tratando de no pensar en todo lo que conllevaba la frase de Scott. Lydia esta peinando mi cabello y pellizcando mis mejillas para darles color. -¿De qué estás hablando? ¿Quieres que te secuestre un lobo? –dijo una de mis ayudantes mirándome con desaprobación mientras me ponía crema en las piernas.        

-¿No te daría pena enviar a Isaac Argent a rescatarte? –interrumpió Lydia con una ceja levantada hacia mí. No quería escucharla, cerré los ojos y empecé a divagar. –¿Y qué paso con las lobas? –dije a nadie en específico mientras terminaban de ponerme el tocado. -¡Eso es lo único que te preocupa! –dijo Lydia exasperada, sin saber que yo solo estaba tratando de distraerme. Suspire frustrado. -¿Por qué siempre estás en las nubes? La boda casi empieza y ni siquiera te preocupa que tu novio viva... -continuo ella regañándome, pero sabía que no lo decía en serio, ella era la única que comprendía mi  fascinación por los lobos.

Dando un paso atrás cuando pensó que su trabajo estaba hecho, sus ojos me dieron una aguda mirada final, antes de sonreírme con aprobación. –Te vez digno de un Rey. –declaro ella hablándome más suavemente, demostrándome que sus duras palabras solo eran para mostrar. –Hay una razón por la que confié solo en la mejor para ayudarme el día de hoy. –le dije con sinceridad a mi mejor amiga. -Una última cosa –dijo Lydia dando un paso adelante, ocultando lo complacida que estaba por el cumplido y por la fuerza de nuestra amistad. –Muérdete tu labio. –ordeno imperitamente.

-¿Qué...porque? –le pregunte confundido. Ella me dirigió una mirada molesta, hasta que suspire y me mordí el labio con una mirada fulminante. Ella asintió satisfecha. –Ahí. Se ven casi pecaminosamente bien ahora. –dijo como si no fuera gran cosa, girándose con un clic de sus tacones y dejándome boquiabierto. Tras su salida mi padre entro en la habitación con una sonrisa que se apagó un poco al verme abrazado a mi lobo. 

-Hijo, los juguetes que tienes. Las hadas, los dragones, los lobos... son solo cuentos, no son nada. –dijo severamente tomando el lobo de mis manos. –Así no maduraras. –continuo con pesar, como si le doliera en el alma apartarme de mis ilusiones.-Stiles, debes dejar la infancia atrás. El principado estará en paz. Tienes que entenderlo y cumplir con tu deber. Se lo que necesitas. Necesitas a Argent. Y lo amaras y él te amara a ti. Confía en el corazón de tu padre, si hay amor todo estará bien.  –termino seriamente mientras comenzaba a llevarme a la puerta de la habitación.

Los dos recorrimos el sendero que llevaba desde el palacio hacia la reserva, entre sonrisas, felicitaciones y bayas rojas. La cara de mi padre se ilumino con una sonrisa arrugada cuando pasábamos a las masas que se inclinaban para saludar a su Rey y a su príncipe, ambos padre e hijo caminamos tomados del brazo. Llegamos frente al árbol ceremonial, Nemeton, el cual estaba ubicado en el medio de un gran lago y sus raíces se nutrían del agua pura. Mi padre me dio un beso en mi frente antes de ayudarme a subir al tocón del árbol, para iniciar la ceremonia. No sabíamos porque pero la familia de mi futuro esposo, había pedido que se tocara y cantara la canción del antiguo rito como señal de buena voluntad.

Mire su cara una última vez, el Rey había desaparecido y en su lugar vi el rostro de mi padre lleno de angustia y preocupación. Su único hijo estaba a punto de casarse con un hombre del que no sabíamos nada, solo su reputación. –Me haces sentir muy orgulloso... y estoy seguro que tu madre también está muy orgullosa de ti. –dijo mi padre tomándome de los hombros, con una sonrisa triste. 

-Desearía que ella hubiera estado aquí. –dije con la voz repentinamente quebrada y mis ojos un poco llorosos. El suave recuerdo de sus ojos ámbar iguales a los míos, sus cabellos castaños y su sonrisa acogedora se filtró en mis pensamientos. –Ella te está viendo, de eso no hay duda. –declaro mi papá completamente seguro. Compartimos este pensamiento reconfortante mientras nos abrazábamos una última vez. Hasta que empezaron a sonar las primeras notas de la canción del antiguo ritual dramáticamente, esa era la señal del inicio de la ceremonia de Boda.

Mi padre dio un paso atrás y permitió a las sacerdotisas ponerme los collares de perlas y la corona de bayas rojas en mis cabellos castaños. Mi mirada se dirigió al hombre que esperaba al otro lado del lago. Mi corazón cayó. El joven Isaac Argent era alto y guapo con un traje oscuro tradicional de su reino, sus mechones rubios cobrizos cubrían una intensa mirada azul, que estaba puesta fijamente en mí. Una mirada oscura llena de distancia...

-Piensas que olvidamos los tiempos oscuros. –declaro el Rey a la multitud que se reunía alrededor y que escuchaban en silencio contrito. –Cuando nuestras hijas e hijos eran ofrecidos a la oscuridad. Lo recordamos y siempre lo recordaremos. Al legítimo que fue el primero en destruir a la primera bestia, ahora nuestras bellas hijas y gloriosos hijos, son las heroínas  y héroes de nuestro principado... -sus palabras son lo último que recuerdo.     

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Entonces aquí esta otro capitulo de esta historia que realmente me esta gustando, espero que le den una oportunidad, voten y comenten plis. Saludos y besitos de chocolate...

Yo soy un lobo (STEREK)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora