- El bar de los dragones azulados se encontraba en el otro extremo y hacía varios meses que no iba por ahí. Por inercia fui y vine por las diferentes calles sin siquiera pensar en eso. Lo conocía de memoria el camino. Frene en la puerta y respire con dificultad, el golpe iba a dejar secuelas e iba a tener problemas para tapar todo lo visible de mi cara con maquillaje. Un chico entro corriendo al bar apenas deje el casco sobre la moto. Benji apareció segundos después frente a mí. Busco mi mirada inmediatamente para entender lo que había pasado. Me apoyé sobre la moto y volví a respirar. Me estaba costando más de lo que quería volver a tener aire.
- ¿Qué te paso? – su voz sonó alarmada ya cerca mío. Levante mi cabeza y mi vista se fijó en sus ojos azules. Veía su preocupación en ellos, sin embargo, reprimí mis ganas de abrazarlo.
- Estoy bien – susurre mientras volvía a limpiar la sangre de mi labio. Me sonrió complicado sabiendo que mi presencia allí y en tal estado no indicaba nada bueno. Me condujo dentro del bar mientras todos los allí presentes nos observaban. Unos cuantos me saludaban con la mano, una media sonrisa o un ademan con la cabeza; pues claro todos me conocían allí. Me desplome en el sillón del sótano que funcionaba como oficina o bunker, lo que se necesitara. Observé a Benji traerme un hielo, que pocas ganas tuve de aceptar. Intente respirar nuevamente pero el dolor aun persistía. Cerré mis ojos con fuerza como si eso calmara un poco el sufrimiento.
- So, ¿Quién te hizo esto? – hablo en voz baja, ya en cuclillas frente a mí, mientras me observaba de arriba abajo buscando seguramente alguna otra dolencia no visible a simple vista. Saqué los paquetes de droga de mi bolsillo y se los tendí. Me lanzó una sonrisa divertida.
- ¿Queres que nos droguemos?
- Una de las tuyas está comercializándolo, y cuando no lo hace, droga a la gente para robarle – manifesté recostando mi espalda sobre el sillón. Alzo una de sus cejas intentando entender a que me refería. – se está metiendo con los cuervos del norte -
- ¿Ellos te lo hicieron? - ¿acaso no estaba escuchando lo que le decía? - ¿Qué diablos hacías ahí Sofí? – volvió a interrogarme ante mi silencio con un poco más de enojo. – creí que te habías alejado de todo cuando te fuiste – me observo con un dejo de tristeza que hizo que mi corazón se estrujase con fuerza.
- La habían capturado y Sebastián me llamo – hable continuando con el tema. – no sé quién era ella. No la conozco. La dejaron libre antes de que yo me fuera. No sé dónde está – suspiró observando hacia un extremo de la habitación, se levantó y llamo a uno de los hombres del bar, murmuro algunas palabras que no pude escuchar en la escalera y luego volvió hacia mí.
- Ponete ese hielo, va a hacerte bien. ¿Sebastián te lo hizo? – negué con mi cabeza, Sebastián no había sido, pero si uno de sus seguidores. Aunque eso implicará que él avalaba lo ocurrido, ya que solo se metió para cortar con la pelea cuando claro estaba, no tenía ninguna chance de salir victoriosa.
- No hagas nada – susurre casi sin voz con miedo. Lo observe dubitativa y odie no ser aquella Sofía de antes. Odie no ser más esa mujer que él pretendía.
- ¿Crees que puedo seguir como si nada viéndote, así como estas? Creí que me conocías lo suficiente. – se permitió sonreír para luego sentarse junto a mí -Siempre te protegí de todo aquello que podía y eso no va a cambiar. Aunque vos si hayas cambiado. - me miro de reojo e hice fuerza para no caer de nuevo en sus brazos. Extrañaba sus abrazos. Su sonrisa. Sus ojos inspeccionando todo mi ser. Extrañaba cada mínima partícula de él. Ante mi silencio volvió a levantarse y camino escaleras arriba, seguramente para ir a buscar a aquel que me había golpeado y junto con él a todos los cuervos del norte. Me incorpore con dificultad quitando mi chaqueta y dejándola sobre el sillón junto a los almohadones. Inspeccione mi estómago creyendo que podía llegar a tener una costilla rota. El dolor era insoportable. Muy pocas veces había tenido este dolor tan fuerte. Suspiré lo más despacio que pude, cada mínimo movimiento era una tortura. – ¿llamo un médico? O ¿te llevo a que te revisen? – Benji me miro expectante esperando mi respuesta. Menee mi cabeza en señal de un no. No tenía ganas de andar explicando lo que había pasado, o de mentir al respecto. Una pelea de pandillas, una mujer contra un hombre me llevaría directo a la comisaria. - ¿Cómo fue capaz? – murmuro en tanto tomaba de mi mentón para inspeccionarme el rostro. Acaricio levemente con su pulgar mi pómulo y no pude evitar sentir algo ante su gesto. El tiempo de no verlo no había cambiado en nada mis sentimientos por él. Lo único que había cambiado y aumentaba era mi miedo a lo que podía pasarle. El ruido del golpeteo apurado de unas botas sobre la escalera hizo que nuestras miradas se condujeran hacia allí. Una chica con marcas visibles de golpes en todo el cuerpo se hizo presente. Facundo venía tras ella. Miro a Benjamín de reojo y llevo a la chica hacia una de las sillas. - ¿En qué demonios pensabas Sam? – grito Benji yendo hacía ella. - ¿Cómo se te ocurre vender droga? ¿robar? Y por sobre todas las cosas a los cuervos del norte ¿estas loca? Nos perjudicas a todos. Eso no es lo que hacemos – la vista de la chica se posó en mí y aunque se notaban las pocas fuerzas que tenia se cruzó de brazos mientras sus ojos no se apartaban de los míos. No tenía idea de quien era ella. No recordaba que estuviera cuando yo era parte de los dragones. Y si estaba, jamás me había fijado. Benjamín seguía a los gritos, pero ella no parecía escucharlo, parecía aún concentrada en mí y no entendía porque lo hacía. Su mirada no cambiaba de dirección y yo no estaba dispuesta a retirarle la mía. – Sofi – Benji se paró frente a mi impidiendo que ambas siguiéramos desafiándonos con la mirada. Lo observe seria, elevando una de mis cejas. Me sonrió. Con esas sonrisas que amaba. Y quizás, para que entiendan esta historia debería comenzar por el principio. Por como una estudiante de arte conoció y se enamoró del príncipe de los dragones azulados, una de las pandillas más conflictivas y peligrosas de la ciudad.
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Dragones azulados
RomanceEstudiante de arte. Eso era lo que era. Hasta que conocí un nuevo mundo. Un mundo que no era bueno y aún así me adentre en él.