Un día especial.
Steve caminaba tranquilamente mirando las vitrinas de los puestos donde pasaba, los murmullos de la gente era el único sonido que en su mente estaba, siguió caminando hasta encontrar el lugar.
Una florería. Un gran ramo de flores que tenía como regla principal rosas blancas y rojas. Saludó a la señora mayor que se encontraba ahí, entregó una tarjeta como evidencia de que tenía un encargo, una chica salió con el ramo entregándoselo cuidadosamente, sonrió, eran perfectas.
Salió del establecimiento con el ramo en las manos, la gente susurraba y lo miraba, algunos suspiraban ante el detalle, otros simplemente lo ignoraban, siendo sinceros no le importaba.
Era un detalle que siempre tenía con Tony.
Encontró su coche aparcado a unos metros de la florería, en los asientos traseros depositó, con cuidado, el ramo. Subió al asiento del piloto, puso sus manos encima del volante y soltó un suspiro. Estaba nervioso.
La crisis de nervios pasó rápidamente dejándole manejar con tranquilidad, sus pensamientos iban y venían, la mayoría recuerdos de su pareja y él.
Sonrió ante tales recuerdos, su vida a lado de Tony era lo mejor que podía tener, aquellos momentos en los que solo eran ellos dos, cuando viajaban y disfrutaban las vistas, o los momentos de locura que sufría Tony cuando quería hacer un deporte extremo, siempre lo terminaba convenciendo y siendo sinceros le encantaba complacer a Tony.
Llegó al edificio donde vivía, aparcó el coche en el estacionamiento, bajando del mismo se encontró a Sam, vecino suyo desde algunos años, Steve lo saludó, hablaron muy rápido ya que tenía que llevar el ramo y después volver a salir.
Sam lo miró. No dijo nada, solo sonrió y se despidió de su vecino y amigo.
Steve sacó de los asientos el ramo de rosas, cargándolas como si de un bebé se tratase caminó en dirección al elevador, las puertas se abrieron y afortunadamente estaba vacío.
Subió y marcó su destino, piso 10, el elevador empezó a moverse, Steve se recargó y suspiró, Tony lo estuviera regañando por llegar tarde pero él quería dejar el ramo y hacer otra cosa.
Sin darse cuenta el elevador se detuvo, al abrir las puertas vio a James y Natasha, ambos lo miraron y dirigieron su mirada hacia el ramo, James, con una sonrisa, negó con la cabeza mientras Natasha lo miraba y apretaba ligeramente su hombro. Le comentaron que iban a comer y no volverían en un buen rato, si no lo ayudarían.
No habló más con ellos, se despidió y dejó el paso libre a la pareja, ambos lo miraron sin decir nada, las puertas del elevador se cerraron a su paso.
– Tony, llegué... Cierto, no está —Sonrió nervioso depositando las llaves en una mesa cercana, caminó hasta el comedor dejando el ramo de rosas en un florero, se acercó y las olió, un aroma dulce y embriagante. Le recordaba a Tony.
Pasadas unas horas Steve decidió arreglarse, subiendo a su habitación recordó cuando Tony y él corrían hasta llegar y ver quien se cambiaba primero, un juego que pusieron y que hacían cada lunes, aunque sonara un poco infantil esto lo hacían para ver quién de los dos se encargaría del aseo de la casa. Casi siempre perdía Tony. Sonrió y siguió subiendo las escaleras.
Al llegar a su habitación el silencio lo inundó, estaba acostumbrado a escuchar la música de Tony. Solo que Tony estaba en otro lugar y por eso no hay música. Negó para si mismo acercándose al armario, algunos minutos después decidió usar un traje color azul oscuro. El favorito de su pareja.