El solo de guitarra que sirve de apertura a la canción Johnny B. Good me arrancó del sueño. Había visto la trilogía entera de Volver al futuro por primera vez la semana pasada y esa melodía se había quedado atascada en mi cabeza, desde que la había escuchado en la escena del baile en la película inicial.
Terrible, terrible idea.
Apagué el celular y puse los pies descalzos en el piso.
Tenía que cambiar el tono de la alarma. En unos cuantos días había llegado a odiar esta melodía que solía disfrutar con sinceridad. Eso no se hace, no se usan las canciones favoritas para volver a la conciencia a las seis de la mañana.
Me lavé el rostro y tomé un desayuno ligero. Un café apenas endulzado acompañado con algo que ya no recuerdo.
Lo próximo era el sonido de las pisadas golpeando el asfalto, a ritmo sostenido. El aliento vaporizándose al ser exhalado. El sol que comenzaba a elevarse en el horizonte y el murmullo de algunos autos en la avenida próxima. Un barrendero arrastraba las hojas de la plaza con una escoba desvencijada.
Me detuve. La rodilla izquierda había estado doliendo últimamente. Me habían advertido que trotar en el asfalto durante un período prolongado de tiempo puede tener consecuencias adversas, pero jamás hice caso. De cualquier manera, esta era la única plaza próxima a mi departamento ¿a dónde iría si no era aquí?
Caminé la última vuelta. El dolor fue cediendo de a poco hasta desaparecer.
Tomé una ducha y me presenté puntual al trabajo. A las nueve de la mañana pasaba por debajo del cartel de letras rojas que decía "Electrodomésticos Martínez".
Saludé a Emilio, uno de los encargados de ventas, y pasé directo al pequeño cuarto que había cumplido la función de mi oficina los últimos dos años.
Tenía pensado encender el ordenador y subir las escaleras a la oficina del primer piso, pero el golpe en la puerta apenas si me dejó hacer lo primero.
-Buenos días, David – saludó Claudia al asomarse por la puerta entreabierta – el jefe me dijo que te pidiera que subieras ni bien llegaras.
Saludé y asentí. Ella tenía una forma particular de entonar la palabra "jefe" que siempre me había resultado un tanto encantadora.
Subí las escaleras y golpeé la puerta. La voz familiar me indicó que pasase.
-Ah, David. Buenos días – extendió la mano que yo tomé. A su vez, él tenía una forma particular de pronunciar mi nombre: como lo haría alguien de habla inglesa, pronunciándolo Deivid. Alguien más había cimentado esa costumbre allí, pero no me molestaba. Lo tomaba como un sobrenombre y, quizás, como una muestra de afecto y confianza.
-Julio – respondí – Buenos días.
-Sentáte, por favor ¿quéres un café? – negué con la cabeza y tomé asiento en una de la sillas frente al escritorio de roble. El jefe hizo lo propio, cerró algunas pestañas del ordenador y retiró sus lentes para limpiarlos con un líquido especial que mantenía cerca.
Tst, tst. El sonido repetido del spray limpiador. Luego, él pasando un paño suave a los lentes.
-No quiero que te hagas demasiadas ilusiones – me dijo aún con la atención en los lentes – pero anoche a última hora me llamaron de la central.
-Ah, los peces gordos – le dije un tanto en tono de broma.
-Así es – asintió sonriendo – Resulta que – para ese punto terminó el proceso de limpieza y volvió a colocarse los anteojos – puede que tengan una vacante allá para vos.
Hubo un momento breve de silencio. No estaba seguro de qué responder, ni siquiera de si debía sentirme feliz por la noticia. No había pretendido jamás trabajar allí y, ciertamente, nunca hubiera esperado pasar los dos últimos años haciendo lo que hacía. Y por sobre todo, no había pretendido prosperar con ello.
Supe, sin embargo, que algo debía contestar. Julio terminó por adelantarse:
-Claro que no es obligatorio que te vayas...
-Ah, perdón – me recompuse y sonreí – es que la noticia me toma por sorpresa.
-Mirá. No dejes que te afecte... todavía. Quedaron en confirmarme mañana. Pensé que sería prudente avisarte de antemano, para que tuvieras tiempo de digerirlo. Todo es una posibilidad, puede que suene el teléfono en cualquier momento y me digan que la vacante ya está ocupada.
-No, claro. Lo entiendo. Pero en el caso que me fuera ¿qué tendría que hacer allá?
-Lo mismo que estuviste haciendo aquí estos años. Diseño y optimización de sistemas, páginas web, programación – sonrió antes de decir lo siguiente – preparando café amargo.
-¿Y aquí? ¿No van a necesitarme?
-Dejaste las cosas funcionando de tal manera que las ruedas sigan girando aunque no estés. Los vendedores y el contador ya saben cómo cargar los datos y manejar el sistema. Yo también. En todo caso, esperaría que sigamos en contacto por si llegase a surgir algún inconveniente o por si necesitase hacer correcciones ¿estaría bien eso?
-Claro – sonreí – claro. También podría tomarme el tiempo de preparar a alguien si decide buscarme un reemplazo.
-Gracias. Ya vamos a ver si llegamos a eso.
-¿Cómo pasó esto? ¿Cómo llegaron a saber en la central de mí?
-Bueno, yo les pasé el dato, obviamente.
Llamaron a la puerta.
-Jefe, disculpe – se anunció Claudia – Lo busca la gente de rentas.
-Ah, sí. Deciles que ya los atiendo, por favor. Bueno, David – dijo en cuanto su secretaria se retiró – mañana vamos a tener novedades. Vaya y siga trabajando.
Ambos salimos de la oficina. Hizo entrar a un par de sujetos vestidos de traje y cerró la puerta. Dentro se podía oír el murmullo de una conversación.
-¿Fueron buenas noticias, no? – Preguntó Claudia, sonriendo desde su escritorio – Tienen que haber sido buenas, se te nota en la cara.
Devolví la sonrisa y me encogí de hombros.
No sé por qué, perohoy me parecía que ella estaba más bonita de lo habitual. El segundo botónabierto de su blusa blanca me resultaba peligrosamente seductor.
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El mosquito
Non-FictionSobre los mosquitos en general: Siento el pinchazo en el brazo derecho -ahora mismo mientras escribo esto- y trato de apartar al enemigo invisible en un movimiento violento. Una duda sobreviene ¿qué función cumplen los mosquitos en esta vida? Un zum...