Había tenido que ponerme una camiseta térmica. Esta mañana en particular el frío estaba insoportable.
Un par de vueltas a la plaza. Ya en la tercera comencé a sentir el agradable calor que producía mi propio cuerpo. Ese día no habría sol. Estaba nublado.
Una ligera llovizna me recibió cuando regresaba a casa.
Tomé una ducha caliente y alcancé a oír una melodía de Kansas cuando entraba a mi cuarto. Con el tiempo justo contesté el teléfono. Dust in the wind anunciaba una llamada de parte de mi jefe. A la fecha, ya no podía recordar el proceso de razonamiento que me había llevado a asignarle a él ese tono.
-Buen día, David.
-Buen día, Julio ¿pasó algo?
-Mirá, necesitaría que me hagas un favor. Tengo que hacer un depósito en el banco y retirar un envío del correo. Pero hoy viene una gente a verme a la oficina y no puedo desligarme de eso...
-¿Entonces quiere que yo vaya por el banco y al correo, no? Está bien.
-¿Seguro? ¿No se te complicará con la lluvia?
-No, está bien. Páseme los datos necesarios y voy a hacer los trámites.
-¡Muchas gracias, David! – Lo escuché decir en tono más animado – Ahora le pido a Claudia que te facilite la info. Por cierto, quedaron en avisarme durante la tarde qué es lo que resuelve la gente de la central. Tomate la mañana, tipo siete vení por la oficina y traé el envío.
-Okey, jefe. Nos vemos en la tarde entonces.
Un jean, una camisa, una bufanda y el piloto. Paragua en mano, salí a la calle. La llovizna se había vuelto más intensa. Abordé un taxi y me dirigí al centro.
-¿Qué clima, no? – preguntó el conductor.
-Sí. Y pensar que ayer anunciaban treinta y tantos grados de temperatura – le respondí sin demasiado interés. Mirar la ciudad destiñéndose era muchas veces más atrapante.
-Es que con el clima nunca se sabe. Es raro que le peguen con el pronóstico.
-Así es...
-¿Sabe cómo para qué está? Como para quedarse en casa, con churros y chocolate caliente.
Llegué apenas a escuchar la palabra "caliente". Me había distraído un mensaje desde el celular de Claudia. Estaba pasándome nuevamente un número de cuenta bancaria. Al final del texto, había una carita feliz...
-¿A usted le gusta?
-¿Si me gusta quién? – llegué a preguntar.
-El chocolate con churros – me contestó el conductor dirigiéndome la vista por el retrovisor.
-Ah, no. No soy mucho de lo dulce.
-Ah – se quedó en silencio unos momentos y luego prosiguió - ¿Está yendo a trabajar?
-Digamos. Tengo que hacer unos trámites.
-Ah, está bien... ¿Sabe? Yo preferiría no tener que salir a conducir en días así. Las calles se rebalsan y se puede romper el auto.
-¿Ah, sí?
-Sí. Pero bueno. Hay que pelearla. ¿Sabe? Yo vengo de una familia con plata, pero mi abuelo y mi viejo se jugaron hasta las últimas monedas. Si no fuera por ellos dos, yo podría haberme dedicado a estudiar y no tendría que andar helándome en invierno y quemándome en verano.
-Oh, por Dios, buen hombre – pensé – por favor cállese de una vez y conduzca. Es demasiado temprano todavía para esto.
-Mi madre debería haberle puesto el alto. También es culpa suya por negligente. ¿Cómo no vas a frenar al tipo que se está comiendo la mensualidad en un día?
Juro por mi vida que fueron las cuatro cuadras más largas que he tenido que atravesar nunca. Ciertamente no ayudaba en nada que la lluvia hubiera atiborrado las calles de tráfico.
-Al final mi viejo sentía tanta culpa y estaba tan mal de la cabeza que no podía dormir por las noches. Decía que oía un zumbidito como de un mosquito dentro de la cabeza.
-Aquí me bajo – anuncié cuando un semáforo en rojo se presentó oportunamente – Tome, tenga buen día.
Pagué y no esperé el cambio. Estaba a dos cuadras de donde debía ir, pero no me importaba. Abrí el paraguas y me dediqué a disfrutar el paseo bajo la lluvia.
Una transferencia – pensé mientras hacia la fila del banco – Sin duda la paga sería mejor pero ¿de verdad quiero asumir compromisos nuevos? Hasta ahora venía trabajando con la relativa tranquilidad de saber que el día que quisiera retirarme no tendría mayores consecuencias. Si me voy a la central ¿bajó qué términos entraría a trabajar? ¿Qué nuevas obligaciones pesarían sobre mi cabeza? Y es casi seguro que no tendría la misma libertad para disolver el vínculo que la que tengo ahora. Aunque – la fila avanzó un par de lugares – llevo diciendo lo mismo dos años ya y aquí estoy. Haciendo fila en el banco para depositar plata de Julio. Plata que espero que me devuelvan... Ah, tal vez no vendría mal ganar un poco más al final de cada mes...
Luego al correo. Como nunca, el lugar estaba vacío. Me entregaron una caja y partí. La misma no era demasiado pesada, tampoco de excesivo tamaño. Me las ingenié para colocarla bajo un brazo y llevar el paraguas arriba con el otro.
Eran alrededor de las diez cuando regresé a mi departamento. No había contado con tener la mañana libre así que no tenía planes. Dejé la caja sobre la mesa y jugué con el llavero en mis manos. Una idea me ganó la mente.
Volví a salir del edificio y tomé otro taxi. Esta vez, por suerte, el conductor era tan eficiente como silencioso.
Diez minutos después estaba ante la puerta de una casa de barrio. Busqué, entre todas, la llave que abría este umbral en específico. Cuando quise introducirla en la cerradura, una mano me tocó la espalda.
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El mosquito
Non-FictionSobre los mosquitos en general: Siento el pinchazo en el brazo derecho -ahora mismo mientras escribo esto- y trato de apartar al enemigo invisible en un movimiento violento. Una duda sobreviene ¿qué función cumplen los mosquitos en esta vida? Un zum...