Los Reyes de las Hadas

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El ser más bonito del bosque despertó, con un pesado bostezo, y estirando sus largas y traslúcidas alas, retrayéndolas después, y volviéndolas una larga fila de líneas desde su espalda baja hasta su torso con un ligero brillo propio en las ligeras líneas qué se formaron.

Se sentía perezoso, y si no fuera por la luz del sol, el hada hubiera continuado dormido.

No tardaron en aparecer dos pequeñas hadas, ayudándole a levantarse y sonrojando se cuando el rey besó sus frentes y les dedicó una sonrisa antes de comenzar a volar.

A decir verdad, no puso demasiada atención a lo demás, aún intentaba despertarse del todo cuando bajó tocando el húmedo pasto, totalmente desnudo sin importarle mucho, pero, provocando un suspiro en los curiosos que le veían.

Uno de los curiosos, otro rey, llamado Jason, le miraba desde la copa de un árbol, admirándolo cómo lo hacía todos los días, como si el hada fuera la cosa más hermosa del mundo, su sonrisa se formó inconscientemente, y aunque todo se veía tranquilo, no pudo evitar fruncir el ceño cuando el hada frunció el suyo.

En realidad, sabía lo que pasaría a continuación.

Richard reaccionó al sentir la sensación de vacío en su pecho, por lo que su baño no se prolongó cómo solía hacerlo normalmente.

El Hada volvió a sus aposentos vistiéndose, donde predominaba el azul, dejando ver la mayoría de su pecho descubierto y los tatuajes con los que nació, realmente, no era demasiada ropa lo que traía puesto.

Y por ley usaba una corona, una preciosa y ostentosa corona llena de piedras preciosas, delicada y que combinaba perfectamente con él, regalo de uno de los dioses que estaba enamorado de su alteza.

Y que realmente no se acercaba por el puro hecho de que el hada era esposo del rey de los elfos.

Ahora, conocidos como los reyes de las hadas, y los elfos, volviéndolos un solo reino desde que consumaron su matrimonio.

Jason conocía muy bien lo que el hada provocaba en todos, él lo vivió en carne propia.

Richard era el regalo de la misma Afrodita al mundo, era precioso, tanto, que a veces lloraban al verle, aquello era conocimiento público.

El Hada era el ser vivo más bonito en todo el reino infámico.

Al elfo no le quedó más que vestirse de igual forma. Bajando del árbol en cuanto el otro rey terminaba de hacer sus últimos arreglos.

Jason caminó hacia el salón principal del bosque. Su unión los había convertido en el reino más poderoso de los nueve bosques celestiales, este se había vuelto el principal, y por eso, tenían ciertas ventajas, el lugar, más grande era una de estas.

El mayor sacudió su cabello rozando sus dedos con sus puntiagudas orejas e intentó ahogar un suspiro al mirar a su bonito esposo, pensando en que debía ser fuerte con su decisión sin dejarse convencer por su pareja.

Las hadas, caballeros de compañía del rey, entraron primero, haciendo una ligera reverencia hacia Jason, y dejando pasar a Dick después.

Jason no pudo evitar sonreír cuando lo notó usando los aretes de jade que le regaló un día antes.

"Buenos días, mi cielo" -El elfo subió sus largas piernas a la mesa de cristal de más de quinientos años, y sonrió tranquilo, fingiendo que nada había pasado-.

"¿Dónde esta?"

"¿De que hablas, sol? ¿Perdiste otra vez tu varita?" -Dick no estaba de humor, bufó molesto y sin despegar la mirada, Jason estaba pisando terrenos que no debía, y por la cara del hada, probablemente dormiría en el jardín-.

Los Reyes de las Hadas (ᴊᴀʏᴅɪᴄᴋ)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora