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Faltaban dos horas para que su turno terminara, pero no podía dejar de mirar el reloj a cada minuto. Estaba completamente nerviosa, le había enviado un mensaje a Inuyasha, pero este no le contestaba. ¿Le había sucedido algo? No. Le había prometido que seria cuidadoso, entonces ¿Por qué demonios no le contestaba?

El sonido de su teléfono la alerto, y se sorprendio al ver que no conocía el numero. Al leerlo su respiración se corto y su corazón comenzó a latir como loco. No podía ser que Inuyasha piense siquiera en pelear en eso.

Se quito su chaqueta medica, quedándose con una blusa rosa palido y unos jeans que le ajustaban bien a su cintura, tomo su bolso y salio corriendo de su consultorio.

-¡Akane! – Grito a su secretaria, asustándola – Cancela todas mis citas. Tengo que irme – Y salio corriendo.

- ¡Espera Kaghome! – Pero su grito no surgio efecto alguno.

La azabache ya se encontraba en su auto, de camino a la arena central.

No había persona en la ciudad que no conociera "La zona de nadie" o "La arena central". Tenia tantos nombres como personas participando en ella. Hasta sabia que su hermano había ido varias veces, pero cuando comprobó que no tenia la fuerza suficiente para vencer a nadie y que solo saldría herido o hasta muerto, dejo esas locuras de lado.

Habia prometido nunca ir allí, pero en ese momento, en que sus pensamientos giraban en torno a ese joven de cabellos plata, nada mas le importaba. Solo quería verlo y comprobar con sus propios ojos que estuviera bien. Y, por supuesto, sacarlo de allí, a la fuerza si fuera necesario.

Al llegar se encontró con Miroku, que la veía con la mismo expresión preocupada que seguro tendría ella. Bajo de su auto y se acerco a él con pasos agigantados.

-Miroku. Dime que la foto que enviaste en una broma – Su tono era mas preocupado del que creía. Hasta sus ojos estaban llorosos.

- No. No es una broma – Le susurro angustiado – La única que puede hacerlo entrar en razón... - Y se callo al escuchar los gritos y silbidos de las personas que estaban dentro. Ya era demasiado tarde. La pelea había comenzado - ¡Vamos! – Tomo la mano de la azabache y ambos comenzaron a correr por esos tuneles.

Kaghome estaba muy perdida. Para ella todos los caminos eran iguales ¿Cómo hacia Miroku para recordar el camino? No estaba señalizado, ni mucho menos con alguna luz guía. Seguramente ese peli negro también había pertenecido a ese mundo.

-Inuyasha – Susurro una vez que llegaron y logro vislumbrar el cabello de él, mientras se movia esquivando los golpes.

- Como supuse. La pelea ya comenzó.

Ambos estaban desnudo de la cintura para arriba, descalzos y con su cabello atado. Lo único que llevaban puesto eran unos pantalones cortos de gimnasia y vendas en sus manos. ¿Qué era esa locura? ¿A que demente se le ocurria poner a pelear a dos personas en un circulo de fuego, como si fueran la atracción de un circo?

-¿Cómo puedo detenerlo? – Le pregunto a Miroku, que solo negó con su cabeza.

- Ahora ya no puedes detenerlo. Es demasiado tarde.

- Pero... Se va a lastimar – Volvio a mirar hacia delante. Ambos se golpeaban mutuamente, y sus rostros estaban algo hinchados, sus bocas sangrantes y pequeños moretones se estaban formando por algunas partes de sus cuerpo – Se mataran – Volvio a susurrar, sin poder impedir las lagrimas que comenzaron a bajar por sus mejillas.

- ¿Qué tenemos aquí? – Una voz femenina se dejo oir y ambos se giraron para ver de quien se trataba.

- Kikyo – Siseo el peli negro.

Desengaños y amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora