único cap. (basada en una historia real) en honor a Gus y Mery.

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—Ya verás Keith, desde ahora vivirás como una reina, no te faltará nada.  Te compraré anillos, relojes de oro, serás la envidia de todos, mi princesa—Le dice su padre mientras viajan en el autobús.  Rumbo a otra ciudad. A la que será la nueva casa de Keith, lo que sería la nueva vida de la joven, que se emociona al oír las promesa de Damián, su padre. Pero en eso quedaron sus palabras, solo promesas.

Desde el mismo momento que Keith llego a la preciosa casa  White Rochester, su mundo cambió, sí, pero no para bien. Inmediatamente se dio cuenta de las verdaderas intenciones por la cual fue llevada hasta allí. Su madrastra tenía tres niños pequeños, una de la cual estaba recién nacida.  Sin quererlo, sin siquiera preguntarle, la joven pasó de ser un nuevo miembro de la familia, a ser la niñera de los chiquillos, sobre todo de Adry, la pequeña bebé. Trabajo obligatorio y sin paga alguna, ni siquiera un: ¡muchas gracias!, cosa que de seguro hubiera sido suficiente para Keith.

A pesar de eso, Keith disfrutaba cuidando a sus hermanitos. Llegó incluso a desarrollar un fuerte lazo con ellos, especialmente con la pequeña Adry, con quien además dormía. ( ¿Cómo es que una pequeña bebé duerme con su hermana adolescente en vez de su madre? Después de todo era a ella a quien la pequeña necesitaría al despertar) Si la bebé despertaba de madrugada, era Keith quien debía atender sus querellas, pues si no lo hacía, se ganaba un severo reproche de Odeth, la bruja mala... perdón, su madrastra.

Los meses y años pasan, los niños siguen creciendo. Keith se concentra en sus estudios, y saca buenas calificaciones. Todo para Keith es felicidad, siempre y cuando no esté en la quinta White. Vivir allí cada vez era más difícil para la chica, a la que no se le permite salir, no se le permite tener amigos, pues si su padre descubre a Keith sonriéndole sin ninguna mala intención a algún chico, enseguida la catalogaba de prostituta, llegándole a decir más de una vez que se comportaba igual que su madre, como una prostituta, cosa que le dolía enormemente a la pobre chica.

Limpiar, limpiar y seguir limpiando era su trabajo, vigilar a los niños, bañarlos, alimentarlos y cuidar que no hicieran travesuras era también su trabajo. Pero Keith quería ser como sus amigas, esas que conoció en la escuela, esas que conoció en algunas reuniones religiosas a las que se les permitía ir.

Cosa maravillosa era para Keith tener esos amigos, amigos que la entendían, algunos de los cuales la llegaron a amar tanto, que más adelante fueron los que la libraron de su pesadilla. Pero eso es tema para otra historia.

El tiempo sigue pasando, Keith ha tenido una que otra ilusión, en el colegio, y en sus reuniones religiosas, chicos lindos que le daban atención y ensalzaban su ego. Pero su padre cuidaba muy bien que a la chica no se le ocurriera enamorarse, pues de descubrirla en esa atrocidad, la paliza que le daría sería difícil de olvidar. Sobre todo por los terribles dolores que sentiría al día siguiente. Lo digo, porque efectivamente fue lo que le ocurrió. Así que Keith debía ser muy cuidadosa, si le llegase a gustar algún chico, tenía que disimularlo muy bien.

—Hoy me acompañaras al supermercado, tu padre no puede—Le dice su madrastra. Keith suspira, sabe lo que eso significa, no es que su madrastra quisiera llevarla y compensarla con un helado luego de las compras, es solo que necesitará quien cargue con las bolsas de las compras. Keith respira hondo mientras se coloca su viejo pantalón, y con una sonrisa fingida responde a la petición de su madrastra.

Las dos salen a la parada de autobuses. Si, no tenían vehículo particular, pero eso no les quitaba glamour. Ambas esperan un rato en silencio mientras viene el bus. Odeth mira con frecuencia a Keith. "¡que fea ropa se pone!" piensa. ¡Y esos zapatos!.. Niega con la cabeza mientras analiza la fea presencia de Keith. Pero ¿Qué ropa bonita podía tener la chica si desde hace años que llegó con solo tres trapos en su maleta, y aun no le han comprado algo bonito que lucir? Keith siente su mirada indiferente y mentalmente sufre tanto desamor. Si tan solo pudiera estar de nuevo con su madre. Esta viene a visitarla cada cierto tiempo, Keith aprovecha esos momentos, pero no puede decirle lo mucho que sufre en casa de su padre. Sería mucho peor.

El chico del supermercado.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora