parte única.

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Visité la playa a la que solíamos ir y a la orilla de mar encontré en trozo de papel con tu letra. Aquella pequeña declaración de amor me hizo sonreír nuevamente, aún cuando las razones eran inexistentes. Tú siempre decías que todos los días era una razón para ser felices, que todas las mañanas lo primero que debía hacer era sonreírle al cielo hasta que nuestros dedos de los pies piquen de la emoción.

Lo intenté. Créeme que lo intenté. Y en cierto punto de la vida, lo logré. Logré levantarme todos los días con una sonrisa en mis labios sabiendo que tú despertarías a mi lado, sabiendo que tú me sostendrías de la mano y me llevarías a una y mil aventuras. Correríamos a la orilla del mar hasta que nuestros pulmones no dieran más, hasta que nuestros cuerpos colapsaran en la arena y ahí, tirados mirando hacia el cielo, con la ropa pegada a nuestros cuerpos gracias al sudor, riendo como locos a carcajadas, mientras tú murmurabas que me amabas; ahí, éramos felices.

Dicen que la felicidad solo te viene luego de miles de tragedias, pero no logro entenderlo. Tú eras mi tragedia. Y me hacías feliz. No había vivido mejor tragedia que haberte conocido, no había vivido mejor felicidad que el momento en el que decidiste ser mío. Sólo mío.

Y es en ese momento en el que te das cuenta que las personas no pueden estar más equivocadas, todas siguiendo el mismo guión. Atadas a las únicas cuerdas que los sostienen de la vida, manejándolos como títeres. Porque tienen miedo de soltarse, tienen miedo de volar. Y tú y yo, rotos por las mismas manos que nos crearon, terminamos encontrándonos a la orilla del mar.

Lo que más me gustó de ti fue lo roto que estabas. Admito que soy egoísta y no quería que te me fueras de las manos, por eso preferí mantenerte así, roto. En lugar de repararte, dejé que te desmoronaras de a trozos, guardando las pequeñas piezas para mi. Egoístamente, me reparé a mí mismo con los restos de ti, sin darme cuenta, sin saberlo. Ojalá nunca haberlo hecho.

Pero tú, tan sonriente como siempre, tan único y tan roto al mismo tiempo. Siempre me diste lo mejor de ti, me lo diste todo. Pero no te equivoques, porque yo también te di lo mejor de mi. Me esforcé hasta el final, y sigo esforzándome aún cuando todo terminó. Por ti. Solamente por ti.

Tomé todas nuestras cosas en una caja. Nuestras fotos juntos; en los miles de viajes que hicimos, sonriendo a la cámara, cuando me robabas un beso a último momento. Las cartas que nos hicimos. Postales de los diferentes lugares que recorrimos; con una pequeña dedicatoria, aún cuando ambos habíamos estado allí. Trozos de papel con secretos, de los que sólo tú y yo sabemos.

Tomé todas nuestras cosas y las traje conmigo a nuestro lugar especial. Nuestro último encuentro sería en el lugar en donde todo empezó. Lo habíamos prometido, estaríamos bien cuando eso pasase, estaríamos bien cuando volviéramos a encontrarnos. La caja ardía entre mis manos y los recuerdos dolían tanto. Pero tú estabas ahí, como la primera vez. Me preparé a mi mismo y corrí por la orilla del mar contigo entre mis manos. Te sostuve como nunca antes, con miedo de perderte de nuevo.

Corrimos y corrimos, pero nuestros cuerpos no lo sintieron. Mis ojos picaban y mi pecho ardía. El nudo en mi garganta me hacía difícil respirar con normalidad, pero seguí corriendo contigo. Si tu estabas ahí conmigo, todo estaría bien. Así lo habíamos prometido aquél primer día. A la orilla del mar.

Cuando por fin mi cuerpo cayó cansado a la tierra, comencé a reír contigo a mi lado. Tu risa despertaba todos mis sentidos, haciéndome sentir vivo de nuevo. Tan dulce y contagiosa al mismo tiempo. Eras simplemente perfecto.

-Me alegra que hayas venido- dijiste con una sonrisa.

+Es lo que prometimos- murmuré nervioso.

-Si, pero pensé que ya no querías saber más de mi.

Lucías tan inocente como siempre, con tus bellos grandes ojos mirándome fijamente.

+¿Por qué no querría saber más de ti?- inquirí confundido.

-No lo sé, ha pasado un tiempo.

+Eso no cambia mis sentimientos por ti, Jungkook- te dije-, yo seguiré enamorado de ti lo que me reste de vida.

En ese momento sonreíste. Te acercaste a mi, sostuviste mi cara y me besaste en los labios. Fue un beso corto, dulce. Tan lleno de amor. Ningún ser humano podría saber lo que tú y yo sentíamos el uno por el otro. Nadie podría descifrar lo que nuestros ojos se decían cuando nuestras miradas de cruzaban. Y es que, Jungkook, la definición de amor no existe en nuestro diccionario. Porque lo nuestro, más que amor, más que deseo o necesidad, más que un enamoramiento repentino; lo nuestro, es diferente. Es especial.

Te paraste y sacudiste tus ropas. Me extendiste la mano y me ayudaste a incorporarme.

-Es hora de que me vaya- murmuraste.

+Lo sé- respondí.

-Lo harás bien, Yoongi- tomaste mi mano y entrelazaste nuestros dedos, como antes.

+No lo creo, pero lo intentaré.

Soltaste mi mano y comenzaste a alejarte hacia la orilla del mar, caminando hacia atrás, sin poder apartar tu mirada de mi. Tú sonreías y yo también, porque eras mi felicidad. Porque eras la única razón de mi existencia. Te seguí sin poder evitarlo, abrazando la caja contra mi pecho.

+No quiero dejarte ir, Jungkook.

-No te preocupes, que yo estaré bien- aseguraste con esa típica sonrisa arrogante en tus labios.

+Pero yo no- comencé a alterarme-, ¿cómo puedes ser tan egoísta?

-No lo he decidido yo, Yoongi- tu voz, tan suave, tan dulce-, sabes que me habría quedado más tiempo, sabes que me habría quedado toda la vida de ser necesario.

No respondí. Y tú volviste a alejarte a la orilla del mar.

-Recuerda que te amé hasta el final de mis días, ángel.

Tu caminabas mar adentro cuando lo dijiste. El agua mojaba la orilla de tus pantalones y mientras más te adentrabas, más te alejabas de mi. Miraste hacia atrás una vez más, sonriendo como lo que eras; un ángel. Y fue lo último que vi antes que te sumergieras completamente en el agua.

Yo que quedé ahí parado, a la orilla del mar. La caja aún estaba entre mis brazos y lágrimas mojaban mi rostro. Era momento de dejarte ir. Por ti. Por mi. Por ambos y por lo que fuimos. Suspiré secando mi rostro, tomé de la caja una de nuestras fotos y besé tu rostro una última vez. Me adentré un poco al agua, sin importar si mojaba mis zapatos o mi ropa. Besé la tapa de la caja una vez más y la dejé sobre el agua, viendo cómo lentamente se alejaba de mi. Como tú. Todos aquellos recuerdos que tú y yo construimos juntos. Todos aquellos momentos que creamos y que jamás olvidaré. Se desvanecían conforme el agua se los llevaba.

Y yo, a la orilla del mar, te di mi último adiós.

{...}

Esta historia ya había sido subida antes a la cuenta yoonkook que tengo con mi mejor amiga, pero quise subirla a mi cuenta personal porque es una de mis favoritas jeje

espero que les guste tanto como a mí me gustó escribirla :")

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