Necesito morirme un rato.

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Cansancio

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Cansancio.

Aquel malestar describe la sensación de su cuerpo con precisión. Una jornada laboral no debe representar gran obstáculo para él, quién suele evadir sus responsabilidades y a base de patrañas consigue que su pupilo termine sus deberes sin que se esfuerce en mover un dedo.

Esto es un cansancio emocional.

Inserta la llave en la cerradura de su apartamento, en un acto perezoso, usa su cuerpo para empujar la puerta y de suerte no trastabillar con sus propios pies. Ni se molesta en echar seguro, tampoco se le cruza la idea de un ladrón con suficientes ganas de morir esa noche como él.

No enciende las luces, arrastra sus pasos hasta la recámara. Contempla la enorme cama y sin volver a pensarlo se lanza sobre ella, acurrucándose.

Pasea sus dedos por la sábana, si bien no era de un material tan fino como la seda, la suavidad de sus hilos y el aroma impregnado a rosas lo compensa.

Saca su celular del bolsillo de su pantalón para ver la hora. Un minuto y contando para llegar a las diez de la noche, algo temprano.

Toma un extremo de la tela y se enrolla dentro como un gusano con forma espiral. Vuelve a aspirar el aroma.

Huele a él.

Pegando su rostro a una almohada busca la conciliación del sueño, por mucho que rueda y cambia posiciones no alcanza el estado de profundo descanso.

Qué decepción.

Se incorpora en la cama aún envuelto en sábanas, se anima a quitarse el chaleco y la camisa quedando en un delgado polo blanco. Sus falanges sostienen su cinturón con vacilación por la nula aceptación de quitarse el pantalón, atribuido a su oscilante ociosidad.

Debate un rato, al final sucumbe ante una ola de sofocación y lo retira descubriendo la prenda íntima color negro. Vuelve a dejarse caer sobre el colchón y gira hacia la izquierda dando la espalda, anhelando el calor que la frívola frazada no le proporciona.

Los horarios eran irregulares así que su compañero podría llegar en un minuto o en una hora. No le apetece esperar, en esta oportunidad se siente inusualmente extraño y necesitado de cariño, muy alejado de su personalidad bufona. No es un asqueroso cachorro implorando atención, ese papel le corresponde a su compañero.

Sin embargo, no evita el deseo de que esas manos duras con toques finos acaricien sus mechones transmitiendo afecto. Que se deslicen por sus pómulos delineando el contorno y acabando en sus labios donde juegue un rato al arrastrar de arriba a abajo el inferior en un accionar provocativo.

Qué ridículo.

Tal vez, si está de buen humor, suspire cerca del lóbulo de su oreja generando cosquillas instantáneas; él sentirá su sonrisa de cerca y la apremiante revolución en su pecho de latidos desenfrenados. La burbujeante risa que se ahoga en su garganta e impide el estallido de una ola de emociones incapaz de controlar.

Cansancio【Soukoku】Donde viven las historias. Descúbrelo ahora