Prólogo

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LA MITAD DEL CAMINO

Era un puente muy viejo y angosto en medio de la carretera. Por su aspecto daba la impresión de que no resistiría demasiado peso. Su longitud no sobrepasaba los 20 metros y el destartalado rótulo ubicado a una distancia muy prudente  dejaba claro el mensaje en cuanto a su estrechez y fragilidad:

Puente de la soledad 

Pasa solo un vehículo a la vez

Para completar los datos, algún conductor travieso había añadido con su puño y letra en la parte inferior del rótulo la siguiente información: Si sabe rezar, hágalo ahora.

Cuando Paula se bajó del auto eran casi las dos de la mañana y la única luz cercana era la de la luna llena. Caminó hasta el puente, se aproximó a la baranda y miró hacia abajo.

-¿Ves algo? - Le pregunté desde la ventanilla del auto. 

-Nada, está muy oscuro.

-¿Hay un río o algo así?

-No lo creo. No hay ruido de agua.

-¿Qué opinas... seguimos o nos regresamos?

-¡Qué pregunta! - dijo ella - ¡Seguimos!

El puente de la SoledadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora