EL DUEÑO DE ESTA CASA

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Siento haber llegado al final de un camino incierto, un camino que me cuesta entender si lo miro desde donde estoy parado hoy. Me siento encontrarme con un desconocido que nunca antes había visto, me siento ajeno, como un caminante que ha llegado de una tierra desconocida para buscar crecer y comenzar de nuevo.
En esta casa, donde me encuentro ahora, ha habitado mucha gente, familias enteras, personas ya muertas, incluso gente que no sabía que hacía metida aquí adentro. Pero en esta casa, nunca ha vivido el verdadero dueño, nunca la ha decorado, nunca la ha limpiado para recibir huéspedes, esperaba que ellos lo hicieran por él. En el fondo, nunca la puso en condiciones porque jamás pensó en vivir en ella.
El dueño de esta casa se siente casando de caminar sin rumbo, se siente exhausto de vagar y pedir asilo, un poco de calor y comida donde sólo le brindan una sonrisa -que cualquiera te la puede dar-. El dueño de esta casa, dónde estoy ahora yo, siempre buscó un lugar, una parcela de la cual adueñarse, aunque es mucho decir, pues con una triste habitación, un triste rincón le era suficiente para allí dejar sus pertenencias, dejar sus huellas y así comenzar a contar su historia; pero a él le costaba entender que ese lugar donde el quería vivir era de propiedad ajena. Este dueño, tiene ansias de vivir pero no para sí, tiene miedo, le aterra saberse importante para el mismo. Además de tener como costumbre el vagar, el mendigar, el rogar , a esperar eso que el otro le puede brindar.
El dueño de esta casa se ha olvidado que tiene una casa a su nombre, con escrituras y papeles propios. Se ha olvidado lo fresca que puede ser en verano con sus paredes altísimas, se ha olvidado de las hermosas ventanas que éstas tienen , de aquellos cristales de tal fineza, que reflejan con gran nitidez lo que adentro se aloja. Se ha olvidado del hermoso sonido que en ella puede haber, pues su acústica es única e inigualable. Ese dueño, se ha olvidado lo calentita que puede ser su casa en las noches frías del invierno cuando la temperatura baja y mientras tanto él seguía pidiendo frazadas en casas ajenas y un café para compartir con el  que le daba albergue, se olvidó que en su casa, la más alta de todas, se adaptaba de una manera única a la estación en la que se encontrara. 
El dueño de esta casa, tras intentar comprar una habitación, un triste y frío  rincón,en una casa que no era la suya, se vio frustrado y desalmado nuevamente al recibir como respuesta un "Aquí no puedes quedarte".
Una vez más, sintiendose un perdedor, un general que no ha ganado ninguna guerra, armó las valijas, con lo poco que le quedaba, pues, a su paso por los lugares en los que había dormido, dejaba como recuerdo una de sus pertenencias.
Una semana anduvo durmiendo en plazas, en puertas de iglesias y bibliotecas en medio de heladas temperaturas. Hasta que una noche, al pasar por el cine, oyó la hermosa banda sonora de una de sus películas favoritas, que lo llevó a recordar que el ya tenía una casa, en donde nunca había vivido, pero que podría pasar allí esa noche para mañana poder salir descansado a buscar una nueva pieza para rentar; Por lo que se puso en camino, no demasiado entusiasmado, hacia no sé dónde, porque ninguno de los dos sabía cómo hacer para llegar a casa.
Conocía y recordaba los caminos para ir a todas las casas a las que le habían permitido dormir pero no sabía cómo hacer para llegar a la suya. Por lo que no quedaba más que sólo caminar.
Caminó,
Miró,
Observó,
Incluso casi desiste en volver a ese lugar en el que nunca había estado, total, una noche más en una plaza no le haría mal. Cuando de repente, se encontró de frente con aquél edificio, para él desconocido,  de paredes altísimas y ventanas hermosas que el había olvidado por completo.
El dueño de casa se sentía al final de un camino incierto, un camino que le costó entender si lo miraba desde donde estaba parado hoy. Se sentía encontrarse con un desconocido, con una casa y un dueño que jamás había llegado a conocer.
Pero algo le decía que aquella era su casa, muy dentro suyo lo sabía; y por primera vez, no tuvo que tocar puertas ni anunciarse, del bolsillo de  su camisa, su prenda favorita, sacó una llave dorada que abrió la puerta de entrada. No es necesario contar el descuido que allí adentro encontró, sin mencionar el daño que habían causado a la casa aquellos que habían habitado allí. Lo que ahora importa, es que el dueño de esta casa, se puso a ordenar, a sacar aquello que no servía, en silencio, a solas, a decorar aquella casa que no tenía su color. Como era otoño y el frío ya se hacía sentir, el dueño de casa, ya por costumbre , se vio en la necesidad de pedir una frazada ,unos abrazos, pero su conciencia se expandió y notó algo maravilloso, en esa casa, su casa, no hacía falta eso, su calor hacia del lugar un sitio muy cándido, tanto que se desnudó frente a su color favorito, el blanco, y se puso a pintar , sabía que había mucho trabajo para hacer en su casa pero que nunca antes se había sentido tan cómodo como aquél día. Algo dentro suyo le decía que de allí no iba a salir más.
Le costó mucho echar agua a los dos ventanales más importantes, pero lo hizo, los limpió de tal manera que aquél cristal divino reflejaba la belleza,  el valor que la casa tenía y la riqueza que el dueño portaba ,lo que hacía a cualquier mal intencionado dudar de allí entrar.
Desde aquella noche, el dueño de casa, no tuvo que golpear, mendigar ni rogar una taza de café para compartir nunca más .
Desde aquél suceso, desde aquella última frustración, el dueño de casa supo que no hay en el mundo otra casa más hermosa y acogedora que la suya.

José Ignacio 26/05/2019

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