Parte Única

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Ella les miró desde la puerta. Ni siquiera habían tenido la prudencia de asegurar la puerta. Su mejor amiga de toda la vida y su novio de cinco años estaban teniendo relaciones en su cama, en su recámara. Bajo su propio techo. ¿Cómo había sido tan estúpida? ¿Por cuánto tiempo le habían estado viendo la cara?

Dejó la maleta de lado e hizo notar su presencia.

Matt le miró desde su posición en la cama, seguido de Carol. Matt sonrió, cruel, seco, como si nada les hubiera unido en su momento. Carol tuvo la decencia de lucir avergonzada, pero no le duró.

No hicieron amago de separarse, ni siquiera de intentar explicarse, para ellos era claro que la situación se explicaba sola: ellos había estado viéndole la cara desde hace tiempo.

Freya no lloró, no frente a ellos, al menos. Sonrió con cada pedazo de dignidad que aún le quedaba y salió del departamento sin importarle nada.

Se subió a su coche, sin recordar cómo o cuándo, llega a un club nocturno cercano. Llega temprano, apenas son las 8 pero no le importa.

—Tres tequilas dobles —pide con un billete de 50 en la mano, pero lo piensa mejor y saca su tarjeta de crédito. —Manten mi cuenta abierta.

El barman le sonríe. Es un hombre guapo, tal vez dos años mayor que ella, de cabellos castaños. Con una sonrisa bonita.

—¿Qué celebramos? —pregunta con familiaridad, como si fueran amigos.

—Que mi novio y mi mejor amiga se acuestan a mis espaldas —dice, como si fuera nada. El barman le sirve los tres tragos que pidió.

Cuando se acabaron, le sirve otro.

—Este va de mi parte —le dice con pena.

Freya sonríe y una lágrima se le escapa. Se maldice por ser tan débil.

—Esta bien. En serio. Me alegro. Se merecen el uno al otro —se le escapa otra lágrima, pero los tragos nunca se detienen y eso lo agradece infinitamente.

Entonces suena esa canción que la hace bailar y querer volar. Se aleja de la barra, con su trago recién acabado, y se alegra demasiado de llevar una falda que le da libertad de movimiento.

Comienza bailar, se balancea, mueve las caderas, hace ese movimiento tan sexual que Matt jamás le dejó hacer mientras estaban juntos. Sintió unas manos masculinas en las caderas, manos fuertes, ajenas a todo lo que ella conocía. Y no le importó. Estaba harta de seguir las reglas.

Se dió la vuelta y, gracias a la poca iluminación del espacio, distinguió una piel oscura y rasgos varoniles del hombre que la sostenía de la cintura.

El hombre agachó la cabeza y se acercó a su oído.

—¿Quieres ir al baño?

En otro momento de su vida, ¡maldición! Si alguien le hubiera hecho esa propuesta ayer, le habría dado una cachetada. Pero, ¿ahora? Honestamente, la propuesta le sonaba de lo más... interesante.

Se vio a sí misma asintiendo y sonriendo al extraño. Se vio siguiéndole el paso hasta los baños masculinos, donde él cerró la puerta y la subió a loo lavamanos para apoyarla, mientras él se bajaba los pantalones.

Cuando todo acabó, Freya no pudo recordar la última vez que se había sentido tan viva. Nunca había tenido más ganas de vivir y divertirse que en aquél momento.

No se molestó en preguntar nombres ni intercambiar teléfonos, sospechaba que el hombre buscaba lo mismo que ella y no había necesidad de explicar nada. Además, se sintió mareada.

Otro Trago [O.S.]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora