No hay vuelta atrás; historia corta

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Alan no daba más de los nervios por culpa de ella, quien aún no salía de aquel cubículo en el que estaba vomitando hace más de veinte minutos. Trataba de descifrar qué le había hecho mal, pero nada de lo que habían comido os últimos días estaba en mal estado o era tan fuerte como para dañar su estómago.  Angelique, por su parte, tampoco tenía idea de qué le pasaba, no era normal que vomitara de esa forma, tampoco había un motivo para que sucediera, pues no había comido nada pesado, tampoco bebió alcohol, mucho menos se drogó; estaba en un momento de su vida en que esas niñerías habían quedado atrás por completo.  

La amistad entre estos dos surgió desde el primer año cursando la carrera de fotografía, ambos universitarios de dieciocho años crecieron juntos en todo el sentido de la palabra, la inteligente muchacha apoyaba a su mejor amigo siempre, el cual no se quedaba atrás siendo por años el mejor de su clase, además de quien le enseñó a la castaña cómo emborracharse y no caer en las intrépidas garras de un idiota y ella a él cómo enamorar muchachas y ser todo un don Juan. Eran conocidos por ser inseparables, aunque no sabían tanto del otro como creían. 

— Angie, ¿estás bien? — se oyó desde el otro lado del cubículo.

— Sí, tranquilo. No tardo, ya salgo — la débil voz de Angelique le evidenció a su amigo que tardaría aún más. 

— ¿Qué has comido, princesa? — preguntó el pelirrojo apoyado en el lavamanos; ni siquiera le importaba que entrase alguien, no dejaría sola a su princesa, como suele llamarle.  

— La ensalada de frutas de la tarde, aunque dudo que el kiwi haya hecho esto, Alan —al fin la chica abrió la puerta dejando ver su delgado y ojeroso cuerpo, Alan sabía que estaba mal pero jamás imaginó que de un momento a otro su rostro estaría completamente cambiado.

— Mañana irás al médico, Angelique, no es normal que hayas vomitado tanto tiempo. Me tienes preocupado como a un marica — le abrazó por detrás mientras ella secaba sus manos y así salieron del lugar para caminar hasta tomar un taxi. 

— Mañana tengo que trabajar, Alan, no perderé el tiempo en un médico, pasará si bebo té y como ligero, no insistas — Alan abrió la puerta y Angie entró tras él, venían discutiendo el mismo tema desde que salieron del baño.

— Irás porque irás — le impuso el pelirrojo mientras arrojaba las llaves a la mesa de la cocina y cogía un baso con agua. 

— Alan, no pelearemos por esto, entiende que tengo que trabajar y hay que pagar todas las deudas del apartamento, lo sabes  — intentó batallar su amiga hasta que vio el fruncido ceño del muchacho con quien compartía más que un hogar.

— Me importa una jodida manzana que tengas que trabajar, sin salud no trabajas Angelique, además de las deudas puedo encargarme yo por este mes, no te preocupes, sólo hazme caso. Iremos al médico mañana y punto final  sentenció el chiquillo mientras ella hacía morritos. 

— Te odio — refunfuñó contra el pecho Alan cuando éste la abrazó. 

— Me amas y lo sabes, pequeña — rió y la apretó aún más contra sí.  

— Eres mi mejor amigo, ¿cómo no amarte, gatito? — acarició su mejilla y depositó un beso en ella para luego caminar juntos hasta el gran sofá que estaba en medio de la sala. 

— ¿Vemos una película? Así te tranquilizas y tu estómago igual, después comemos algo liviano y mañana muy temprano vamos directo al doctor. ¿Qué te parece? ¿No soy el mejor amigo del mundo? ¿Eh?  — propuso Alan y ella asintió para luego encender la plana y grande pantalla que yacía frente a sus ojos. Sabía perfectamente dentro de ella que Alan tenía razón y lo mejor era acudir  un doctor, así sin más. Vieron por enésima vez Amélie y comieron una sopa de pollo sin sabor para terminar el día durmiéndose en la ancha cama de Angelique.

No hay vuelta atrás / Alan Ashby / One ShotDonde viven las historias. Descúbrelo ahora