Corría y corría sin mirar atrás. Seguía ahí, persiguiéndome, y no era la primera vez.
De un momento a otro no pude hacer nada. Me quedé paralizada mientras de ese viscoso monstruo salía uno, y otro, y otro, y otro brazo. Todos venían a por mi, y yo seguía ahí, en la esquina de una calle. Rodeada por cientos de espectadores, a la espera de algún héroe o alguna heroína que nos salvasen de nuestro eterno enemigo; el de ser uno más, el de no tener ninguna particularidad.
En momentos como este, en los que en cuestión de segundos alguien puede terminar con tu vida, es en los que te arrepientes de demasiadas cosas. Y yo, sin ninguna duda, me arrepiento de haberle dejado solo.
Soy Mei, y esta es mi historia.
