Capítulo 1: Los ojos masculinos.

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Eran las tres de la madrugada cuando London sintió un dolor en el bajo vientre. Se levantó despacio, se dirigió al cuarto de baño y orinó. Cuando decidió incorporarse vio sangre, le había bajado el periodo. Se irritó, se molestó, tiró de la tapa del toilet y se golpeó el estómago, lo cual aumentó su dolor y, a la vez, su irritación.

«Maldición». Gritó para sus adentros.

«¿Es que es obligatorio o necesario que sangre una perra?». Se preguntó, pensando que si una chica no tiene ganas de tener bebés, tampoco debería tener derecho a tener el período menstrual.

Lo cierto es que ella una vez deseaba tener bebés, llegada la hora adecuada, por supuesto. Lo deseó mientras fue novia de Paul, un chico pelirrojo de diecinueve años, bello como una mañana fría y tranquila, y tan deseado como una dulce fresa bañada en chocolate. Para ella, él era perfecto, era su muñeco, su Dios y su dulce pecado. Tenían dos años saliendo cuando Monic, madre de London, los descubrió en la habitación de su hija menor. Era ya tarde, su hija mayor había perdido su flor de la pureza con el chico que amaba, pero el cual su madre odió desde esa noche, hasta su último día con vida.

Monic -madre de London- se casó con dieciséis años, estando muy enamorada. Tuvo dos hijas: London y Lisa. Cuando London tenía quince años sus padres se separaron por motivos de infidelidad. Su madre estaba destrozada, la pequeña Lisa confundida y London quedó marcada para siempre, con un súbito miedo a que un día, al igual que le ocurrió a su madre, su Príncipe Azul se marche con una princesa más bella y tierna.

Aún con eso, cumplidos los dieciséis años, London empezó a salir con Paul, el chico de la cafetería que quedaba en la esquina.

-Es tan bello que bien podría ser un pecado rechazarlo -decía Daysi, su mejor amiga.

Pero London seguía marcada por el vivo ejemplo de su madre, y le pareció que un chico tan bello se podía acostar con quien le diera su gana, y por lo tanto, no sería fiel.

Un día, mientras compraba un boleto de tren, él apareció delante de ella en la cola. Cuando volteó un instante y la vio se sonrojó. Hablaron un momento, pero ella era cortante, aunque le dolía tratarlo así. Entonces él se fijó en el largo de sus pestañas y le parecieron hermosas e interesantes.

-¿Sabes? Yo sabía que había algo extraño y diabólico en ti, sólo que no lograba descifrar qué era. Ahora lo noto, son tus largas y hermosas pestañas, aparte de ese brillo en tus hermosos ojos, esa forma de entrecerrarlos... Creo estoy enamorado -había dicho él.

Ella entonces sintió sinceridad en él, y pensó en darse el beneficio de la duda. Sólo que fue muy tarde para responder, ya que había llegado el turno para él pagar su boleto. Pero tan amable fue que le permitió a ella pagar primero. Estaba ahora más enamorada que nunca, pero justo en ese instante le invadió la inseguridad, así que pagó su boleto y se marchó fugazmente, dejando a Paul boquiabierto. No volvió a verlo hasta tres semanas después.

Cuando se encontraron de nuevo, eran las nueve de la noche, lo supieron por una radio del vecindario. El cielo estaba muy nublado. Iban caminando en la misma acera; ella trató de esquivarlo pero ya él estaba enfrente.

-Parece que lloverá -habló ésta con cierta vergüenza y el rostro al piso, para que él no viera el amor y las ganas reflejados en sus ojos.

-Mmm, puede ser que llueva -dijo él-, pero besos y caricias.

A ella no le dio tiempo a decir una palabra más, pues ya él la tenía tomada por la cintura y con sus suaves labios en los de ella. No se dieron cuenta, pero ya estaban llenos de agua debido a la lluvia, estaba muy oscuro y no había nadie en la esquina. Luego del beso, él le dijo que tenía meses admirándola, y que quería saber cómo saldrían sus hijos con ella. También le aseguró que para todo había tiempo y que él la esperaba si ella le daba la esperanza de algún día ser esposos.

-¿Esposos? -había hablado ella con la voz entrecortada, un poco más que nerviosa.

-Sí, esposos, Cielo. Es que ya eres mi novia -dijo él y volvió a besarla bajo la fría lluvia.

Sí, él llevaba meses observándola. Los ojos masculinos suelen ser muy observadores.

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⏰ Última actualización: Sep 08, 2020 ⏰

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La Llamada (Historia Corta).©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora