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No importa cuantas veces observará, una y otra vez, aquella persona siempre llamaba su atención inevitablemente

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No importa cuantas veces observará, una y otra vez, aquella persona siempre llamaba su atención inevitablemente. Quizá por sus suéteres amarillos o por los constantes girasoles en sus pequeñas manos cada día, involuntariamente le despertaba un interés guiado por la curiosidad de saber quién era aquel chico.

Aquel extraño muchacho de cabello castaño, que ondeaba al compás de la suave brisa de otoño, despeinado, con grandes anteojos redondos y sus labios abultados de un rosado brillante. Nunca, en sus diecisiete años de vida, había visto a alguien con una existencia tan llamativa, y en caso de haberlo hecho, esta era la primera vez que sus ojos veían a alguien que podía brillar incluso más que el sol.

Sentado en aquel banco de parque con su libreta de poesía, admirando los árboles, esperaba ansioso por ver aquello que de algún modo había animado sus frías tardes, aun sin conocerlo. En su pecho sentía que debía acercarse, pero su mente insistía en lo mala idea que resultaba aquel pensamiento.

Sin embargo, su sentir resultaba más fuerte que su propia voluntad.

No fue aquel lunes, ni el martes siguiente y tampoco el miércoles. Lo intento sin éxito, pues siempre que decidía cerrar su apreciada libreta y levantarse de la banca al verlo asomarse por la espaciosa vereda, su cuerpo se paralizaba, su mente se llenaba con esos pensamientos que le recordaban que las primeras impresiones no eran lo suyo.

Yoongi optó por establecer una conversación con él, vencer sus miedos de una vez por todas y así también esclarecer las interrogantes y pensamientos que surgían en su mente, en relación con aquel individuo tan deslumbrante. Porque ante sus ojos, ni el mismísimo sol, ni las estrellas que descansaban en el firmamento podían competir con el brillo que los orbes de aquel chico le mostraban al mundo.

Sujeto su mochila con fuerza, se puso de pie y a un paso un tanto inseguro se dirigió hacia él, precisamente en el instante en el que el castaño se sentó debajo de un árbol de aquel parque que frecuentaba desde que tenía uso de razón. Acariciando con sus pequeños dedos los pétalos de aquel girasol que ya estaba un poco marchitado, ignorando todo a su alrededor.

— ¿Puedo sentarme a tu lado?— preguntó al tenerlo frente a él, agradeciendo internamente que su voz no dejara ver que por dentro moría de los nervios.

Aquel joven alzó la mirada y a través del cristal observó a Yoongi con sus grandes ojos avellana, que sin temor, revelaban sorpresa ante lo que estaba sucediendo.

— Claro.— respondió casi de inmediato.

La voz del chico era dulce, quizás tan suave como oír los versos de un poema que te hace sentir hasta lo más mínimo de las palabras. Yoongi sonrió ante la respuesta del castaño y con delicadeza dejo su mochila en el brillante césped, con lentitud tomo asiento a su lado, apoyando su espalda en el gran árbol que les hacía compañía. 

— ¿Puedo preguntar por qué has escogido sentarte aquí conmigo?

Se mantuvo en silencio, el tono usado denotaba curiosidad, pero también le hacía cuestionar su decisión y pensar que, tal vez, no había sido buena idea.

Ante la luz de las estrellas. | YoonminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora