Charles Xavier era la última persona en el mundo que podría acosar al mejor amigo y pretendiente de su hermana. Definitivamente él jamás haría eso.
Pero ahí se encontraba. Mirando todas las estanterías del departamento de Erik Lenhsherr, observando cada detalle de ese lugar donde vivía ese... señor alemán de sonrisa depredadora y encantadora. Que sólo le dedicaba a Raven.
Sacudió su cabeza enojado y frustrado. No quería tener que pensar de inmediato el porqué le enojaba el hecho de que ese alemán encantador atendiera y le dedicara esa atención a su hermana. Tomó uno de los libros con una extraña portada que le resultó familiar de algún modo. Abrió el libro y leyó una sola frase de una página aleatoria.
"Sus hermosos ojos azules se dilataron y miraron a Erik con excitación. Abrió sus sonrosados labios y soltó un suave gemido, que Erik calló con sus labios."
Se estremeció de excitación, pero a la vez de enojo. Observó enojado su alrededor y vio las escaleras, unas escaleras que al parecer llevaban a distintas habitaciones. Subió enojado, con el libro en mano y abrió la primera puerta, para encontrarse con un cuarto lleno de distintos tipos de trenes en circulación.
Habitación incorrecta.
Abrió una segunda puerta para encontrarse con la biblioteca más grande que un pequeño espacio podría tener, repleta de distintos tomos de las más grandes obras de la historia. Amó esa habitación y por poco se olvida de su objetivo. Sacudió su cabeza de nuevo y salió de ahí, prometiendo volver.
Abrió cada puerta de ese segundo piso encontrándose con distintas cosas, menos al dueño de ese lugar. Al abrir la última, gruñó al encontrar por fin a su presa. Dormía en una confortable cama, rodeado de más libros de los que había visto en la biblioteca y observó sus hermosos rasgos relajados, sumergidos en el sueño. Se regañó por distraerse.-¡Tú, desgraciado alemán!.- gritó agitando el libro en sus manos.- ¡¿Cómo te atreves a escribir ésto sobre mi hermana?! ¡Menuda fantasía que tienes, degenerado!
Erik abrió sus ojos, bostezando y los clavó en el intruso. Gruñó y se levantó lentamente.
-¿Que haces aquí, Charles? ¿Cómo, y porqué entras a mi casa y revisas mis escritos?.- dijo con una voz ronca, que estremeció de excitación a Charles.
No había pensado en que hacer en ese caso, así que simplemente dijo lo primero que se lo ocurrió.
-Vine a buscarte.- dijo con simpleza.
-¿Para qué?.- preguntó Erik acercándose al menor.
-Para...Mi hermana cumple años dentro de poco.-respondió.- Pensé que me ayudarías a...organizar, sí...eso, organizarle algo.- sonrió inocente.-Cómo son tan buenos amigos.- soltó con amargura. Bajó la mirada y recordó porqué había irrumpido en la habitación de éste.- ¡Además tú eres un degenerado escribiendo éstas cosas de mi hermana!.- gritó asustando a Erik, que estaba frente a él y lanzándole el libro a su cara.-¿Cómo sabes que ésto lo escribí yo?.- dijo Erik tomando el libro en sus manos.- No dice mi nombre en ningún lado y nadie conoce mi sobrenombre a excepción de Raven y mi editor.
Charles se asustó por un momentó pues no sabía en realidad si el alemán lo había escrito. Asumió que si era y se lanzó contra él. Que suerte que no se había equivocado, o hubiera muerto ahí mismo, el telépata más poderoso, de vergüenza.
-Raven es mi hermana, y si no olvidas, puedo entrar a la mente de quien sea.- dijo con una mueca arrogante.-No lo olvidé, sólo no pensé que fuera importante que buscaras algo sobre mi, en la mente de alguien.- respondió éste, arrogando el libro a la cama y acercándose peligrosamente al castaño.- ¿Sabes algo? No escribía sobre tu hermana.- rodeó la cintura del castaño y girándose, se pegó a la pared, con Charles entre sus brazos. Charles sonrió levemente ante la postura, inconscientemente, y puso sus manos en los brazos del alemán.
Ojos azules. Eso lo decía todo. Esa característica genética estaba presente en su familia por generaciones. Era obvio que escribía de su hermana. Aún si percatarse del todo de la posición, que dejaba muy claro porqué no era de Raven, que escribía el alemán.
-¿De quién, si no? Ojos azules. Es evidente que escribes de ella.- gruñó frunciendo el ceño.
Erik sonrió al notar los celos de Charles, aún en la posición en la que estaban. Sabía del enamoramiento que tenía el castaño con él, sabía muy bien que sentía celos de su hermana al ser ella la que tenía mayor parte de su atención frente a éste. Raven no era tonta en absoluto y sabía que ella sabía que él también sentía atracción por su hermano menor y decía constantemente que ambos eran idiotas. Lo eran. Charles a pesar de su inteligencia, no estaba consciente de su belleza y del encanto que tenía en las personas de su alrededor, sin necesidad de su telepatía. No era consciente en absoluto del encanto que tenía en él.
Así cómo no recordaba en sus adorables celos, que su hermana era adoptada...
-Olvidas un detalle, mi querido Charles.-acarició su rostro, y clavó sus ojos verdes en los azules cómo el cielo del menor, acercó sus labios a los del castaño y susurró: -Tu hermana no tiene ojos azules.