Estaciones

Un invierno en Londres

Me poseía el azul de sus ojos, cualquiera que los mirará podría quedar a su mereced. Su cabello dorado como el sol. Sus labios finos y rojos me dejaban extasiada.

Las tonalidades grises y azules del invierno le sentaban bien, era una obra maestra en su totalidad.

Una voz aterciopelada, que hasta los mismos Ángeles podrían envidiar. Su esencia transmitía paz, el era el vivo sinónimo de calma.

Oí tu voz en el bar que frecuentaba cada noche. Verte fruncir el ceño y cerrar tus ojos cuando cantabas, fue suficiente para enamorarme. aunque traía una simple copa de vino encima la melodía de tu voz me había embriagado lo suficiente para levantarme y decirte el hermoso talento que tenías. Tu actitud gritaba valentía para contestarme pero sabía que por dentro tus nervios tenían el control.

Recuerdo que tomaste valor para pedir mi número, fue lo mejor que pudiste haber hecho.

Jamás olvidaré nuestra primera cita, la noche era preciosa, fría, pero pura y hermosa, como tu.

Tus labios hicieron contacto con los míos y podría jurar que vi las estrellas, todo rastro de frío había desaparecido, al igual que mis nervios, ya lo había dicho, tu transmites calma.

Tu mano entrelazada con la mía era la mejor sensación, sentía el frío metal de tus anillos, pero no importaba, tu presencia me daba la temperatura perfecta.

Tu sonrisa, podía jurar que los dioses del Olimpo peleaban por ser como tu, una sonrisa que derretia a cualquiera, tenías el rostro de un niño pequeño, pero eso no disminuía tu hombría en lo absoluto.

Sabías como tratarme, con cariño, respeto, y mil formas más, una mejor que la otra. Sabias como amarme.

Entereza, valentia, talento, eran unas de las tantas cualidades que tenías. Que amaba.

Desearía haber pasado el resto de mi vida a tu lado, pero el futuro nos deparaba destinos separados.