VIII

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Los otros aborígenes en cambio, lejos de caer en la aldea blanca, en la que dos de sus hermanos, por no decir los hijos del aborigen que buscaban, cayeran en la aldea humana. Cayeron en el territorio de Rajah y las hienas, sintiendo que el hombre pudiera haber llegado allí.

Era sabido por todos los pueblos que habitaran en esa región, que el tigre y las hienas, no eran animales que dejaran que otro se paseara libremente por su territorio, sin dejar que el intruso se fuera de aquel lugar, sin pasar por ellos.

-Si Cuervo luna ser protegido por hermano lobo, si este saber que nosotros estar en peligro, seguramente él venir a rescatarnos-piensa uno de los aborígenes que en ese momento estuvieran allí.

A diferencia de quien desapareciera en esa noche, los guerreros si estaban armados, por lo tanto, al sentir que sus vidas pudieran correr peligro de un momento a otro, mientras ellos estuvieran distraídos, Tomkana que aparte de estar con sus hermanos, estuviera con Brutus y sus compañeros, de quienes tanto Rajah como las hienas, se burlan.

-Tus hermanos de la selva, no quieren a los humanos, ¿por qué los traicionas de semejante manera? –inquieren el tigre.

-Si desde hace mucho tiempo, los humanos quisieron domesticar a varios de nuestros antepasados, no es culpa nuestra-sentencia el perro, ordenándole a estos retroceder.

-No voy a dejar que un lobo traidor de su especie, me hable de ese modo-señala el tigre.

En tanto mientras Brutus, de cuya presencia en la selva, Aquila que no podía hacer mucho por el estado en el que se encontraba su salud, pero seguía decidido a ayudar a quien lo necesitara, es informado de la situación que sus hermanos atravesaran, el cacique saca su arco y una de sus flechas que dispara hiriendo de muerte a Banzai al ser la que estuviera más cerca, quien sintiendo lo que sucediera, en un acto desesperado, llama a su hermana para que lo ayudase. El ataque de estos animales, los había encontrado a casi todos durmiendo, por lo que era algo imposible, más cuando Kenais y Areski, quienes fueran los únicos con la capacidad de reconocer a las hienas que hicieran a su amigo, huir en medio de la noche.

-Ellos estar con otros hermanos, buscando por otros lados-sienten algunos de los guerreros, que estuvieran con ellos.

También hiere a otra que, en lugar de caer del mismo modo, la lastima de modo muy leve, el desconcierto que en ese tiempo se hubo creado entre ellos, permite que los humanos pudieran escapar.

-Sin armas, Cuervo luna estar indefenso y no poder ni siquiera alimentarse-sienten los aborígenes que en ese momento estuvieran a merced de los animales, furiosos por lo que acabara de suceder con uno de sus hermanos.

Una vez que, con la ayuda de sus lobos guardianes, lograran liberarse de la amenaza de Rajah y las hienas, los nativos que estuvieran allí, entre los que había algunos que podían reconocer claramente a las hienas que estuvieran en la aldea, se alejan.

En ese instante, lo único que pasa por la cabeza de los hombres, además del deseo de encontrar a Cuervo luna, y en el caso de no hacerlo, rezarles a sus dioses, para que lo que ellos dijeran en otro momento se cumpliera, y otra cosa que pudieran hacer, era esperar que los hijos de ese hombre, hubieran tenido suerte, llevándolos a desconocer lo que hubiera sucedido con ellos, en la colonia inglesa que había un poco más alejada de sus territorios.

-Si haber pasado mucho tiempo, desde que Cuervo luna tener que salir por causa de animales, esperar que alguno de nuestros hermanos que estar distribuidos por la selva, tener suerte y encontrarlo-desean tanto el jefe como sus compañeros, regresando a la aldea.

En cuanto lo hubieran hecho, percatándose de la situación de uno de ellos, Shenzi se altera.

-Si reaccionas así, seguro debiste haber visto, cuál de todos estos malditos me disparo-siente la hiena, respirando de forma entrecortada.

Cuervo luna, un libro de la selva diferenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora