-Cuanto falta?.- Preguntó Ana, ofuscada y fatigada por el viaje. Ya habían pasado varias horas y la ruta se veía interminable, como una escena que se repite una y otra vez.
-No se- Dijo carlos.- ¿Necesitas ir al baño?-Preguntó, mirándola por el espejo retrovisor.
-No, pero creo que me estoy empezando a pudrir, hay varias moscas pegadas en los vidrios y me miran- Dijo Ana, como casi dándose por vencida.
-Bueno, no tengas miedo es normal. En cuanto lleguemos vemos qué hacemos.- Dicho eso, Carlos, se lo notaba tranquilo y sin miedo. Aceleró el ritmo del auto, los maizales se veían pasar cada vez más rápido, y pronto las calles eran desiertos con cementos, cada tantas millas podía verse el cadáver de algún animal siendo comido por buitres. El sol espantaba a las nubes y resplandecía por sobre los árboles que se veían desde los costados de la ruta. Pasaron varias horas y la ruta seguía igual, Carlos sentía una molestia en las piernas que lo venía acompañando hacia varios kilómetros, decide apartar el auto en uno de los costados y se para mirando el lejano ocaso, una brisa de viento le pegaba en la cara, y el cerraba los ojos
-Ojalá pudiera estar viva, y sentir como el aire entra, sentir el calor del sol.- Dijo Ana mientras el vidrio del auto reflejaba el paisaje.- Ni siquiera voy a sentir como los gusanos me comen. Tengo una tristeza que no me deja llorar.
Luego de un breve suspiro, Carlos, tragó saliva y se limpió el sudor que tenía en la frente, pasó su mano por el mentón y se sentó en el capó. Un cuervo hizo presencia al lado de el e investigó de dónde venía tal olor. Carlos los espantó con agitando su gorra y el cuervo se fue lanzando chirridos, la acomodó nuevamente. Y de un salto encaminó, el sol estaba en uno de sus puntos más altos y el calor era agobiante, las moscas volaban cerca de la boca de Ana y hablaban por ella.
-Hace varias noches no puede dormir, los sacerdotes van a recitar los rapsodias y ella no llega a su destino- Dijo la mosca negra
-A este paso la carne se pudre, tenemos un trato con la muerte, y el fuego no puede romperlo.- Dijo la mosca gris
-Que reciten, pero que tengan cuidado, puede que no puedan hablar como Ana, los párpados les serán pesados- Carlos, enervado por los comentarios de las moscas aumenta la velocidad y aprieta el volante.
-¡¿Con quién hablas?!- Pregunta Ana, confundida y espantada por lo que hizo Carlos.
-Con las moscas- Fulminandola con la mirada en el espejo retrovisor- No te darás cuenta pero ya hablan por vos, no se si vamos a llegar, me queda medio tanque de nafta.
-No hablan por mí, yo las hago hablar- Dijo Ana, mientras una mosca salía de la oreja de Carlos.- Vos también tenés olor a muerto, solo que no te diste cuenta.
-No me hagas dudar dos veces, que choco y te arrastro al infierno conmigo, sin violencia y con mucho cariño.- Los ojos de Carlos estaban cegados por el comentario de Ana.- Después de todo lo que hice por vos, me pagas así. !Te puedo asegurar que tu única compañía de acá a unas horas van a ser los gusanos y los cuervos!- Enojado, Carlos, arranca el espejo retrovisor del auto y lo tira por la ventanilla.-La puta madre, para que mierda me metí en esto, nunca tiras una buena, ¿para que mierda estás conmigo? Si nunca me ayudas en nada.- Las lágrimas de Carlos eran largas y caían sobre su regazo.- Yo cambié mí vida por vos en un todo y ahora... Ahora no tengo nada, ni a mí mismo me tengo.- El llanto era cada vez más fuerte y lo angustiaba, el auto poco a poco iba perdiendo velocidad. Y Carlos sollozaba del dolor, con la frente apoyada en el volante y agarrándose los pelos, mirando la interminable ruta, viendo su reflejo en el vidrio con los ojos rojos.
-No entiendo por qué te martirizas, si nadie te obligó a nada, tus propios impulsos fueron los que te llevaron de un extremo a otro, si no podes encontrar tu equilibrio en este mundo, entonces tendré que comerte, quizá, esta vez le veas la cara a Dios o al diablo.
Luego de un breve suspiro, Carlos saca un 38 de la guantera, ve cuántas balas tenía el tambor y se baja del auto, deja la puerta abierta y abre el baúl.
El primer balazo fue en la cabeza, el segundo también y la sangre estaba roja con tintes negros. Una bandada de cuervos salió del auto y atacó a Carlos, se lo devoraron en cuestión de minutos, sin llorar, sin resquemor, y aceptando la vencida derrota. Quedó en el suelo agonizando del dolor, acostado en una posición fetal. De entre toda la sangre que brotaba por los poros, alguna que otra lágrima caía en el asfalto, un pequeño hilo de sangre se formaba con tal mezcla.
Con la poca fuerza que le quedaba, Carlos, logró ponerse en pie, cerró el baúl de un golpe y se subió al auto.
-Cuando hay pocos demonios, empiezan a caer los ángeles- Dijo Ana- Por eso, hoy podes comer de mí.
-Comer de vos ? Con que razón? No podría sentirle el gusto a la carne, tengo la lengua carcomida y lastimada, estoy en el mismo sendero que vos, a paso lento pero en la misma fila hacia el matadero. Sería en vano seguir manejando...- Dijo Carlos.
-Y quién dijo que nos iríamos caminando?.- Dijo Ana. Un estallido de risas comenzó a sonar, alguien subió al techo del auto. Las risas eran cada vez más fuertes, Carlos disparó hasta dejar el tambor vacío. Sin miedo a lo que pueda suceder baja del auto y empieza a correr, bajo una noche dónde la oscuridad va a ser cómplice junto con la luna. Las heridas dificultaban el ritmo, comenzó a agitarse y tambalea,. Todo concluyó para el decide esperar sentado en el piso, al ver como el auto se acerca para darle el golpe final.
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Ana y Carlos
HorrorEspero que lo disfruten, es un microcuento que me llevó algo de tiempo. Una historia cargada de muchas cosas. Mi especialidad es la metáfora, podemos asumir, entonces, que tal microcuento, está cargado de metáforas las cuales logran una libre interp...