Se detuvo, lo había logrado. Ese estado general de anhedonia se había esfumado.
Disfrutó del ritmo de su respiración, se sintió libre.
Por un instante quedó embrujado por el elegante recorrido del fluído carmesí en el afilado cuchillo. Tan importante y a la vez tan simple y obediente a la gravedad, casi como cualquier otro líquido, e incluso, como cualquier otra sangre de cualquier otra especie.Lavó cuidadosamente el cuchillo, y lo devolvió a su mejor escondite, la cocina. Nada puede pasar más desapercibido que a la vista.
Se aseguró de no haber dejado huellas que delatasen el refugio del utensilio que pasaría inadvertido y seguiría el curso de su vida tal y como había hecho hasta ahora. Cortando carne, troceando tomates, aparentando ser lo que no es, jugando al mismo juego en el que participamos cada día, cada uno de nosotros. Sin excepción.
Se acercó a ella, la abrazó por última y posiblemente primera vez, para manchar todavía más a conciencia su camiseta con el desastre que había causado.
Acto seguido, soltó un grito desgarrador, puso su mejor expresión de pavor y corrió hacia la casa de sus vecinos para hacerles saber que algo horrible había pasado. Su hermana mayor había sido asesinada en su propia casa, y él, un indefenso niño de 9 años había sido testigo del acto.
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Subrepticio
RandomVivimos en una alucinación colectiva, donde hay sitio para nuestra propia e individual realidad, siempre que esta se construya en base a la primera y se ciña a sus límites.