Capítulo 2

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La cama era de estilo medieval ¡en serio! Con esas enormes varillas en los extremos y un velo encima, un "mosquitero". En el mismo instante se me puso la piel de gallina, ¿habría muchos mosquitos?

Miré a mi alrededor y nada podía apartar de mi mente el loco deseo de estrangular a mi padre. No podía estar pasando por todo esto. A estas alturas ya deberían estar brindando su cuarta copa por el trato que habían cerrado la tarde anterior. Habían trabajado muchos años para eso. ¡Eran su competidor número uno!

- ¿Cómo pudo mi papá hacerme esto? - dije en voz alta mientras me acercaba a uno de los dos grandes ventanales cuadrados de madera rústica. Aparté la pesada cortina blanca y abrí la ventana, pensar en mi padre hacía que me faltara el aire.

La noche ya se estaba adueñando del lugar. No estaba segura, pero parecía que había millones de ranas ahí fuera, porque juraría que estaba escuchando una sinfonía de croares procedentes del exterior.

Suspiré.

"¡Vaya semana!"

Al principio de ella, había roto un compromiso de cuatro años con un conde de Inglaterra. Antony Brian III. Entonces se me pasó algo por la cabeza: ¿fue mi rotura, aparentemente irracional, con Antony la causa de todo? Después de todo, mi padre se había vuelto loco. Había dicho que acabaría cómo él, sola e infeliz, pensando sólo en el trabajo.

Yo amaba mi trabajo. Era mi prioridad y jamás renunciaría a un milímetro de él por nadie, ni siquiera por un conde.

Entonces, unas figuras que aparecieron en la oscuridad me sacaron de mis pensamientos.

Primero pude visualizar un caballo blanco. Desde aquella distancia parecía todo blanco, a su lado un hombre, un peón. Llevaba un sombrero en la cabeza y botas de caño alto, y a su lado un perro que no paraba de saltar y correr entre las piernas del hombre.

De repente, el hombre empezó a correr detrás del perro y los dos perecían imbéciles saltando y corriendo. El caballo, que hasta entonces había permanecido quieto, empezó extrañamente a trotar alrededor de los dos, y yo entrecerré los ojos.

Era una escena curiosa. Observé a los tres jugando cerca de un enorme árbol durante unos minutos, hasta que el hombre montó en su caballo con sorprendente destreza y se alejó al galope en la oscuridad, acompañado por el perro tonto.

Resignada, decidí darme un baño, al menos el baño estaba en el dormitorio y había una bañera, que no se parecía a nada a las que solía usar, sin embargo, en mi actual circunstancia, era una visión del paraíso.

Me desperté asustada por unos ruidos extraños, parecían gritos. Me incorporé con los ojos muy abiertos, intentando ordenarme el pelo totalmente despeinado.

Volví a escuchar el ruido.

Gallos.

Muchos gallos, por lo que pude notar, parecía un concurso de canto de gallos.

Cerré los ojos e intenté contar hasta diez.

¡Maldito papá!

Me levanté y no me sorprendió que aún no hubiera salido el sol.

Estaba en el campo.

Estaba bajando las escaleras cuando sentí un olor tan maravilloso que casi sonreí.

Café.

Al entrar en la cocina y ver una rica mesa puesta con una gran variedad de comida, me di cuenta de que Tomás, Marie y Pietro tenían mejor aspecto. Se reían cuando llegué. Junto a ellos estaba la chica rubia que me había presentado la habitación y Yang, el silencioso japonés. También había una mujer robusta de pelo casi rubio quemado que servía el café:

Un amor por Encargo ||CAMREN|| EDITANDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora