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Chanyeol suspiró de aburrimiento. Había estado dando vueltas en su cama durante tantas horas, que la sensación de su cuerpo revolcándose en su propio sudor le hacía sentirse ahogado.

En alguna esquina del buró la radio permanecía encendida, anunciando precauciones para el mal clima y escandalizando ofertas ridículas del supermercado. El aparato era funcional, creía Chanyeol, y aunque nunca le había causado ningún tipo de molestia, apenas la desafinada voz de algún nuevo y moderno cantante le golpeó los oídos, tuvo que ponerse de pie y desconectar la cosa.

No se sentía especialmente tolerante. Lo cual no resultaba extraño considerando que no le había estado yendo muy bien últimamente. El sueño se le escapaba, noche tras noche, por algún lugar de la ventana de su fría y solitaria habitación. Su mente pensaba en cosas que no parecían tener solución y decir que se ponía un poco de malas cuando le faltaba completar sus ocho horas de sueño sería minimizar el problema, en realidad.

Se miró al espejo y se talló los ojos. Su cabello negro estaba tan desparpajado que cogió una gorra y se recompuso enseguida. Zapatos viejos y calcetas sucias, todo dispuesto a empaparse por si llovía, tal y como anunciaba la radio. Entonces salió a la calle.

Caminó apenas unas cuadras y tomó el autobús. Varios minutos después envió un mensaje.

Estoy afuera. (18:45)

La casa de Yoora era grande. Con ventanas bien limpias y paredes de un vino tinto vibrante recién pintado. Con un patio lo suficientemente amplio como para dejar correr a más de cincuenta perros. Varios arboles. Demasiados árboles. La casa de Yoora era todo lo que Chanyeol no quería. Él siempre había soñado con una casa pequeña, con pocas plantas de maceta, nada plantado en la tierra. No quería un patio en realidad, pero sí que soñaba con un pequeño balcón en un tercer piso. Todo pintado de blanco y unas cuantas paredes de algún color diferente y medianamente extravagante. Azul índigo, quizá. Quería un cuarto pequeño y desordenado que le sirviera de estudio. Algunos instrumentos mal acomodados y sus libretas viejas vagando por ahí. Nada grande. Nada muy costoso tampoco.

Al principio, Chanyeol se sentía realmente cómodo con el departamento en el que vivía. No estaba pintado de blanco, pero el menta suave tampoco le parecía un mal color. Usaba la habitación continua a la suya como una especie de estudio de grabación. Su trabajo de medio tiempo, sumado a las pocas ganancias de sus letras vendidas, le daba buen dinero para pagar el pequeño lugar que, en realidad, no resultó ser absolutamente barato.

Había estado bien con eso. Algo para él. Algo suyo se había sentido bien hasta hace unas semanas atrás, cuando luego de comer, la estrechez de las paredes se ampliaba y el piso parecía hundirse. El departamento con dos habitaciones, un balconcillo y una planta de violetas era demasiado grande para sí mismo. Es por eso que hasta ahora no entiende cómo Yoora puede vivir únicamente con su esposo en una casa tan grande.

—Diga.— la voz femenina al otro lado de la línea le hizo dejar de divagar.

—Abre la puerta.

—¿Chanyeol?

—Sí, soy yo.

—¿Qué quieres?

Chanyeol suspiró.

—Traigo tus muffins, ¿Por qué no solo le abres la maldita puerta a tu hermano?

Llamémosle Destino °CHANBAEK°Donde viven las historias. Descúbrelo ahora