Si me dijeran que el silencio es la ausencia de sonido, sinceramente les diría que están completamente confundidos. Aquel silencio era el más ruidoso que había escuchado en toda mi vida. Me pesaba, me dejaba sin aire, me angustiaba a cada paso que daba por aquel pasillo, escuchando solo mis pasos. Tenía miedo de hablar y que solo me respondiese mi propia voz, haciendo eco en cualquier habitáculo vacío.
Hacía tiempo que había dejado de oír a mis compañeros hablar animadamente y tampoco había visto a A desde hace un rato. Apuntando con mi linterna hacia la oscuridad del pasillo, entré en una de las habitaciones, esperando encontrar a alguien.
Un fuerte ruido me erizó por completo el vello. Quise girarme, pero mis piernas se habían congelado. Me sentía observado, como si algo o alguien no me quitara la vista de encima. Giré la cabeza hacia un lado, presa de los temblores. Aquel ruido que había oído era el reloj de pared, dando las seis y media de la tarde. Debía relajarme, mantener la calma. A lo mejor, los demás solo estaban tomando algún refrigerio.
Salí de la habitación y volvió a inundarme aquella sensación de desasosiego. De alguna forma que yo no entendía, notaba que algo no iba bien. El ambiente era frío y desapacible…
La paz que allí reinaba no era precisamente tranquila.
Volví a sentirme observado, así que decidí apretar el paso para ir más rápido. Con solo encontrarme a otra persona en aquel lugar, ya me sentiría tranquilo. Me daba igual quién fuera.
La sensación de opresión en mi pecho creció y eché a correr. Ya no sabía hacia dónde me llevaban mis pasos, pero me daba igual: cualquier sitio era mejor que aquel barco. Llamaba a voces a mis compañeros, pero no recibía respuesta. Mi cuerpo se estaba cubriendo por un sudor muy frío que no ayudó a calmar mis temblores. Corrí y abrí una puerta: la habitación estaba vacía… Corrí a la siguiente… Vacía. El restaurante… Vacío. La proa… Vacía. La popa… Vacía. Los pasillos… Vacíos. Seguíamos en alta mar, por lo que en algún lugar debían estar…
Seguí frenético mi búsqueda. Cada vez que abría una puerta o que mis llamadas no recibían respuesta, mis esperanzas se derrumbaban poco a poco. Llegó un momento donde me detuve, en medio del largo pasillo oscuro. La opresión en el pecho ya era insufrible. Me apoyé en la pared y vomité. Vomité absolutamente todo lo que mi estómago tenía dentro. Era presa ahora mismo de un ataque de ansiedad crónico.
¿Cómo había llegado a aquella situación? En un abrir y cerrar de ojos, había notado que el ambiente se crispaba y se volvía frío… El silencio había inundado el barco de un plumazo, borrando los pasos y las conversaciones de mis compañeros. ¿Me había quedado solo de pronto en aquel barco? Un rayo de esperanza apareció de pronto: A sigue aún en el barco. Es imposible que se haya ido.
Corrí hacia la habitación donde yo sabía perfectamente que él estaba. Llamé furiosamente a la puerta, pero no hubo contestación. Grité su nombre desesperadamente, pero tampoco recibí respuesta. Por primera vez en mi vida de esclavo, deseaba ver a mi perverso amo. Mi respiración se cortó cuando noté aquella mirada que no paraba de seguirme, de vigilarme… Grité hasta casi sin quedarme sin voz y, para mi asombro, la puerta se entreabrió. Sin pensarlo, pegué un empujón a la puerta y entré en la habitación. Estaba a oscuras y el ruido del péndulo del reloj no se oía por ningún lado. Llamé a A, presa del pánico. No obtuve respuesta. Agucé el oído y escuché un sonido que provenía del techo. Alcé la linterna, la cual cayó al suelo haciendo un ruido sordo al mismo tiempo que yo me quedaba de rodillas en el suelo y me congelaba…
A estaba colgado de una de las vigas del techo.
Quería gritar, pero no podía. Quería correr, pero el cuerpo no me respondía. Noté la mirada de nuevo y, gracias a la adrenalina, salí corriendo de la habitación.
Esto es una pesadilla, nada más.
¡Debía serlo!
De pronto, tropecé con algo en el suelo. Me giré y tuve que reprimir las ganas de vomitar de nuevo…
Había tropezado con la pierna del cadáver de uno de mis compañeros.
Volví a correr sin mirar atrás y empecé a notar que mis pies se deslizaban por aquel suelo. Cuando quise darme cuenta, estaba completamente manchada de sangre la moqueta, como si allí mismo hubiese llovido sangre. Todo el pasillo estaba lleno de cadáveres ensangrentados. Cerré los ojos y corrí lo más rápido posible fuera de aquel lugar.
Llegué al hall, iluminado por fin. Di gracias a que por fin viese algo de luz en aquel barco, aunque solo fuese para mostrarme la escena más grotesca que jamás haya presenciado...
Los cadáveres de cientos de mis compañeros se hallaban colgados de las lámparas o tirados en el suelo…
Todos ellos ensangrentados.No me dio tiempo a hacer nada más: la sensación de que alguien me observaba era ahora muchísimo más fuerte. Retrocedí un par de pasos, presa del pánico y del horror. No podía ni llorar.
Esto debía ser el infierno.
Me congelé tras notar que mi espalda chocaba con algo. ¿Debía girarme y afrontar mi destino? ¿Debía terminar como todos mis compañeros?
¿Eso era lo único que me quedaba?
Giré poco a poco la cabeza y comprendí por fin el destino que me aguardaba… No hice movimiento alguno… Simplemente, dejé que su mano se acercase a mi frente.
Esto no era una pesadilla…
Estaba de verdad en el infierno...
Y acababa de encontrarme con el Diablo.
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BSD || En el infierno
FanfictionNo era una pesadilla... Estaba de verdad en el infierno. Subido a BSDAmino