Es tiempo de dejarlos ir

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— ¿Segura que estarán bien?—Cuestionó con notoria preocupación sujetando sus manos con fuerza—. Si necesitan ayuda...

—Estaremos bien—Aseguró sonriendo para infundirle tranquilidad—. Hace tiempo preparamos planes de contingencia en caso de que el Gran Defensor llegara a faltar—Explicó siendo ahora quien, con un rápido movimiento, sujetaba las manos de él—. Como Hiccup Haddock dijo, nos adaptaremos a este nuevo cambio.

—Lo sé—Suspiró el pelirrojo rendido—, pero si es demasiado riesgoso, si no pueden controlar la situación, no duden en pedirnos ayuda... No dudes en pedirme ayuda.

Ella asintió, sonrojada ante tales muestras de preocupación.

—Todo estará bien, ¿de acuerdo?—Insistió ella tomándolo ahora por los hombros—. Tú preocúpate por tu gente y yo haré lo mismo por la mía. Regresaré en cuanto todo esté asegurado.

—De acuerdo—Concedió entonces rodeándola por la cintura—. Si tardas demasiado iré a buscarte.

La rubia sonrió para después abrazarlo, llenándose de su calor y seguridad, pues aunque por fuera se mostraba fuerte y tranquila, por dentro temblaba de miedo por lo que fuera a ocurrir a partir de ahora.

—Hasta pronto—Se despidió apartándose un poco para encararlo.

—Cuídate—Susurró él liberándola lentamente y depositando un suave beso en su frente.

Sin pensarlo por más tiempo se alejó rompiendo el contacto, pues sabía que mientras más alargaran esa despedida, más difícil sería dejarla marcharse.

Vio en silencio como ella y su hermana cruzaban un par de palabras antes de que subiera al barco que poco a poco comenzó a alejarse del puerto Berserk. Se mantuvo ahí, observando como la distancia entre ambos aumentaba hasta que el barco desapareció en el horizonte y solo entonces se giró para encarar a su hermana.

—Reúne a todos en la plaza del pueblo—Ordenó con toda la tranquilidad que le era posible, en los ojos de su hermana podía ver tristeza ante lo que ambos sabían que estaba por suceder—, no somos los únicos que deben despedirse.

Dicho esto y tras ver como ella asentía en silencio, dio media vuelta y se alejó del lugar.

Su mente comenzó a divagar y sus manos, por mero impulso, sacaron la carta enrollada que había guardado en su cinturón, misma que horas atrás les había sido entregada por un halcón mensajero.

Una carta con el sello de Berk traída por un halcón y no un dragón. Ese detalle había sido suficiente para preocuparlos y lo que leyeron en su interior solo agravó la situación.

Y ahora, mientras caminaba sin rumbo definido, sentir el papel arrugado le ayudó a comprender que todo era real a pesar de que su interior intentara negarlo.

Desenrolló el pergamino y nuevamente dejó que sus ojos viajaran por las palabras escritas en él, como si algo nuevo apareciera en ellas, como si alguna parte hubiera sido saltada o incluso la hubiera leído mal.

Pero con forme avanzaba en su lectura, esa realidad se hacía más clara y tangible ante él y la voz de su interior lentamente se desvanecía al igual que su esperanza de que todo fuera un error.

«Dagur:

Seguramente después de leer esta carta tratarás de buscar una respuesta clara a todas las dudas que dejaré e incluso querrás una explicación directa de mi parte, pero te ahorraré esos intentos diciéndote que no me encontrarás.

Abandonamos Berk, y antes de que te vuelvas loco por eso, debes saber que fue la decisión que, como jefe, debí tomar para mantener a salvo a mi gente... Para mantener a salvo a los dragones.

Es tiempo de dejarlos irDonde viven las historias. Descúbrelo ahora