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Salió de su departamento ajustándose el audífono y luego se abrochó su largo saco. Últimamente comenzaba a hacer muy mal tiempo, y eso era realmente extraño. Pero le gustaba; mucho, a decir vedad. Pensaba que de vez en cuando el cielo ha de estar triste. Y ¿cómo no iba a estarlo, si hoy en día la gente suele ser muy infeliz? Él personalmente no se consideraba alguien no feliz, puesto que creía que tenía todo lo que necesitaba. Y así era; tenía amigos que lo apreciaban mucho. Una familia que lo apoyaba en todo. Una buena salud y un techo donde vivir, solo. Ahora se dirigía al trabajo, el cual amaba. Trabajaba en una pastelería, y no le iba tan mal. La paga era justa y necesaria; y la gente de allí era sorprendentemente simpática. Finalmente llegó al recinto, abrió la puerta y se adentró al familiar ambiente. El lugar estaba muy cálido, debido a la calefacción y eso era agradable. Se sacó el saco y lo dejó en el perchero. Luego fue detrás del mesón, para tomar su delantal y colocárselo. Tomó el pequeño gorro y lo puso sobre sus alborotados rizos. Fue a la cocina y saludó a los de allí con un amigable “bueno días”. Todos le respondieron de la misma manera, para mirarlo y luego seguir con su trabajo. Harry tomó la tarjeta que se encontraba en el bolsillo de su delantal y fue a pasarlo por la ranura que se encontraba en la pequeña caja electrónica al lado de la puerta, donde se encontraba ahora. Eso marcaría su hora de llegada.

“Uhm, chicos, tenemos un problema.” Apareció Thomas, el encargado de turnos. “Daniel no puede venir, ha dicho que se siente enfermo. ¿Alguien que pueda reemplazarlo.” Todos los ojos se posaron en el ojiverde. Claro, llegó tarde, lo merece.

“Yo lo reemplazaré, si te parece bien.” Sonrió, su sonrisa cautivadora. A la cual no le puedes decir que no. A Harry realmente no le molestaba estar en la caja, ya que a veces el olor a condimentos y masa le hostigaba. 

“Bien. Vamos a por ello, entonces.”

Luego de que Thomas le enseñara cómo usar bien la caja, de anotar bien los pedidos y entregárselos a sus colegas para que sea más rápido, Harry se posicionó en la sillita que se encontraba en frente de la caja y miró la puerta. Sara, la dueña del local, apenas cambió el letrero de “cerrado” a “abierto”, la gente entró de a pequeños montones. 

Comenzó bien, hasta que entró alguien al local y su cabeza dejó de funcionar bien. Dios, su belleza era impresionante. Su cabello castaño peinado ligeramente hacía arriba lo hacía lucir completamente sexy. Sus ojos eran tan achinados que daban ganas de dejar pequeños besos en ellos, pero de todas maneras eran perfectos. Su nariz era acorde a su cara, y eso le encantaba; era como todo a la medida. Y su boca. Oh, Dios, su boca. Sus labios lucían de un color rosado extremo. Harry pensó que era alguna clase de lápiz labial; pero luego recordó cuánto frío hacía en ese día. Pero de todas maneras no se le quitaban las ganas de morderlos y besarlos las veces que se le fueran posibles.

“Uhm, ¿sucede algo?” Preguntó el chico preocupado. Sí, era un hombre. Harry se había fijado en un hombre. ‘¿Qué te sucede? A mí me gustan las mujeres’, se reclamó internamente. ‘Claro, es por eso que quieres follártelo aquí mismo’, respondió su conciencia. Golpe bajo, Styles.

“No, nada. ¿Qué se le ofrece?” Respondió Harry sonriente. El chico le sonrío de vuelta, y Styles se sintió morir por dentro.

“¿Alguna recomendación?” Preguntó entre tímido y avergonzado.

“¿Desayuno?”

“Sí.”

“Oh, bueno. Entonces, te recomiendo una magdalena y un café, con leche si lo prefieres.” Dijo pensando en sí mismo. Si este tipo decía que sí, se le tiraría encima. Nadie nunca había pedido su opinión sobre qué desayunar, y menos aceptado lo que había dicho. Pero, claro, ¿cómo aceptar algo que no pediste?

One Shot' |Larry Shipper|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora