Juan se lo había encontrado hacia apenas unos kilómetros atrás. El conductor de aquella vieja camioneta se detuvo a un costado de la carretera y este animado corrió hacia su ventanilla para pedirle, casi suplicarle, que de favor lo llevara al pueblo más cercano.
Era un señor canoso ya entrado en sus cincuenta, bigote frondoso y subido de peso. Llevaba consigo un perro grande de raza Pastor Alemán que al notar la presencia del joven no se inmuto, solo alzo las orejas y volvió a recostarse en el asiento.
-Buenas noches señor: me llamo Juan ¿podría darme un aventón al pueblo más cercano, por favor?
-Buenas Juan, mi nombre es Jacinto. Por cierto, muchacho ¿qué andas haciendo tan tarde a estas horas? Ya deberías saber que es peligroso caminar por la carretera en plena noche.
-No tuve más opción, me pasé la tarde caminando en busca de alguien que se detuviera, pero no pasan muchos autos por aquí.
Sin responder más le hizo una señal de que subiera. Agradecido Juan trepo rápidamente a la parte trasera, estaba oscureciendo y no quería caminar al filo de la autopista con la noche cubriéndolo todo.
Recostado observaba las estrellas que se habían vuelto claras y brillantes junto con la luna que lo iluminaba todo parecían brillar con mayor intensidad. Su viaje se tornaba lento y cansado mientras era arrullado por el vaivén de las llantas provocándole bostezos. Había caminado durante tanto tiempo sin que algún auto se acomidiera de él.
De un momento a otro sin saber más de sí se quedó dormido, aunque no pasaría mucho tiempo para que fuera despertado por la fuerte sacudida que recibió cuando la camioneta freno de golpe. Desconociendo el motivo supuso que tal vez el conductor había atropellado algún animal y por eso se había detenido.
Sin bajar se movió hasta la puerta del conductor y desde su posición se acercó a la ventanilla logrando ver al hombre que permanecía con la mirada fija hacia el frente y sus brazos aun sujetaban fuertemente el volante.
De un salto bajo de la camioneta. Observo que seguía inmóvil y toco la ventana para preguntarle que había sido todo eso. Viendo que no obtenía respuesta puso su mano sobre la manija para tratar de abrirla sin conseguirlo ya que el seguro estaba puesto. El perro desesperado comenzó a gruñir y rasgo los vidrios con sus patas
Eso hizo que este soltara una mano del volante, aunque seguía totalmente perdido en el shock que lo controlaba. El muchacho se quedo mirándolo un momento en el cual creyó ver a Don Jacinto hablar.
Parecía que su esfuerzo sería inútil y en realidad no habían pasado más que solo unos minutos desde lo ocurrido, pero a estas horas, en plena penumbra y en medio de la carretera temía que algo grave sucediera.
La incertidumbre lo estaba consumiendo, quería saber lo que estaba pasando. Los faros de la camioneta continuaban encendidos y no iluminaban más allá de dos o tres metros de distancia así que camino hacia el frente en busca de alguna respuesta.
El parachoques estaba intacto, no había abolladura ni marca alguna, el miedo a que alguien o algo merodeara en la oscuridad le provoco un nudo en el estómago. Nervioso giro la cabeza hacia los lados mientras el impulso de huir de ahí le recorría las piernas.
Dio un recorrido alrededor de la camioneta hasta llegar a la puerta del copiloto e igual trato de abrirla, esta vez consiguiéndolo.
El perro se abalanzo hacia la salida y los reflejos de Juan lo salvaron de recibir un fuerte golpe, sin embargo, no pudo mantener el equilibrio y de un sentón cayó al suelo por el sobresalto. Asustado miro cuando el animal ya estaba perdiéndose de su vista tan rápido que no pudor mirar bien a donde se dirigió.
El conductor al escuchar todo el estruendo al fin reacciono y tambaleando salió de la camioneta, metió la mano debajo del asiento y comenzó a buscar algo. Juan no sabía exactamente qué hacer y aunque no había sido su culpa, por su error el animal había escapado.
-Señor noo-no fue mi intención, -titubeo- el perro me salto encima en cuanto se abrió la puerta y no alcance a ver pa' donde se echó a correr. Dijo Juan con voz temblorosa
Si estar en la oscuridad en medio de la nada no era suficiente razón, ahora sabía que las cosas solo podían ir a peor.
-No me haga nada Don, le juro que voy por su perro y se lo traigo vivito solo no haga una tontería.
El viejo dejo de buscar y dirigió la vista a Juan mirándolo fijamente.
-Claro que me vas a traer a mi perro, cabrón. Mejor dicho, iremos los dos a buscarlo y más te vale que lo encontremos vivo, porque si no aquí te dejo y a ver cómo le haces, por estas tierras nadie debe de andar solo y menos de madrugada.
Lejos de darle un consuelo le hizo temer aún más, desconocía la razón por la que se había frenado pero estaba seguro que debió ser algo fuera de lo normal para haberle dejado en shock.
Encendió una lampara y se la dio al joven mientras el abría una cajita plateada.
Juan se preguntaba que contendría, lo cual no pasó desapercibido.
-¿Ves esto? Esta la cargo siempre conmigo. En el camino cada noche me pregunto si llegare con bien a mi casa -abre el cargador y coloca una bala- por eso es que ando protegido para el que se quiera pasar de listo.
No es que las armas le fueran desconocidas, pero ver una en este momento lo puso más nervioso.
-Vamos, espero que estés listo y no me vayas a salir con que tienes miedo.
-No señor, le prometo que no, respondió mientras sentía como sus manos sudaban.
Don Jacinto camino hacia el borde del asfalto; el zacate y los arbustos cubrían la vieja valla que divide la orilla de la carretera y con un pie la sostuvo mientras Juan pasaba sobre ella. Dejando la camioneta atrás se dirigieron hacia la zona boscosa a donde seguramente se había dirigido el animal.
-Por aquí debió haber ido, no creo que se halla adentro mucho. Le dijo al muchacho.
-Nos será difícil verlo, los pinos oscurecen todo y si entramos muy apenas lograremos mirar por donde caminamos. Presta mucha atención a todo lo que veas y sobre todo a lo que escuches, no sabes qué otra cosa pueda andar cerca.
Las ramas y troncos secos hacían el caminar mas difícil. La mano temblorosa de Juan hizo que la luz de la linterna centelleara sin rumbo lo cual molesto a Don Jacinto y con un movimiento tosco se la arrebato de las manos.
-No estamos aquí para perder el tiempo, entre más rápido lo encontremos, más rápido podremos irnos de aquí.
Juan titubeo y aunque quiso decir algo termino aceptando con la cabeza, sabia que tenia razón, lo mejor era irse de allí cuanto antes.
Don Jacinto iba al frente liderando, lucia como si supiera bien lo que hacía. La experiencia de alguien quien ha vivido toda su vida en el campo seguramente.
Era extraño que lo único que se escuchara en este lugar fueran las respiraciones de ambos y las hojas secas al quebrarse con sus pisadas. La zona estaba cubierta de un silencio mortal. El silencio se rompió abruptamente por un aullido de dolor que provenía no muy lejos de allí.
-¡Ese ruido... Sonó como mi perro, debió pasarle algo! Grito agitado Don Jacinto mientras se echó a correr.
Corrieron entre la oscuridad con solo el haz de la linterna guiándoles el paso hasta que llegaron a un tronco seco en donde estaba el perro. Se situaba sobre una mancha oscura en el suelo; fácil supieron que era sangre fresca.
Llegando al lugar vieron el charco de sangre y un camino de gotas que se perdían hacia la oscuridad entre los arbustos. Ambos observan como el animal mordisquea lo que suponen es un trozo de carne. El dueño lo llamo por su nombre y este lo ignoro.
Don Jacinto lentamente trata de acercarse para ponerle una correa, pero el animal presiente lo que intenta hacer y se echa a correr. Escapa entre los ramajes y es cuando escuchan un ruido que no reconocieron antes.
CONTINUARA...
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EN LA CARRETERA
ParanormalJuan se queda varado en la carretera cuando se encuentra a alguien que le hace el favor de llevarlo en su auto.