"Nunca te niegues a soltar lágrimas por alguien a quien extrañas. Ese es el peor castigo que te puedes imponer a ti mismo".
Tales fueron las palabras pronunciadas por mi madre cuando era tan solo un pequeño demonio más del infierno. Lo más irónico es que incluso hoy sigo sin hacer caso a su consejo. A pesar de que sé que tiene toda la razón del maldito infierno.
Año dos mil diecinueve. La realeza inglesa perdió notable poder al punto en el que es un primer ministro quien gobierna el país. La humanidad avanza con gran rapidez en tecnología y comunicaciones. A lo mejor hubiese notado lleno de felicidad y curiosidad el desarrollo de estos seres inferiores, si no tuviese que vivir mi día a día sintiendo como pasa tan lento el tiempo, acompañado de esta horrible presión en el pecho. Claro está.
Mis pasos son lentos y pesados. O al menos así lo siento yo. No puedo evitar este dolor, no puedo evitar con odio a la humanidad, envidia de que ellos sí puedan morir con quienes más aman. No puedo evitar mirar a esos seres de corazones latientes, deseando ser uno de ellos, y deseando que mi amado joven amo, siguiera con vida.
Nunca lo olvidaré. A medida camino al lugar que tengo como destino, ese recuerdo azota una y otra vez contra mi estúpida existencia.
"Desde ahora, tu nombre será Sebastian".
Nunca me había obsesionado tanto con un nombre. Pero no sólo adopté este, sino que como demonio, no dudaré en aniquilar a quien quiera cambiármelo utilizando el contrato. Aunque destruya mi propia estética.
Cuando me di cuenta por primera vez de mis sentimientos, intenté simplemente reprimirlos. Me sentía rebajado, quería creer que simplemente lo consideraba una existencia interesante.
Sin embargo, a cada día que pasaba en aquella enorme mansión de título "Phantomhive", me daba cuenta de que no era simple interés hacia un ser humano. Lo que sentía por este débil animal era un sentimiento raro al que de seguro ellos llamarían "amor".
El día en el que me confesó sus sentimientos con aquellas mejillas rojas y esa mirada dura, sentí en mí una enorme felicidad. Sin embargo tampoco le respondí como debía ser. Fui un idiota en todo sentido.
Aún así, acepté cada beso suyo, cuando no podía con mi propias ganas de darle amor también, disfrutaba como ni si quiera yo mismo podría describirlo, el simple hecho de acariciar sus suaves mejillas. Aún recuerdo su dulce rostro al dormir, y las miles de horas en las que pasé la noche admirándolo. Mi fingido corazón humano acabó siendo real, latiendo de manera acelerada al ver su mirada chocar con la mía. Aquel chiquillo de verdad había logrado maravillarme.
La primera vez en las que tuvimos relaciones también fue mágica, sus gestos eran hermosos. Vergüenza, picarez, atrevimiento y a la vez amor. A pesar de haber perdido la inocencia corporal seguía siendo completamente puro en sentimientos.
Podía pasarme toda mi demoníaca vida recibiendo sus tímidos abrazos, sientendo el calor humano que tanto me reconfortaba. Era realmente lo único que conseguía sacarme de mi solitaria existencia.
Cada té que le serví, cada vez que arriesgué mi propia existencia para salvar la suya, cada vez que dormí con él en la misma cama, no me arrepiento de absolutamente nada. De lo único que me arrepiento, es de aquel día.
Al levantar un poco la mirada, lo noté. Había notado que estaba ya en el destino que tenía previsto. El cementerio de la mansión Phantomhive. Este es el lugar al que quería venir.
¿Había contado ya que esta mansión ahora es un patrimonio nacional? Es una de las pocas mansiones ubicadas en las afueras de Londres que no se han retocado en lo más mínimo desde mil ochocientos.Miré a mi alrededor, el sol ya estaba ocultándose. Seguí caminando en busca de la tumba memorial de aquel chico al que tanto amé. Hasta que lo encontré, y a su lado, se encontraba parado un rojo shinigami.
—¿Grell...?—Fue la palabra que se escapó por reflejo de mis labios.
—¿Sebas...?—Respondió a mi pregunta con otra. Bueno, no me extraña. Se trata de Grell, después de todo.
Generalmente lo hubiese hechado por interrumpir en este momento que planeé con tanto cariño. Pero no lo hice, porque en sus ojos también miraban a la tumba de mi joven amo y a las de los sirvientes, y lo hacían con cierto pesar y tristeza.
—Perdóname, Sebas...—Dijo en voz baja. Tenía las manos metidas al bolsillo del pantalón.—No pude proteger a los sirvientes aunque haya sido el único favor que me pediste.
Decidí sentarme en el pasto, frente a la tumba memorial de mi señor. Ah...Otra vez esa horrible presión en el pecho. Con ese horrible recuerdo.
Conseguimos llegar a quien tanto daño le hizo a mi amo. A cambio, los sirvientes debieron perecer para dejarnos escapar después de haber cumplido con la venganza. Ahora ya no había razón para seguir con el contrato. Y el enojo volvía a nacer en mí, recordando que sin más me comí su alma cuando me lo ordenó.
—Grell...—Comenté en voz baja. Provocando que él me mirase.—¿Por qué no pude decírselo? A pesar de que sabía lo feliz que lo haría, y lo mucho que quería escucharlo salir de mis labios por lo menos una vez, ¿Por qué no pude decirle lo mucho que lo amaba...?—Podía notar perfectamente como mi voz se llenaba de coraje, odio hacia mí mismo.
No pude evitarlo, mis manos fueron a tomarlo del pantalón, provocando que él bajara la mirada para verme. Qué imagen más patética habrá visto, porque su mirada no fue ni más ni menos que una llena de lástima. Y razón tenía de sobra, porque sentía mis ojos humedecerse y veía mi vista nublarse.
Un demonio llorando era símbolo de vergüenza, y sinceramente ya no me importaba serlo o no.
Mis cuerdas bucales también comenzaron a soltar sonidos de manera involuntaria.Aquel rojo hombre se agachó a mí altura, y me tomó del hombro.
—Él lo sabía, Sebas. Estoy completamente seguro de que él lo sabía. Ahora...Por favor, cálmate.—Suplicó con una mirada cubierta de comprensión.
Sin embargo yo hice caso omiso a lo que me pidió, sólo conseguí empeorar.
—¿¡Por qué, Grell!? ¿¡Por qué!?
Esa noche si lloré. Y lloré como nunca lo había hecho. Sentir las gotas de agua salada recorrer mis mejillas eran toda una tortura, pero a la vez era un hermoso alivio que embargaba en mi ser. Con la compañía del shinigami, desahogué toda la carga que llevé en mi espalda con el pasar de los años. Cada día extrañaba a mi amo, cada día añoraba poder besar sus labios una última vez. Cada día suplicaba porque sea una pesadilla demoníaca y tan solo poder despertar en mi habitación de mayordomo. Cada día, me arrepentí de no haberlo dicho lo mucho que lo amaba, aunque sea una sola vez.
Pero, ¿Qué puedo hacer ya? Aunque haya pedido miles de veces en tan sólo ciento treinta años, que esta sea una pesadilla, lo cierto es que todo fue una realidad, una cruel realidad por culpa de mi estupidez.
Sólo fue necesario descuidarme un poco, y no de algún peligro externo, sino de mis propios sentimientos.
Debí habérselo dicho, yo sé perfectamente que debí habérselo dicho, un simple "Te amo" hubiera bastado. Aunque me haya comido su alma después, si tan sólo lo hubiera sabido, si tan sólo hubiese visto una sonrisa en su rostro en vez de esas lágrimas, hoy por lo menos podría llevar conmigo la dulce experiencia de un amor irreemplazable.
Sin embargo por culpa de mi idiotez, eso no fue lo que sucedió. Ahora simplemente tengo la opción de dejarme atormentar por cálidos recuerdos que se convirtieron en una tortura para mí. Mientras soy acompañado por la triste luz de una luna cubierta de tristeza.💫
Holaaaaa. Nada más quiero agradecerte a ti, querida personita, por haber leído esta pequeña historia💕.
Tu vales mucho, por favor, ¡Nunca lo olvides!
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❝Luna de Tristeza❞. - •.°Sebaciel Oneshot°.•
FanfictionCiento treinta años desde la muerte de su amado joven amo. Sebastian describe las consecuencias de sus sentimientos. Historia creada para el concurso de Kuroshitsuji No Sekai, en facebook.