Grecia y su Psicosis

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Al entrar a las instalaciones del imponente edificio, sentí todo lo que tanto me había empeñado en ocultar por el bien de la salud mental de mi madre. Sentí miedo, y aunque no me guste admitirlo, también sentí vergüenza por estar en un hospital psiquiátrico. No habían pasado ni cinco segundos de mi silencioso ingreso a la recepción blanca cuando vi cómo una enfermera caminaba rápidamente hacia mi dirección.

—Buenos días, jovencita— dijo la anciana de grandes ojos verdes, observándome con una enorme sonrisa— ¿Puedo ayudarte en algo?— me preguntó dulcemente.

—Buenos días, señora— respondí tratando de imitar la sonrisa con la cual ella me recibió, pero fallando miserablemente en el intento— Soy Grecia Collingwood, una nueva paciente de este lugar— dije sin saber cómo presentarme.

—Claro, la hija de Marina, acompáñame cariño— me respondió sonriendo nuevamente, ¿por qué sonríe tanto?

No tuve tiempo de formular una respuesta ya que la señora empezó a caminar y yo a seguirla. Pasamos por muchos pasillos hasta que llegamos a nuestro destino. Una habitación cuya puerta rezaba el número 702. Al entrar, me encontré con un chico de oscuros cabellos recostado en una de las dos camas de la pieza. ¿Los chicos y las chicas comparten habitaciones aquí?.

La enfermera se percató de mi sorprendida expresión y susurró un suave "Cariño, el chico no es una amenaza, tiene una depresión muy severa". Puedo jurar que vi cómo una pequeña sonrisa se formó en los labios de mi nuevo compañero de pieza. Supongo que escuchó lo que la enfermera me confesó y le causó gracia. Antes de terminar de procesar lo ocurrido, sentí cómo la amable anciana se retiraba de la habitación.
—Hola— susurré, intimidada por su belleza.      Esperé diez segundos por su respuesta, pero la misma nunca llegó, por lo tanto me limité a suspirar irritada por su falta de cortesía. Esto no será nada fácil.