Sins

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- ¡Yoongi, Yoongi! - Corrí por todo el campo, hasta tirarme en el césped a su lado.

Este me miró, para con su semblante serio pasar su brazo por mi cintura, sonreí acurrucándome en su torso, mientras pasaba mi dedo por este, dibujando los tatuajes de su cuerpo que ya conocía de memoria. Cerré mis ojos unos segundos, no quería que llegase el momento, aun que este ya había llegado, los abrí al oír el estruendoso ruido de un cuerpo caer a nuestro alrededor, nos miramos a los ojos, esos ojos plateados con la esclerótica negra que te hipnotizaban, me fijé en su pelo azabache, en su pálida piel, en los cuernos en su cabeza, en sus afiladas uñas negras y el difuminado del color de estas con la punta de sus dedos, en los tatuajes que tenía en su cara, en sus alas negras con pequeños reflejos lilas. Nos levantamos corriendo, mientras que cada uno corría hacia su lugar correspondiente, cuando llegué todo estaba destrozado, habían construcciones destrozadas, a la mitad y otras que se mantenían un poco de pie. Me acerqué hacia uno de mis compañeros, para entonces pelear con los demonios que se nos acercaban, a la lejanía le podía contemplar, su torso al descubierto con esa chaqueta negra y esos pantalones del mismo color, cuando nuestras miradas conectaron, no fueron más de dos segundos, los suficientes para notar un agarre en mi cintura que me hizo elevarme y luego soltarme cuando estuvimos en apenas unos nanosegundos a kilómetros del suelo, intenté reaccionar, pero por alguna razón mis alas no querían responder, me giré para mirar hacia arriba, de forma que si caía, cayese de espaldas y el impacto lo recibieran mis alas, crucé mis brazos en equis, para a unos pocos centímetros del suelo, conseguir elevarme hacia el reaccionamiento de mis alas blancas.

Intenté volver a buscarle, pero al no hallarlo comencé a desesperarme, volví a recibir un golpe más, el mismo demonio pelirrojo que me había atacado antes comenzaba a pelearse conmigo, era un cuerpo a cuerpo en el aire, intenté devolverle los golpes que recibía pero el simple pensamiento de que algo le podía haber ocurrido a Yoongi no me permitía continuar con facilidad.

Así pasamos una semana, una semana en donde todos los días volvía a ir a nuestro lugar y pasaba horas esperándole, pero nunca aparecía, días en donde luchaba buscándole en el campo de batalla, pero nunca le encontraba, estaba desesperado, angustiado, necesitaba verlo, encontrarlo, sentir sus caricias, sus besos, esas manos frías recorrer mi cuerpo como llevaban haciéndolo cuatro años atrás.

Ya habían pasado dos semanas y seguía igual, cada vez estaba más desesperado y en mis pensamientos simplemente podía existir su reflejo. Sentí como alguien me cogía de la cintura y del impulso me llevaba para detrás, pestañeé varias veces, visualizando a Yoongi, él era la persona que me había apartado, apartado de que un simple demonio me hubiera golpeado con una tuvería de hierro, le miré sorprendido, era él, estaba bien, cuando llegamos al suelo, acaricié sus mejillas, olvidando nuestro alrededor, olvidando la guerra por el paraíso que estábamos teniendo, olvidando que él es un demonio y yo un ángel, y que estas dos especies tienen prohibido su contacto, prohibido enamorarse, y nosotros como los dos seres más tontos, habíamos roto cada una de las reglas de nuestras especies. Nos habíamos enamorado de nuestro enemigo y no solo eso, sino esperábamos un hijo.

- Estas bien…

- Jimin, tienes que estar más atento – Su tono de voz me asustaba, estaba enfadado, lo podía notar.

- Lo siento… Pero no te había visto en dos semanas, estaba preocupado, pensaba… Pensaba… - Era incapaz de terminar la frase.

- Que estaba muerto.

Aparté mi mirada al oír sus palabras, no quiero pensar eso, no podía ocurrir algo como eso, él era el padre de mi hijo, aunque no lo supiera aun. Apoyé mi cabeza en su hombro, levanté mi cabeza cuando sus dedos en mi barbilla me obligaron a mirarle para juntar nuestros labios, esos labios tan finos pero que eran capaz de hacer que tu corazón latiera tan fuerte, provocando que tuvieras miedo de que saliera de tu pecho, fue un simple roce al principio, pero luego comenzó a moverlos, hasta que nos tuvimos que separar, pero no por falta de aire sino por los agarres bruscos que sentimos en nuestra cintura, estiré mis brazos hacia él, no quería separarme de su lado, no de nuevo, escuchaba el murmullo de los gritos de los demonios y ángeles en el campo, pero yo tenía mi vista fija en él, en como poco a poco nos alejábamos de nuevo, sabía lo que tocaba, sabía que venía el juicio ante nuestros superiores,

Caí al suelo de rodillas cuando el ángel que me llevaba a rastras hacia las celdas me empujó para que entrara en ellas, quedando encerrado hasta el momento. Se supone que los ángeles son seres bondadosos, pero nadie sabe lo que ocurre cuando uno incumple las leyes que se le han implantado, el peor castigo que puede recibir un ángel es que corten sus alas, pero hasta que llega ese día en el que se hace un juicio y se decide cual es el castigo, en las celdas te torturan.

Así pase días hasta que llegó mi juicio, me levanté del suelo con la poca fuerza que me quedaba, desde que entré no había comido, aun que tampoco lo necesitábamos mucho, pero si había sido golpeado varias veces, mi cuerpo estaba sucio al igual que mi ropa y cuando llegué a la gran sala, donde los dos superiores y los altos cargos tanto de ángeles como de demonios se encontraban, sentí que todo había terminado para nosotros, ya no había forma de que volviéramos a ser los mismo o mejor dicho ya no había forma de que volviéramos. Pero me sentí aliviado cuando lo vi ahí, arrodillado en el suelo con las muñecas atadas, me coloqué a su lado de igual forma y volvimos a conectar miradas, nos dio igual donde estábamos, que podría ocurrir o quien nos escuchara, simplemente lo dijimos, no con palabras, no fue una frase que pronunciamos, sino una simple mirada que nos lo dijo todo.

- Demos comienzo a esto de una vez, quiero irme ya – La voz del tan conocido y temido Lucifer fue la que nos hizo apartar nuestras miradas, fijé mi mirada en él, era la primera vez que lo veía tan de cerca.

Mediría dos metros de alto, su piel era morena y su pelo era rojo como la sangre, sus ojos eran negros y su iris oro, su cuerpo entero llevaba miles de tatuajes como todos los demonios, simples lineas, solo llevaba un pantalón negro, dejando su torso al descubierto e iba descalzo, sus alas si eran negras como azabache y de igual manera enormes.

- Ya sabéis porque os encontráis aquí – Giré mi mirada para fijarla hacia el propietario de la voz, Dios, un ser de igual altura a Lucifer, pero este simplemente iba vestido de blanco, sus alas eran del blanco mas puro que había visto y del mismo tamaño de el del mismísimo Diablo, su pelo era un castaño tan acogedor y sus ojos plateados – Habéis roto cada regla que se os ha impuesto, habéis cometido una falta de respeto hacia vuestra propia especie y aun encima vais a traer el fruto del sacrilegio más grande jamas cometido.

Yoongi me miró con sus ojos abiertos como búhos, asentí hacia su pegunta, intentó acercarse, pero las cuerdas que nos ataban no se lo permitieron y grité, grité cuando vi como uno de los demonios que estaba allí le golpeó, comencé a forcejear y en apenar unos minutos, en el lugar solo se oían gritos, hasta que un grito nos detuvo a todos.

- No volveréis al paraíso, ni se os podrá pasar por la cabeza volver a venir, no conoceréis lo que todos quieren y se os prohibirá el volver a colocar un simple pié en nuestros reinos, seréis despojados de vuestras alas y viviréis una vida de desdichas. -
Tras las palabras del ser que podría ser el más bondadoso del reino, sentí mi vida irse en apenas unos segundos y un grito atroz salió de mi garganta, poco tiempo después oí el de Yoongi y como este me llamaba, pero todo lo que veía comenzó a moverse, hasta caer inconciente.

- ¡Papá! ¡Papá! - Me giré para mirara a Yoongi, quien venía con Jungkook, el más pequeño de nuestros hijos, en brazos, mientras que los demás venían corriendo por detrás.

Taehyung se sentó en mis piernas, después de subir costosamente al banco del jardín de nuestra casa, mientras que Yoongi se sentaba a mi lado, dejando un beso en mis labios, ganando un "Iugh" por parte de nuestros hijos. Hoseok, Namjoon y Seokjin se sentaron enfrente nuestra en el suelo.

- ¿Qué hacías?

- Simplemente recordaba.

Apoyé mi cabeza en su hombro, con cuidado de no darme con sus alas, las cuales después de un año nos volvieron a salir y aun que nos costó volver a acostumbrarnos, lo hicimos.

- Pecados capitales, os esperan - Suspiré al oír la voz de Khyung.

Sins O.S [YOONMIN] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora