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Era primavera, el frío estaba acabando y los niños podían jugar en el parque por horas y horas sin que el frío los interrumpiera. Los árboles empezaban a florecer, todo era muy hermoso en esa época del año. Menos para una pequeña pelirroja de ojos bicolor. Los demás niños que iban al parque que estaba cerca de la casa de la pelirroja, molestaban a ésta. Eran niños de alrededor unos doce o trece años que molestaban a la infante, ya sea insultándola o tirándole arena en los ojos o cabello.
Pero había un niño que estaba en ese grupo mientras sus "amigos" se burlaban cruelmente de la pelirroja. El chico castaño sólo miraba, el nunca se atrevió en molestar u golpear a un niño o niña.
Ahí se encontraban de nuevo como todas las tardes; burlándose de la chica mientras esta estaba en el columpio amarillo derramando un poco de lagrimas que los chicos nunca habían notado. Las burlas eran exactamente por sus ojos, ella padecía de heterocromía.
—Ya te hemos dicho que tú no puedes venir a este parque. ¡Es nuestro, y tú no deberías de estar aquí!—Exclamaba un chico de cabello negro, era bastante alto para su edad, y era bastante palido, tenía una patineta entre sus brazos, de color roja.
La chica solo escuchaba insulto tras insulto, la verdad es que ella ya se había acostumbrado a tales burlas de esos cinco chicos. Pero había uno que ni se inmutaba en decir una palabra. Era un chico moreno, de ojos azules y cabello castaño oscuro, el niño era un poco más bajo que el chico que estaba insultando en ese momento a la pelirroja.
—Si mañana te llegamos a ver aquí de nuevo, no sabes lo que te pasará, incluso serán peores las consecuencias.—El pelinegro agarró del pequeño vestido rojo que la chica llevaba, ella asintió con un poco de temor.
—Esperamos no verte, maldita escoria.—Y el chico bruscamente soltó de la manga de su vestido, haciendo que cayera al piso y se hiciera una profunda herida en su rodilla por una piedra que estaba en el suelo.
Ese chico castaño no quiso irse con sus demás amigos, al niño le llamaba mucho la atención esa pequeña niña de ojos distintos. Tampoco la iba a dejar en ese estado sola, sería mala persona. Su madre no lo crió para tratar mal a la gente, totalmente lo contrario.
—¿P-Puedo ayudarte? Perdón por lo que esos chicos te acaban de hacer, no entiendo el por que son tan violentos con niños menores que ellos.—El castaño le ofreció su mano a la chica de cabellos rojos, pero, ella no lo aceptó.
—Tranquila, no te haré nada malo, quiero ayudarte. —El mayor sonrió.
—¿P-Por qué no los seguiste?
—Me di cuenta de que ellos no son personas con las cuales debes de socializar, no debería de juntarme con personas que le hacen daño a otra gente, ¿Cuál es tu nombre?
—Uhm... me llamo Baby.—Secó un poco sus lágrimas con la manga del vestido, iba a levantarse pero fue imposible, la herida de su pierna iba a hacer que cayera nuevamente a la arena, pero el chico previnió aquello. Sosteniéndola entre sus brazos.
–Mi nombre es Freddy, no te esfuerces, te ayudaré a curar tu herida de la rodilla.
Freddy se fue de la mano con la pelirroja a la casa de este mismo. Su casa no quedaba tan lejos del parque, al igual que la casa de Baby.
—¿Desde cuándo que vives aquí? Te he visto pero no recuerdo si desde hace tres años estabas aquí.
—Llegué el año pasado aquí, junto con todos mis hermanos. —Ocultó su rostro en el pecho del otro niño, se sentía segura de esa forma.
Ya habían llegado al hogar, más bien dicho, mansión, del Fazbear.
Freddy de su mochila sacó unas llaves y las pusó en la cerradura de la casa.