Hola, mi nombre es Ramona, tengo dieciséis años y vivo en la ciudad de la eterna primavera, Trujillo. Nótese el sarcasmo ya que en este año el clima está muy bipolar y no puedo guardar nada de mi ropa de verano ni sacar por completo la de invierno. Dejando de un lado el clima, siempre fui conocida por ser centrada en mis estudios y no por estar disfrutando de mis amigos. Objeto de burla para mis compañeros, tanto era la exclusión que me salí del colegio y ahora estudio en casa.
Mi familia es algo raro de describir porque tienen mente conservadora y no les gusta que ningún chico vaya a mi casa y peor si preguntan por mí. Por eso, solo me juntaba con chicas, pero como ahora estudio en casa solo tengo una vecina, Claudia, que vive a dos casas de la mía. La enseñanza que me dan consta desde las ocho de la mañana hasta las doce del mediodía, por ende, en las tardes tenía tiempo de jugar y de visitar a Claudia hasta las seis ya que, a esa hora, mi padre llegaba de trabajar y todos teníamos que estar para la cena sin excepción alguna.
Un día, Claudia me llamó por teléfono y me dijo que vaya a su casa a las cuatro de la tarde, pero en la llamada noté en su tono de voz un nerviosismo algo inusual en ella. Pasé por desapercibido este acontecimiento y me dirigí hacia su casa. Cuando me abrió la puerta note en sus ojos, las "niñas" dilatadas, cosa que era algo raro en ella. Entré y vi a un chico muy alto de tez trigueña y de cabello oscuro; sus ojos eran algo rasgados, su mirada era perdida, pero al momento que ingresé, él posó sus ojos en mí. Su nombre era Roberto y me llevaba dos años de edad.
Rápidamente, Claudia nos presentó e intercambiamos palabras. Me sentí muy cómoda con su presencia era guapo y viajaba por todo el mundo. Recuerdo que Claudia noto que solo hablábamos él y yo y se sintió excluida por lo que nos botó de su casa con la excusa de que llegarían sus padres.
La sentí distante conmigo, pero no le di importancia ya que la presencia de este nuevo chico me dejó impresionada. La pasábamos hablando por mensaje de texto casi todos los días. A la tercera semana, me pidió para salir a comer e ir a ver una película, a lo que le respondí con un sí. Pero, el problema era que tendría que mentir para salir, usando la imagen de Claudia como motivo de salida.
Recuerdo perfectamente que me invitó la salida y los dos sentimos una conexión muy fuerte. Por lo que en esa primera cita nos dimos un beso, él me comentó que estaba cursando el último año del colegio y me comentó de sus metas a futuro.
Así pasaron los días, hasta que me pidió para que seamos enamorados. Le dije que sí, era mi primer enamorado. Fue un conjunto de emociones que experimenté y no me arrepiento de nada. Solo de la falta de presencia de Claudia, ella me dejó de hablar desde que se enteró que yo andaba con Roberto. Resulta que a ella le gustaba, pero nunca me contó. Me sentí un mal porque no sabía que a ella le había gustado más antes que a mí, pero ese sentimiento de tristeza se desvanecía cuando lo veía a él.
Socialmente, no tenía muchos amigos solo lo tenía a él. Sé que suena muy cursi, pero era verdad. Hasta que un día por el trabajo de mi padre, me tuve mudar a una residencia. Le comenté a Roberto, pero lo sentí un poco incómodo. No le tomé mucha importancia, primero pensé que era porque me amaba y que quería estar siempre cerca de mí.
Luego, mi madre tuvo una oferta de trabajo, con eso podíamos darnos más lujos y a mí me tuvieron que inscribir a un colegio nuevo, cerca de mi nuevo hogar. En ese colegio, todos los alumnos tenían sus grupos y parecía que había un sistema social. Las primeras semanas, me sentía como un bicho raro dentro de un panal de abejas.
Hasta que entre al taller de redacción y conocí a dos chicos amables, sus nombres eran: Jake y Dália. Eran demasiado ocurrentes y divertidos, cursábamos el mismo grado pero en diferentes secciones. Nos volvimos súper amigos, que frecuentaba sus casas después de clases. Para esto Roberto, me reclamaba que no pasaba mucho tiempo con él y me bombardeaba de mensajes hasta que uno vez mi padre me quito el celular y lo apagó.
Eso fue la segunda advertencia que la vida me ponía para darme cuenta que estaba tornándose tóxica mi relación con Roberto. Cuando mi padre me devolvió mi celular observé todos los mensajes que me había mandado y no reconocía al chico del que me había enamorado. Pero, por tonta deje pasar eso y varias peleas que teníamos a causa de mis amistades del colegio y mi nueva rutina.
La relación que tenía con Roberto, ya no me estaba gustando al punto de mentirle de las cosas que estaba haciendo. Era tanto el miedo de no querer pelear con él, que todo lo que le decía tenia eran mentiras, ya no me sentía viva.
Una vez, mi madre no me pudo recoger de la casa de Dália, Jake se ofreció en dejarme en mi casa y de ahí, él tomaba taxi hacia la suya. Lo que no sabíamos era que, en la esquina de mi residencia, estaba Roberto. Me estaba esperando, fumando un cigarrillo y con los ojos rojos.
Cuando lo vi, automáticamente se me pararon los pelos de punta y sentí un frio helado en mi espalda. Le dije a Jake que tome su taxi rápido que me disculpe por la falta de respeto que estaba teniendo hacia él. Jake se dio cuenta que algo andaba mal y me dijo que me acompañaba si es que necesitaba ayuda. Pero le dije que no, que el chico con capucha era mi enamorado. Él solo se despidió de mí y me dijo que le comunique todo lo que pasaría, acepté y se fue.
Roberto llegó hacia mí y sin decirme nada, me lanzó una cachetada. Me quede sorda y atónita ante la agresión. Llorando le dije que, porque me había dado una cachetada, el solo se burló y me dijo que yo era la culpable de todo lo que estaba pasando, que me había seguido por una semana y seguido mis pasos desde el colegio hasta mi casa.
Cuando salieron esas palabras de su boca, me dio un miedo que comencé a temblar. No sabía quién era él, en que se había transformado. Me forcejeó hasta que se cayó mi mochila. Después de eso, me pidió perdón por lo de la cachetada y me dejo entrar al fin a mi casa.
Corrí a mi habitación y me miré al espejo. De mis ojos emanaron lágrimas de vergüenza y de dolor, no me sentía la chica que era antes de conocerlo, perdí mi esencia, me quería morir. Mi cara estaba roja de la cachetada, erróneamente pensé que con una ducha todo pasaría.
Mi madre tocó la puerta de mi habitación para decirme que ya estaba la cena. Pero no salí y me quedé despierta toda la noche, pensando cómo iba a decirle Roberto que lo nuestro ya no daba para más. Le escribí por Whats App, lo cité en un parque cerca a mi casa, llegó nuevamente con los ojos rojos. Cuando lo vi mi piel se puso de gallina, me quiso darme un beso, pero lo rechacé. Rápidamente, se enfureció y me dijo que le sucedía, le respondí con un "tenemos que terminar".
Me empujó y me reclamó que era yo era una puta. Que de seguro lo quería terminar para que esté con el chico que me acompañó a mi casa. Le dije que no, que él era solo mi amigo, pero que sus celos me estaban ahogando. Roberto, sacó de su casaca un pedazo de vidrio y me cortó la parte superior de la mejilla. Sentí dolor, ardor y me tape la cara. Me vi las manos cubiertas de sangre y levanté mi mirada, él estaba corriendo de la escena, nerviosa me fui a mi casa y corrí al baño.
Mi mamá se asomó al baño porque me escuchó llorar, vio el chorro de sangre que salía del lavatorio y me comenzó a interrogar que como me había hecho eso. A lo que le respondí que yo no me hice nada. Mi madre me llevó a la clínica, la enfermera me curó, pero su mirada me transmitía compasión. Luego, mi madre llamó a mi padre para que nos recogiera, en el transcurso de la clínica a mi casa, no dije ni una sola palabra solo estaban los gritos de mis padres hacia mí.
Hasta ahora, nadie sabe la verdadera historia de mi cicatriz, de Roberto no sé cuál fue su fin, si le esto algún día quiero que sepa que lo odio con toda mi alma y que se puede ir al infierno. Lo que me tranquiliza es que existe el karma y que la misma vida le hará pagar todo el daño que me ha hecho sufrir.
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MARCADA
RomanceUna relación bonita hasta que empieza a tonarse tormentosa. Ramona no fue la misma desde que Roberto entro a su vida.