“Derecha es izquierda, izquierda es derecha”, parece estúpido e incoherente pero en eso estaba basado cada día de mi vida, en una especie de imitar y contradecir a la vez.
No era un trabajo complicado, sólo debía esperar que los hilos invisibles que me rodeaban cumplieran las órdenes de El sujeto. Siempre cometiendo ese pequeño error de manos.
Respecto a El sujeto, no estoy seguro de quién sería, pero sí sé que era el responsable de que yo actuara como perro entrenado, repitiendo e imitando sus acciones involuntariamente siempre que se encontrara dentro de mi radio de visión. Si no estaba a la vista yo era incapaz de moverme.
Yo, inmóvil dentro de mi pequeña cárcel de cristal, bordeada de refinados marcos, esperando que él reapareciera frente a mí y los hilos me controlaran nuevamente. Pasaba horas en esa condición de soledad, incapaz de moverme o hablar, acompañado únicamente de mis pensamientos:
¿Podría ser diferente? ¿Podría, yo, tomar por una vez una decisión propia? ¿Sería capaz de hablar o carecería de ese don? ¿Podría algún día ser yo quien realice el primer movimiento? ¿Habría un futuro, no muy lejano, en el que dejara de ser la marioneta para ser el titiritero?
Cada día me preguntaba lo mismo y cada día decidía cambiar el curso de la historia; pero nunca me atrevía a desafiar las leyes que me regían, hasta ese momento…
Él estaba frente a mí, me miraba, como si supiera que algo iba a suceder.
-¿Qué haces?- preguntó confundido dirigiéndose por primera vez a mí.
Cerré los ojos y concentré las palabras en mi mente: “intento algo nuevo” para luego soltarlas transformadas en sonidos que él debió escuchar, ya que palideció de pronto.
Tomé valor para hacer el siguiente movimiento y levanté la mano izquierda, inmediatamente y para sorpresa de ambos él repitió la acción con la mano derecha.
…“izquierda es derecha” recordé con una amplia sonrisa mientras observaba los pedazos de cristal cayendo frente a mí, abriendo una puerta a un mundo nuevo.
No podía creerlo, después de todo, aquello sólo era un simple mecanismo que poseía una pequeña falla.
Greta Marazz