空虚の悲しみ.

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La dulce soledad era un veneno mortal para el humano, pues, sus pensamientos no compartidos fueron capaces de llevarlos a una explosión de arte -aunque muchos le llamen locura-, llenando el vacío que sentían al compartir aquellas expresiones efíme...

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La dulce soledad era un veneno mortal para el humano, pues, sus pensamientos no compartidos fueron capaces de llevarlos a una explosión de arte -aunque muchos le llamen locura-, llenando el vacío que sentían al compartir aquellas expresiones efímeras como la brisa de verano, o perpetuas, como las palabras talladas en la piedra que dicta el destino. Pero a pesar de todo, a pesar de que la evolución o la creación de un Dios nos brinde la vida y se nos considere perfectos, somos un lienzo lleno de manchones, borrones que ni siquiera el tiempo podría borrar con su sanadora medicina ante todo dolor, miseria y amargos sentimientos que albergados en el interior, a flor de piel, esperando silenciosamente salir a relucir entre las cenizas de una antigua herida que el mismo que las sana las volverá a abrir una y otra vez. ¡Qué descuido el mío por irme por las ramas! Ahora, querido lector, te contaré un poco más de este extraordinario ser que habita en los confines de la tierra, devorando y matando cualquier rastro de vida que ve a su paso, que toca su mano, que tocó sus manos.



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Ni siquiera sé cuándo empecé a odiar lo que una vez me causó un sentimiento de alegría, de despertar lo que una vez creía perdido por el aburrimiento de no encontrar algo que hacer con esta jactosa vida mía. Era feliz escribiendo. Verdaderamente lo era, o al menos esa simple acción producía una calma aparente que desencadenaba una satisfacción momentánea. Pero algo que deberías saber de los "escritores", es que estamos atados a un interminable círculo de inspiración, soledad y tristeza que no puede ser tapada con los dedos con tal de escapar de esa realidad; quizá por eso escribimos: para olvidar el hecho de que existimos con una imaginación traicionera y una sensibilidad de la misma calaña que su compañera imaginaria que pastizaba nuestras mentes en soberbia y desgracia, a la vez que explotaba en la euforia y éxtasis de describir un nuevo sentimiento y una nueva vida.

Lentamente, odie el término "escritor" y todo lo relacionado con esto. Odiaba las palabras que no podía explicar ni entender, pero eso es insignificante: odiaba más las palabras que salían de las bocas ajenas. Odiaba como ellos se vestían de elegantes palabras mientras presumían sus riquezas o cuando era todo el caso contrario. De todas las maneras posibles, el detestable sentimiento que era expresado a través de ellas me causaba dolor, miedo, desgarrando con un aullido de ansiedad que por mi pecho rasguñaba con las garras de un lobo hambriento en cacería, mismo que era liberado de la misma forma errante conmigo mismo.

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𝐎𝟏; 𝐔𝐧𝐝𝐞𝐫 𝐡𝐢𝐬 𝐞𝐦𝐩𝐭𝐢𝐧𝐞𝐬𝐬 𝐚𝐧𝐝 𝐬𝐨𝐫𝐫𝐨𝐰𝐬. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora