CORRECTOR DE ESTILO.

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En medio del tropel de las calles, con gabardina en mano, Alberto Teister se dirigía a su trabajo. Él era un hombre de mediana estatura, de tez apiñonada, ojos pequeños azules encubiertos por unas gafas enormes que escondían una pequeñas nariz estilo griego. Sus zapatos azul oscuro bien lustrados, su traje sastre gris de mangas largas y paliduchas enmarcaba una mano temblorosa que cargaba un pequeño portafolio repleto de bolígrafos de distintos colores y puntillas, al igual que varios textos que le habían dado para corregir.

Alberto Teister, tenía una vida poco apresurada ya que a sus 55 años aún prestaba servicios de corrector de estilo en una vieja imprenta que al igual que él no tardaban mucho en renunciar a su labor poco favorable para competir contra los grandes consorcios editoriales en donde tan sólo su equipo de corrección abarcaría la misma imprenta donde Teister trabajaba afanosamente.

Si bien, los textos de la imprenta sacaban obras por encargo. (Poco trascendentales y sin ningún brillo nada más que el ser leídas por parientes y amigos) Teister se esmeraba por hacer un buen trabajo como corrector de estilo. Pues algo que no tenían los recién egresados de las facultades de letras era su enorme experiencia en el tema de corrección.

Como cada mañana Alberto Teister llego a su oficina ubicada en la Av. paseo de la reforma y auditorio nacional. En donde se encontraba la imprenta "Yeirma" una antigua editorial y consorcio de imprentas de una familia que en su tiempo prestaba los servició de edición a gran parte de la ciudad, pero que con el modernismo habían perdido lugares importantes, así como popularidad. Ahí alberto Teister de origen judío, subía a diario dos pisos para llegar a su oficina de 8 por 8 y sentarse frente al computador de torreta y comenzar a hacer su labor de corrección con programas como word referense o MyStilus. Y comenzar su labor, esto sin antes saludar a sus compañeros que en cubículos contiguos a él trabajaban en las correcciones ortográficas y de diseño de portada. Siendo Alberto, Juan y Sarait los encargados de todo, realizando más de una ocasión tareas que no tenían que ver con su especialización.

-Buenos días Sarait.

-Buenos días Alberto, terminaste los panfletos y las pancartas.

-Si, en eso estoy, sólo me faltan los trípticos que nos encargaron ayer y se los doy a Juan para que haga los diseños correspondientes.

-Si, por favor. Recuerda que a las tres de la tarde tenemos que mostrárselos a los clientes que nos encargaron esas publicaciones y tenemos sólo hoy para imprimirlos.

-Recuerda que la tipografía que quieren es en Time Romance y Arial de 15 y 13 puntos. No más grande. No le vayas a poner tu clásica manuscrita. Que luego no le entendemos y no podemos hacerles ver a los de la imprenta donde están las correcciones más importantes antes de que hagan el diseño definitivo.

-Si. ¡Está bien! No utilizare manuscrita en las correcciones que me hagan.

Después de dar dos pasos, Alberto entro en su oficina. acabando de dejar el portafolio en el piso, escucho un toquido delicado y sin prisa.

-Buenos días Alberto.

-Buenos días Juan. De lo que te perdiste amigo mío. La fiesta de anoche estuvo increíble, a ver ¿Cuándo te das tiempo para escaparte de Pary con nosotros?

-Gracias Juan, pero la verdad no me apetece mucho estar con un motón de analfabetas jugando ha ¿Adivina quién sabe más?

- ¡Bueno, tú te lo pierdes!

-Y aquel bien.

-Si, es cierto. Vengo a pedirte los bocetos que te día ayer ¿Por qué? ¡Si los corregiste verdad!

-Si, aquí están. me desvele hasta tarde pero aquí están tus amados bocetos.

-Bien, pues me voy a trabajar. Nos vemos para almorzar.

-No creo poder salir a almorzar hoy, tengo que entregar los trípticos y los bocetos del señor Carrión que viene hoy por ellos.

-Entonces te traigo algo... de comer.

-Gracias, no te preocupes, ya vengo preparado.

Juan salió del cubículo de Alberto, no había más que ponerse a trabajar, después de varías correcciones de textos, letras, palabras y tamaños de fuentes Alberto había dejado los espacios correspondientes a las imágenes, para llevarles los borradores a sus compañeros y comenzar con el trabajo de correcciones hasta lograr dos o tres ejemplos para exponerlos a los clientes quienes pese a lo que opinaran ellos, serían los que al final decidirían por ¿Cuál de los trípticos sería el que utilizarían? Después de horas de trabajo arduo tanto de Alberto como de Sait y Juan los tres bocetos preliminares estaban terminados, para que al final, los tres bocetos fueran desechados ya que no cumplían con los gustos y peticiones de los clientes, quedando uno con anotaciones por todos lados y el cual serviría de referencia para el boceto preliminar. Ya que la tarea de un corrector de estilo, de un diseñador y de un corrector ortográfico no es sólo la de corrección, si no, mejor dicho, la de convencimiento, ya que por desgracia a la mayoría de clientes les importa un reverendo "pepino" si la letra cursiva no se lleva con la Arial. O si la imagen sobre sale más sí esta en color que en sepia.

Ellos sólo quieren algo llamativo que después de horas de diseño, corrección y pleitos por la redacción. Los clientes se los darán a sus clientes y estos terminara tirado como cualquier papelucho sin importancia en algún bote de basura y nada más. Lo cierto es que, en la vida real, las reglas de corrección y estilo salen sobrando...Cuando lo que importa es el estilo como la vida te fue arrojando a tomar decisiones que no siempre fueron el estilo de vida que desearías vivir. Pensando esto Alberto se dio cuenta que debería de corregir el mayor de todos los manuscritos, el de su propia vida personal. 

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⏰ Last updated: Jun 20, 2019 ⏰

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EL CORRECTOR DE ESTILO.Where stories live. Discover now