❝Mi cliente afirma que fue coaccionada para transportar y enterrar el cuerpo de su padre, pero ella no le asesinó❞
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EL ESTÓMAGO DE HOSEOK rugió de hambre. Tras un largo suspiro, miró la hora en el reloj de oro que decoraba su muñeca izquierda. Ya era la hora del almuerzo y llevaba sin moverse de su silla desde las nueve y media de la mañana. Alzó la vista y miró a través de la ventana que dividía su despacho de la zona de la secretaria y se percató de que AhRin no se encontraba ahí. No era muy común que esa ególatra, grosera y adicta al teléfono móvil no le esperase para comer, teniendo en cuenta que era una actividad que realizaban juntos desde que ella llegó al bufete. De todas maneras, era mejor así, pensaba HoSeok, así no tendría que aguantarla más de lo estrictamente necesario.
«Necesito que me diga toda la verdad, SunAe. Si no, no podré ayudarla».
Se levantó de la silla y se acercó al perchero para coger su americana. Con un poco de suerte, la cafetería de la esquina no tendría mucha gente y podría tomarse un café y un pastelito de chocolate antes de que el descanso de la comida se acabase. No obstante, el impertinente tono de llamada de su teléfono reverberó por todo el despacho. Con un suspiro y tras ver quién se encontraba al otro lado de la línea, se dispuso a hablar con su mujer:
—¿Qué quieres? Sabes que no me gusta atender las llamadas personales en el trabajo.
«¿Me creería?»
«Claro, soy su abogado. Estoy de su lado».
—Me han llamado del colegio. SeungMin se ha vuelto a meter en problemas. Su profesor quiere hablar con nosotros.
Ante la sola mención del hijo que ambos tenían, HoSeok solo pudo soltar un suspiro. Comenzó a andar de un lado al otro del despacho, desviando su vista hacia los edificios y coches que se extendían hasta lo que su vista era capaz. No podía creerse que, una vez más, el colegio los llamase. Nunca había sido así, a decir verdad, SeungMin siempre había sido un niño que gozaba de su buen comportamiento que, aunque a veces algo revoltoso, no dejaba de ser un muchacho excelente, con ganas de reír y jugar, pero ahora estaba claro que desde sus nueve años cumplidos, estaba siendo una completa pesadilla.
—¿No puedes ir tú esta vez?
«Los abogados no tienen por qué creer a la persona que defienden. Son personas sin opinión».
Recargó su cuerpo sobre el escritorio de roble, apartando a su vez el marco de su mujer y él en su primer viaje de novios. Si se esforzaba mucho y lograba apartar su mente de todos los casos a su cargo, aún podía recordar el sonido y el olor de ese mar que decoraba la parte trasera de la fotografía. Había sido su primera aventura después de que hubiesen formalizado su relación a los padres de ella, quien, alegando que jamás había visto el mar, HoSeok pagó de su bolsillo —dos meses de trabajos a medio tiempo— un viaje a Busan.