Prólogo - Mayoría de edad.

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Amaneció en la capital como cualquier otro día y, a pesar de que la guerra y sus negativos efectos cada vez estaban más cerca, todo permanecía tranquilo tras las grandes murallas que protegían la esplendorosa y concurrida ciudad.

 Aunque todos los habitantes de la capital estuviesen inmersos en su rutina diaria, en la parte más rica todo andaba revuelto y los criados no paraban de moverse rápidamente, de aquí para allá. ¿Habría algún acto importante o celebración?

-¡Daos prisa con los lirios! ¡Y no olvidéis re-colocar todas las alfombras!- una mujer un tanto rechoncha y con cara de malas pulgas ordenaba al resto de las sirvientas, sin dejarlas descansar un solo segundo.

Mientras los criados preparaban todo lo necesario, los “señores de la casa” se encontraban cada uno en su habitación correspondiente, preparándose para lo que estaba por llegar.

Una joven y estilizada morena era el centro de atención de todo aquello, la cual se encontraba recluida en su habitación, condenada a mirarse en el espejo con aquel largo y voluminoso vestido color marfil, el cual resaltaba todos y cada uno de sus rasgos corporales.

-Es todo ridículo…- dijo la esbelta chica mientras observaba con un tanto de dificultad la parte trasera del vestido de novia, el cual tenía una larguísima cola que seguramente haría que le costase moverse, adornada con varias pequeñas flores en relieve.

Al escuchar la puerta abrirse, la joven giró levemente el cuerpo para quedar frente a la puerta, observando al hombre que acababa de adentrarse en la estancia.

El hombre era bastante mayor, o al menos eso aparentaba gracias a las prominentes arrugas de su rostro y el tener que descansar sobre un bastón debido a varias heridas de guerra en las piernas.

-Te ves hermosa Katrina…- la chica miró a un lado casi de inmediato, no muy convencida con aquello y, por lo que parecía, no demasiado contenta con lo que estaba a punto de suceder.

-¿Por qué me odias tanto, padre?- el mayor suspiró y se acercó a la que parecía ser su hija, a la cual obligó a mirarle alzándole levemente el rostro con la mano en la que no tenía cogido el bastón.

La muchacha intentó evitar la mirada pero, por mucho que lo intentó, no fue capaz; en realidad nunca había podido ignorar a su padre en ninguna ocasión.

-Es lo mejor para ti Katrina- le colocó un mechón de pelo tras la oreja derecha para después pasar a acariciarle la mejilla derecha con suavidad -Lo siento pero...Ya está decidido-

Se escuchó la risa de la menor resonar por toda la habitación para dar paso a un acercamiento entre ambos, para terminar desembocando en un largo y fuerte abrazo.

 -No lo sientas padre…- se quedó pensativa unos instantes -Tal vez sí que deberías disculparte, pero con el general Khraus- ambos rieron al mismo tiempo y, tras unos minutos de silencio, la morena volvió a quedarse sola en su cuarto, mirando por el gran ventanal que tan solo daba a un enorme jardín en donde lo preparaban todo para la ceremonia.

Mientras la joven chica se lamentaba de su mala suerte, otro hombre un tanto más joven que el padre de esta acababa de llegar a la gran y ajetreada mansión.

Todos los sirvientes se pararon en seco nada más ver a aquel hombre pasar bajo el umbral de la enorme puerta de entrada, haciéndole una leve reverencia inmediatamente después, en señal de respeto y para así asegurar su seguridad en todo momento.

-Bienvenido general Khraus- dijeron al unísono pero, aun así, no consiguieron captar ni tan siquiera una pizca de atención por parte del alto y abrupto hombre, unos 20 años mayor que la joven con la que tan solo unas horas después contraería matrimonio.

 El general se dirigió hasta donde le indicó su futuro suegro una vez se recibieron educadamente, tal y como indicaba el protocolo vigente para los miembros de la alta sociedad.

 …

Todo se silenció en cuanto la joven morena apareció bajo la puerta que daba al jardín, con aquel vestido que actuaba más como una jaula que le impedía huir a cualquier parte, que le obligaba a seguir hacia delante para dar uno de los pasos más importantes de su vida, aun tan solo teniendo 18 años cumplidos solo unos días antes.

"No me dio tiempo a disfrutar mi mayoría de edad".

Se acercaba lentamente, a paso de tortuga, intentando evitar lo inevitable lo máximo que le fuese posible, queriendo disfrutar unos segundos más de su libertad.

-Si está todo listo, no hay razón para que nos demoremos un solo minuto más- habló el sacerdote situado frente a ambos, observando detenidamente los movimientos de cada uno, fijando la vista en la mueca de desprecio en los labios de la chica.

Cuando el cura comenzó a hablar, todos se sentaron y se quedaron en total silencio, descartando un par de desperdigados susurros que se escuchaban de vez en cuando, pero sin mucha importancia.

Mientras la morena fijaba su mirada en el suelo, su futuro consorte tan solo se limitaba a observarla a ella, intentando no perderse ninguno de sus movimientos, tal vez por si intentaba escapar en algún momento dado, aunque era poco probable ya que tan solo seguía las órdenes de su padre, el cual observaba el plano general desde la primera fila de asientos.

-Si nadie tiene nada que objetar…- cuando el clérigo dijo aquello, todos se dieron cuenta de como la novia estuvo a punto de gritar “yo objeto” pero, finalmente, tuvo que contenerse.

Ante la respuesta negativa de los presentes, los dos protagonistas de la ceremonia se vieron obligados a mirarse a los ojos, viendo emociones completamente dispares entre uno y otro.

Mientras la chica mostraba odio e impotencia, el hombre tan solo se veía satisfecho con el “acuerdo” al que había llegado con la familia Maestia a cambio de su protección incondicional, la cual era necesaria para asegurar la continuación de sus “negocios”.

Después de un millón de palabras más, al final llegó el tan esperado momento del “sí quiero”, el cual era totalmente forzado e injusto en cierto modo aunque, por supuesto, la joven de 18 años no iba a ponérselo tan fácil a su ya oficial marido, el cual parecía estar completamente complacido con lo sucedido, ajeno a lo que sucedería en los próximos años.

 “No dejaré que salga todo como tú quieres, a partir de ahora tendrás que seguir mis reglas…

Ahora, yo soy la que lleva las riendas de todo”.

La chica esbozó una enorme sonrisa con un toque malévolo camuflado mientras observaba a su recién estrenado esposo, maquinando su maquiavélico y malvado plan, el cual se desarrollaría durante los próximos años, sin que él pudiese hacer nada, sin ni siquiera saber donde se había metido.

Just Blood [Akame Ga Kill!] FFDonde viven las historias. Descúbrelo ahora