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Agoney tiene seis años y no entiende por qué sus padres han creído necesario abandonar su tierra e ir a vivir a la península. A MADRID. Nada más y nada menos que a un pueblo de Madrid. A quién se le ocurre ir a un sitio sin playa? Justo ahora que le han comprado unos manguitos de La Sirenita... Y sí, es consciente de que podría usarlos en la piscina, pero es que Sebastián es un cangrejo y los cangrejos necesitan agua salada. Desde luego sus padres a veces parecen unos ignorantes...

- Ago, quieres ver tu nuevo cuarto? -le pregunta su padre después de meter todas las cajas de la mudanza en el piso

- No -dice enfurruñado el pequeño

- Cariño, no puedes estar enfadado todavía -afirma su madre acariciándole la cabeza

- Sí que lo estoy y Mickey también -sentencia el niño enseñándole su peluche favorito a sus padres

- Pero por qué? Piensa en las nuevas aventuras que podrán vivir aquí los dos -le intenta animar la mujer

- Los abuelos se quedaron allí -enumera Agoney aún con el ceño fruncido- y mis amigos también y el mar

La mujer mira a su marido en busca de ayuda, quien se limita a negar con la cabeza y andar hasta el sofá en el que está su hijo. El hombre se agacha quedando a la altura del rostro furioso del pequeño.

- Vale, te entiendo, estás en un lugar desconocido y eso te puede asustar...

- Yo no tengo miedo, yo soy como él -sentencia Agoney señalando su camiseta de Spiderman

- A lo que voy es que es normal que no te guste este sitio porque no conoces nada, pero podrías darle una oportunidad... -explica el hombre- mira, hoy empiezan las fiestas del pueblo y hacen el pregón infantil con un gran desfile y un montón de carrozas con luces de colores, globos y caramelos

- Caramelos? -pregunta ojiplatico el niño

- Montones de caramelos -asegura su padre- podríamos ir, no?

Agoney asiente emocionado. Papá debería haber empezado por ahí, sigue sin gustarle la idea de vivir en Madrid, pero las penas se digieren mejor si van acompañadas de dulces de colores y chocolates varios.

Las calles de su nuevo hogar parecen acogedoras cuando las recorre de la mano de su padre bajo la luz de la luna. El desfile está a punto de empezar y Agoney se encuentra a primera fila dando saltitos de la emoción. La ceremonia comienza con un pequeño de unos once años y pelo y ojos claros leyendo el discurso que da comienzo al desfile. Unos minutos más tarde, los pequeños disfrazados de moros y cristianos hacen acto de presencia en las calles del pueblo.

A Agoney todo eso le da igual, él sólo quiere caramelos. Y sus plegarias son oídas cuando desde lo alto de una de las carrozas de los caballeros cristianos empiezan a lanzar golosinas de todo tipo. Los niños se abarrotan frente a él recogiendo todos los caramelos a su paso. El canario se agacha a por uno pero se lo quitan cuando prácticamente lo tiene en la mano. Cuando se levanta a buscar más, se da cuenta de que ya los han cogido todos. Qué asco de sitio, ni los caramelos le consuelan... quiere volver a Adeje donde es el rey de la recolección de chucherías y nadie le roba sus dulces.

- Qué asco -murmura entre dientes agachando la cabeza y observando el suelo vacío mientras aguanta su llanto

- Toma

Frente a él aparece una mano con cuatro o cinco caramelos. El moreno alza la vista para encontrarse a un pequeño caballerito de ojos y pelo dorados con una cesta llena de caramelos. Quien es ese niño y por qué le habla sin conocerle?

- Venga, Raoul, que hay que seguir con el desfile! -le presiona el chico que hace unos minutos ha pronunciado el discurso del pregón

- Corre que me tengo que ir -le mete prisa el chico rubio- toma, para ti que he visto que no has podido coger ninguno y yo tengo muchos aún

CANDY (OS Ragoney)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora