Es hora de irnos

1K 96 10
                                    

Sus ojos verdes abiertos y sin brillo, el cabello hecho un desastre, los labios partidos y azules, la piel pálida, los pómulos violáceos

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Sus ojos verdes abiertos y sin brillo, el cabello hecho un desastre, los labios partidos y azules, la piel pálida, los pómulos violáceos. Sus bracitos abiertos, al igual que sus piernitas, la ropa rasgada, hecha tirones; feos moretones por todos lados, y tan solo con siete años, siete añitos.

Pobrecita, Emily.

Dime, ¿lamentarte te ha servido de algo hasta ahora?

Y me refiero a algo útil y productivo.
¿No? Entonces, ¿por qué lo haces?
¿Que a estas alturas no tendrías que estar agotado, fatigado de tanto desgraciado lamento?
¿Acaso el insomnio es ahora tu mejor amigo, el que siempre está en las malas y difíciles?

¡Ah, qué deprimente!

Si el sol ya no te derrite tu escarchado corazón, ¿qué lo hará? ¿El amor? ¡Bah!
¡Qué tontería!
Tú ya no te crees digno de recibir amor, mucho menos de darlo. No mereces tal cosa, mereces ahogarte en tu remordimiento.

¡Sí, laméntate!

Súmete en tus malditos recuerdos, que tu memoria se repita como un CD rayado, y te restriegue tu error, ese que nunca podrás enmendar, ese que te perseguirá por siempre.

Te creías tan valiente, tan poderoso pisoteando y creando terror hacia la única persona en la faz de la tierra que te amaba, hasta que no quedó nada, hasta que se desvaneció entre tus asquerosos dedos como niebla espesa y cargada de dolor, de sufrimiento, de ti.

¡Sí, laméntate!

Porque no podrás redimirte nunca, tú no mereces el perdón de Dios, ni de nadie, ni siquiera el tuyo propio.

¡Ah, qué insípido y cobarde!
¿Te regodeas en tu lamento?
¿No?
¡Pues deberías!
Hay un lugar perfecto para ti en el infierno, yo mismo lo preparé, te espero con los brazos abiertos.

¡Sí, laméntate!

No tienes remedio, no tienes salvación .
¡Tu alma es mía!
Estás perdido para siempre...

~*~

El hombre se levantó de la cama sudoroso y con temblores por tal terrible pesadilla, caminó el estrecho pasillo que conectaba su habitación del diminuto y grotesco baño donde se lavó el rostro con abundante agua.

Reposó las manos en el lavado e inclinando la cabeza cerró los ojos, de inmediato imágenes de él con su hija inundaron su mente: golpeándola, violándola, asfixiándola, matándola...

Estaba agotado, sacudió la cabeza y se incorporó y la figura de una sombra tras suyo reflejándose en el espejo del lavamanos lo paralizó.

Era él.

Sus ojos llameantes y sonrisa siniestra. Su diabólica presencia estaba ahí, respirándole en el cuello y erizándole la piel, justo como en su pesadilla.

Mareado y olvidando cómo se respira, al hombre se le retorcieron los dedos de los pies mientras su rostro se tornaba rojo.

-Es hora de irnos —dijo la sombra y el hombre quiso decirle que no iría a ningún lado y mucho menos con él, pero tenía un nudo en la garganta y la lengua seca pegada al paladar.

Un sudor frío recorrió su frente, nuca y espalda. Su cerebro estaba sufriendo un colapso neuronal, su corazón estaba padeciendo de hipertensión, intentando escapar de su tórax.

Le quedaba poco, podía sentirlo en el fuerte dolor que un salto en sus latidos provocó en su pecho, llevó una de sus manos allí y su vista se nubló.

Cayó de rodillas al mugriento piso baldosado, un espasmo recorrió su cuerpo de repente y un temblor sus extremidades dejándolo tendido en el suelo, hasta que cesó y la risa burlona del espectro se adentró en su cabeza dando vueltas hasta que su corazón se detuvo.

"Ataque cardiovascular, qué predecible" —pensó el demonio contento por añadir una alma más a su lista.

~*~

Es hora de irnosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora