La mujer de mis sueños

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En el centro de la ciudad de Kindo, se encuentra una hermosa estatua de una mujer desnuda que solo llora.
Todos van ahí a pedirles deseos cada noche esperando así poder ser escuchados y cumplidos.

De vez en cuando paso en las noches por ahí y veo a una que otra persona contando sus penas, y a la mañana siguiente ya no las veo, debo suponer que simplemente solo se rinden a una idea estúpida sin razón.

¿Por qué?, todos me hablan de aquella leyenda de la mujer de la estatua.

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Las noches eran eternas y mi amado se había ido con mi corazón en manos junto con otra chica, un enorme vacío que se llenaba de tristeza acompañada de una inmensa soledad me invadía, odiaba saber que este así en este estado por alguien que no lo importo como me sentía.

La cálida brisa de verano por noche, las brillantes estrellas y luna que adornaban la noche con fondo negro eran mágicos, el sonido de los grillos me arrullaba, el humo del cigarro que pasaba por mis fosas nasales, yo siendo testigo de una noche mágica y vacía a mí parecer.

Cuándo me estaba ganando el sueño decidí  apagar mi cigarrillo, y apunto de irme, la ví.
Ví su silueta, caminando sola por el camino hacia la ciudad, parecía pérdida, triste, sola confundida, como yo. Me preguntaba si ocupaba ayuda.

—¿Hola?, ¿Estás perdida?

Ella volteó hacia mi, cautivandome con su hermosa cara, con rasgos finos y inusuales, aunque había cosas que no podía ver a falta de luz. Ella me sonrió.

—¿No eres tú quien está perdida?

Kindo era un lugar pequeño, estaba segura de conocer a todos, y ella, no sabia quién era, solo su rostro y figura me era conocida, ¿Pero de dónde?

—¿De qué hablas?

Ella volteó la mirada hacia su camino, solo fue un parpadeo y su presencia había desaparecido.

Esa fue la primera vez que la ví.

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Habían pasado cuatro días desde la vez que ví a aquella mujer, y aún no le he encontrado.

En Kindo hay un gran mercado y sin finde festivales cada cuatro semanas. Es cuando aprovecho para ir por flores para mi casa.

Las risas de los niños, la frescura, el olor a comida y personas eran algo que abundaba en el lugar, todo marchaba bien, pero cuando me iba a ir de la florería lo ví, ví a Richard junto con aquella mujer, era hermosa, era como ver un margarita a la lado de una orquídea, me opacaba.

Trate de evitarlo pero ella me vió. ¿Cómo mi amiga me hizo esto?

—Holly, Richard y yo nos casaremos en un par de días, y me preguntaba....

¿Quieren que vaya a un lugar después de lo sucedido?

—No quiero ir a su boda Michaela.

Dije sin mantener contacto visual, mirando hacia abajo como si estuviera eligiendo mis flores.

Ella miró extrañaba hacia mi con una sonrisa de victoria.

—Sabes, deberías estar feliz por mi.

Me dejó una invitación delante de mí.

—Si, bueno, tengo que irme.

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La flores, eran hermosas, tuve suerte de encontrar aquellas flores.

La noche era tranquila, toda lo noche me la había pasado con Tom, hablando y tomando de lo estancada que me sentía.
Caminaba con mis pies descalzos sobre el cemento aún cálido por el fuerte son de la tarde, pero no lo suficiente para quemarte, caminaba y nadie se asomaba.

Y de repente la ví. estaba sentada en una banca cerca de la gran casa roja, estaba sola, viendo la luna, con los pies descalzos al igual que yo, eran tan hermosa, me intrigaba su silencio.

—¿Sabías que al morir nuestra alma se convierte en polvo de estrella?

Me dió una sonrisa que me hizo sentir algo familiar, ¿pero que era?

—¿Cuál es tu nombre?

—Nayla.

Me senté a su lado, y todo comenzó ahí. cada noches hablaba de mis penas con ella, y no sabía la razón, pero lo quería hacer, me sentía como yo, me sentía libre.

Pero en el día no la encontraba. Ella simplemente... ¿no existía?, ¿estaba loca?

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En la orilla de la fuente estaba sentada en su regazo, ella peinaba mi cabello con sus manos.

—Sabes, sonará raro, pero siento como si ya te conociera de algún lugar, en las mañanas te busco y simplemente no te encuentro. Y creo, creo que te amo.

Ella solo sonrió, me vió con esa mirada de felicidad, en unos para de segundos mis labios y los de ella estaban junto a los míos, su lengua explorando, su respiración fría cerca, cerré los ojos.

Pero al abrirlos, todos me miraban, mire a mi alrededor, era de día, y yo estaba empapada, encogida entre los brazos de ella, no, no era ella, era aquella estatua, mi ropa de aquel día que salí de la casa de Tom aún la traía puesta.

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⏰ Última actualización: Oct 13, 2019 ⏰

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