Sus ojos llorosos e hinchados veían la isla en llamas que era su hogar alejándose de ella, perdiéndose en la oscuridad de la noche hasta que solo fue un punto brillante que terminó por desaparecer cuando las nubes la envolvieron al ganar mayor altitud.
La distancia que la separaba de su familia era cada vez mayor al igual que el dolor y la presión en su pecho. El rostro de Stoick, su voz llamándola a gritos y el llanto de su bebé hacían eco en su mente y corazón sin parar.
Había intentado liberarse de las garras del dragón que la capturó y alejó de sus seres queridos, pero su fuerza era nada comparada con la de su captor. Eso y que cada vez estaba más lejos del suelo, bastaron para apagar cualquier otro intento pues lo que menos deseaba era morir, aunque quizá ese era el destino que le deparaba de cualquier manera.
¿Fue acaso un error salvar al dragón que la capturó? ¿Debió permitir que Stoick lo matara? Esas dos preguntas se repetían una y otra vez en su cabeza a la par en que la culpa por sus acciones crecía en su interior pues debido a estas puso en riesgo no solo su propia vida, sino también la de su familia.
¿Cómo podría darle la cara a su esposo después de aquello? Cuando en lugar de proteger a su hijo de pocas semanas de vida se dispuso a defender a los dragones que atacaban su aldea destruyéndolo todo. Sin duda la culparía de la misma forma en que ahora ella misma lo hacía.
Pero, aun así, debía hacer algo. No podía quedarse sin hacer nada, tenía que volver a Berk, no por ella sino por su familia. Hiccup era demasiado pequeño y Stoick no podría cuidarlo solo.
Definitivamente debía luchar por ellos para poder regresar a su lado, disculparse por cometer errores y esperar recibir el perdón para poder continuar con su vida normalmente.
— ¡Por favor!—Exclamó entonces, su garganta ardiendo ante el esfuerzo que esto implicaba, pues Stoick no había sido el único que había gritado sin parar su nombre—. Déjame ir, por favor—Suplicó aferrándose a las garras que la sujetaban de los hombros.
Si tuviera algún arma quizá podría herirlo para así soltarse pero... No, no podría hacerlo de cualquier manera, otro Hooligan lo haría pero ella no era así; sin importar lo que el dragón le hubiera hecho, ella sería incapaz de lastimarlo y esa era la realidad en la cual vivía y, hasta este momento, la había disfrutado.
Cerró los ojos por un momento, inhalando en busca de fuerza para continuar. Solo entonces se detuvo para sentir la brisa fría de la noche contra su piel y la humedad pegajosa en sus mejillas producto de las lágrimas que al fin habían dejado de correr por estas.
Al abrirlos nuevamente frente a ella encontró los mismos ojos ambarinos del dragón que la observaban con una curiosidad inmensa desde una no muy peculiar posición al tener el cuello doblado en su dirección.
—Tienes el cuello flexible como los Búhos—Murmuró con sorpresa ante tal descubrimiento, olvidando por un momento cualquier intensión por escapar—. Increíble...
Cualquier otra cosa que fuera a decir se vio interrumpida por el repentino descenso al cual el dragón los sometió.
Gimió aterrada y se aferró con mayor fuerza a las garras del dragón, cerrando los ojos cuando estos comenzaron a arder por el viento helado que los golpeaba. Su corazón latió con tanta fuerza que le causó dolor, el aliento se le agotó ante la idea de que podría morir en cualquier momento.
Pero entonces todo acabó de la misma forma en que inició. La velocidad disminuyó y a sus oídos llegó el fuerte aleteo de la criatura café que continuaba descendiendo ahora con más delicadeza, quizá su miedo fue percibido y ahora le tenía consideración, ¿era eso posible?
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La decisión correcta
Fanfiction"Las miradas de ambos permanecieron fijas, el ambiente tenso que los envolvía comenzó a desvanecerse y ahí, en medio de la oscuridad bajo un cielo estrellado, humano y dragón crearon un lazo cuando sus pieles entraron en contacto. -Espero que algún...