Sentado en un rincón del bar donde trabaja, Erick mira en silencio hacia una esquina, esperando verlo salir.
Sabe que está ahí.
El dueño de cada espacio en el lugar que ha hundido su vida lentamente, a través de los años.
No es usual que esté de visita.
Joel Pimentel, el hombre que lo secuestró.
Los demás son solo peones que actúan bajo sus órdenes, pero la culpa solo la tiene él.
Levanta la vista cuando el rizado da un paso fuera de la oficina principal, y por primera vez, sus miradas se cruzan.
Lo ha destruido, y apenas conoce su rostro.
Porque Joel es así: cruel.
Erick le sonríe levemente, antes de agachar la cabeza de nuevo.
Hay chicos como ese trabajando para él en todo el piso, y ninguno antes había llamado su atención.
El rizado carraspea mirando al pasillo por unos segundos, pero su mirada regresa al ojiverde.
Él no coge con la mercancía.
Lo ve levantarse y siente un escalofrío al escuchar su voz, antes de morderse suavemente el labio inferior.
—Buenas noches —dice Erick nervioso.
Joel no puede resistirse.
Es sin duda el chico más hermoso que ha visto en su vida.
—¿Trabajas acá?
—Sí —responde tratando de no verse tenso.
—¿Mucho?
—No —miente pasando con disimulo la lengua por sus labios— apenas llegué.
—¿Bailas?
—Sí, me dijeron que puedo empezar así.
Joel asiente lentamente abriendo su oficina, otra vez.
Le da el pase con la mirada y apenas lo tiene adentro, cierra la puerta.
—No te he visto antes.
El ojiverde tiene el corazón acelerado, porque está furioso.
Se ve tan tranquilo, aún cargando en su consciencia que todos ahí tienen que vender su cuerpo, para que él obtenga dinero y sus trabajadores apenas les den de comer.
—¿Usted es un cliente? —pregunta fingiendo no tener idea de quién es.
—Lo soy —dice rápido sentándose en su escritorio.
—¿Quiere un privado? —le ofrece caminando hasta su lado.
La mirada de Joel va al reloj y niega con la cabeza.
—Puedo volver, porque no tengo mucho tiempo ahora.
—De acuerdo —responde haciendo un puchero.
—Eso no significa que no puedo cogerte rápido, sin bailes previos.
—¿Es lo que quiere? —cuestiona empezando a desvestirse frente a sus ojos.
Joel desabrocha su pantalón para sacar su polla, y se masturba mientras disfruta de ver su cuerpo completamente desnudo.
—¿Quiere alguna posición en especial?
La voz de Erick se escucha cerca de su oído y eso termina de hacerle perder el control.
Goza del sexo rudo y más si es con alguien así.
Un chico que luce inocente, con la sonrisa más bonita que ha encontrado.
Muerde sus labios al levantarse para girarlo contra el escritorio y empujarlo con fuerza, dejando su trasero al aire.
Lo abre con sus dedos, para hacerse un espacio, y entra sin prepararlo, consciente de que esos gemidos son de un dolor mezclado con el placer que le está dando.
Jala su cabello para que gire y pueda ver su boquita.
—Eres una bonita perra —susurra bajando para besarlo.
Lo suelta nuevamente y agarra sus caderas para follarlo duro.
[...]
Joel mira al doctor después de la revisión que ha tenido, y por el suspiro que suelta sabe que no es algo bueno.
—Señor Pimentel —indica mirando los papeles del laboratorio.
—¿Puedo saber por qué tanto misterio?
—Es que ha sido positivo porque es sida.
El rizado se levanta alterado y le marca a Zabdiel porque es quien se encarga de controlar esa parte del negocio.
Sus manos tiemblan sosteniendo el teléfono, y habla apenas lo escucha al otro lado.
—¿Controlas la salud de la gente que vendemos?
—Me pediste que no quitara a los enfermos, de todos modos, si alguien se contagia no es nuestro problema y podemos usarlos hasta que mueran.
—¿E-Ellos lo saben?
—Claro que sí, me parece justo que tengan una idea de cuánto tiempo de vida les queda.
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