Zeke

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Todo empezó cuando al quedarse dormido, luego de apagar su despertador, tuvo que tomar un tren distinto al de siempre. Había maldecido el quedarse dormido, cosa que nunca le pasaba. Se había quejado de que por su descuido, llegaría más tarde de lo que le gustaba a su trabajo. También se había quejado de que gracias a eso, no podría disfrutar del café que siempre tomaba en un deli que estaba a una cuadra de su empleo. Realmente le pareció que el mundo se iba a acabar por algo tan trivial como el haberse quedado dormido.

Pero toda queja había desaparecido cuando abordo el tren y vió a la hermosa mujer que estaba sentada a unos metros de él. Zeke no era un hombre que se impresionara rápidamente ante la belleza femenina. Para él, la belleza iba más allá del simple físico de una persona. Una mujer podría ser la más hermosa del mundo, pero si no era una persona con un buen corazón, ¿de qué le servía?.

Pero, la desconocida simplemente lo cautivo. Con su cabello largo y negro, su piel blanca y unos hermosos ojos azules, que le parecieron sacados del mismo cielo.

Cuando ella bajó, una estación antes que él, se dio cuentas que aparte de ser bonita, también era una buena persona. La vio ayudar a salir del tren al hombre de la tercera edad que había estado sentado junto a ella. La bella mujer cruzó su mirada con la de él, tan solo por unos segundos y pudo sentir el corazón acelerado y que se ruborizaba. Eso último lo encontró sorprendente, pues estaba seguro que la última vez que le había sucedido era un adolescente que se sentía nervioso por cualquier cosa relacionada con las mujeres.

La primera vez en tomar ese tren fue casualidad; en la segunda quiso tentar a la suerte y en la tercera se convirtió en su nueva rutina.

Y así había pasado los últimos seis meses, tomando el mismo tren para poder ver a la chica.

No le tomo mucho tiempo darse cuenta de que ella era diferente y que no por nada, había sido hechizado desde el primer momento. Todas las demás personas a su alrededor hacían casi lo mismo: ver sus celulares, leer desde sus tabletas u observar de manera aburrida lo que les rodeaba. Ella, en cambio, siempre estaba leyendo un libro. Zeke trato de la manera más discreta que pudo averiguar que tipo de literatura le gustaba, intentando ver la cubierta de los libros cuando ella los cerraba antes de bajarse, tal vez así podría tener un pretexto para acercarse. Nada para romper el hielo que hablar de gustos en común. Pero luego de tanto tiempo y darse cuenta que ella leía al menos un libro por mes, intuyó que eso de hablar de libros no iba a funcionar. Él era un lector perezoso, apenas empezaba a leer algo y de inmediato le daba sueño. Tenía dos meses leyendo un libro y no iba ni a la mitad.

Durante las noches mientras fumaba un cigarrillo en el balcón de su apartamento, pensaba en formas de acercarse a ella. Era curioso, pero se empezaba a dar cuenta de esos detalles que a muchos hombres les daba trabajo o les tomaba años ver, como el color de el esmalte de uñas que usaba o cuando se corto el cabello. De eso, se dio cuenta al verle el fleco más corto. Había descubierto que utilizaba los mismos aretes durante una semana, y que los lunes y los viernes utilizaba falda, en lugar de pantalón.

Zeke Jeager, acosador de primera. Realmente no sabía si se podía tomar como acoso, ni siquiera había intentado sentarse más cerca. Era un pequeño cobarde y no se consideraba uno, siempre estaba seguro de si mismo, de sus palabras y su lenguaje corporal, pero cada vez que pensaba “hoy es el día, hoy me acercaré a ella”, apenas entraba al tren y se sentía como si fuera la primera vez que veía a una mujer y cambiaba de idea.

Incluso Pieck ya se había dado cuenta de su cambio de rutina y le había preguntado, más de una vez, a que se debía. Él le decía que, debido a que se dormía tarde, un poco más de sueño no le caería mal o que el tren que solía tomar empezaba a llenarse demasiado y que no le gustaba. Sabía que todas esas excusas que inventaba, su amiga no se las tragaba ni con embudo, pero se daba cuenta que Pieck fingía creerle. Y se lo agradecía. Cuando estuviera listo, le contaría todo, no por nada tenían tantos años siendo amigos.

También, una de las razones por las cuales Zeke, el pequeño cobarde, no se atrevía a hablarle, era al miedo de enterarse de que ella tuviera novio, o peor, que fuese una mujer casada. Lo segundo lo descartaba. No había visto más piezas de joyería en ella más que aretes y un reloj. No usaba anillos y tampoco collares.

Zeke, el acosador, de nuevo al ataque. ¿Cómo era posible que se diera cuenta de eso?

Bueno, ya tenía bastante tiempo espiando a la chica, como para no haberlo notado.

“Me preguntó en quién piensas.”

Zeke levantó la vista de la pantalla del computador, para ver a Pieck recargada en el marco de la puerta de su oficina.

“En nadie, estaba concentrado leyendo.” mintió, sintiéndose un poco avergonzado de haberse quedado absorto en sus pensamientos.

Pieck le lanzo una leve sonrisa que, decía a todas luces, no le creía. “Tengo cerca de 2 minutos parada aquí y en ese tiempo, no haz movido los ojos del mismo punto en la pantalla. Eso solo significa dos cosas: estás leyendo una palabra realmente complicada que no entiendes o estás pensando en algo, y, por la cara de bobo que tenías, no es algo, es alguien.”

Odiaba que Pieck fuera tan observadora. Sobretodo, si se trataba de analizarlo a él.

“Entonces…” empezó a decir Pieck, mientras avanzaba y se sentaba en la silla que había frente al escritorio. “¿Ya me vas a decir porque tienes 6 meses diciéndome mentiras o vas a volver a inventar alguna excusa barata?”

Zeke se quedó en silencio, sin voltear a ver a Pieck. Se sentía como un adolescente que acababa de ser descubierto por guardar revistas para adulto debajo de su cama.

“El que calla, otorga. Dime, ¿cómo se llama? ¿La conozco?.”

“No lo sé y no. Es una chica que viaja en el tren.” Se dejo caer en la silla y volteó a ver a su amiga. Ella le sonrió.

“Bueno, ya era hora de la verdad, ¿tanto trabajo te costaba o no querías que pensara que eres un acosador?”

“Un poco de las dos, pero más la segunda. No quería que pensaras mal de mí.”

Pieck cruzó los brazos. “No sé si sentirme contrariada por enterarme de que mi jefe y amigo” dijo, haciendo énfasis en la última palabra, “es un acosador o insultada por qué creías que te iba a juzgar. ¿Puedes adivinar cual de las dos es?”

Zeke lo pensó un momento, antes de responder. “¿Insultada?”

“Bastante.”

“Lo siento Pieck. Debí haber imaginado que, si alguien no iba a pensar mal de mí o juzgarme, serías tú.”

“Elemental, mi querido Watson. Ahora, dime, ¿cuándo vas a preguntarle su nombre?” Quiso saber Pieck.

“¡¿A quién?!”

“¿De quién estamos hablando? De la mujer de el tren. Ya tienes seis meses espiándola y no haz hecho lo más básico, que es preguntarle su nombre.”

“No puedo simplemente acercarme a ella y preguntar como se llama.”

“Claro que puedes, eso hiciste conmigo.”

“Eso fue hace diez años.”

“O sea que, ¿hace diez años eras más valiente que ahora?”

Zeke le lanzó una mirada molesta, pero Pieck se limitó a sonreír. Sí, hace diez años era más valiente de lo que lo era ahora, pero aplicaba única y exclusivamente a la hermosa desconocida de el tren. Pieck tenía razón, no había hecho lo más básico al conocer o querer conocer a alguien, no requería una licenciatura para preguntar un nombre. Pero sentía que para acercarse a la chica, necesitaba maestría y doctorado.

“El único consejo que te puedo dar…” empezó a decir Pieck, mientras se ponía de pie. “Es que, sin afán de ofender, no te estás haciendo más jóven cada día y el tiempo que pasas pensando en qué hacer, podrías estarlo aprovechando en largas conversaciones con esa chica que acosas. Nos vemos mañana.”

Sin decir más o esperar una respuesta por parte de él, salió de la oficina, cerrando la puerta detrás de ella.

De nuevo, Pieck tenía razón.

-x-

Cuando se acostó esa noche, decidió qué mañana tenía que hacer algo. No sabía que, pero algo, no podía seguir postergando algo tan simple y sencillo como acercarse y preguntar el nombre de la chica. Si ella le daba una negativa, no volvería a molestarla, tampoco iba a obligarla, sabía que podía ser molesto que un completo desconocido se acercara a ti y preguntara por tu nombre. Aunque él no se consideraba un completo desconocido, tenían 6 meses viajando en el mismo tren. Hasta podía asegurar que ya se habían familiarizado el uno con el otro, aunque fuera solo de vista.

-x-

Cuando subió al tren, se sorprendió al no ver a la chica leyendo. La encontró enfrascada en una conversación con una señora sentada a su lado. Tomó asiento en el lugar de siempre y, cuando de manera casual (realmente había sido de manera casual y no de esa manera casual, que siempre utilizaba para espiarla) se encontró con que ella lo estaba observando. Sus miradas duraron apenas unos segundos conectadas, hasta que ella desvío la vista y regresó su atención a la mujer con la que hablaba.

¡Genial! Pensó Zeke con sarcasmo, justo lo que necesitaba en esos momentos, sentirse nervioso cual adolescente en plena pubertad. 

¿Porqué le estaban sudando tanto las palmas de las manos? Ni cuando estuvo íntimamente con una mujer por primera vez se había sentido así de nervioso. Tampoco cuando había conocido a los padres de su primera novia se había sentido así. Se sentía realmente avergonzado de sí mismo.

¡Vamos Jaeger, contrólate! Pensaba una y otra vez. Ahora tenía miedo de voltear. ¿Qué se suponía tenía que hacer? ¿Mantener la vista en el piso? ¿Al frente? Era bastante natural observar a su alrededor. ¿Sacar su celular? No. No quería caer en el tipo de persona que utilizaba su celular para alejarse de el mundo. Al contrario, lo que necesitaba en esos momentos era estar al tanto de el mundo que lo rodeaba.

Tratando de parecer lo más natural posible, volteó en la dirección en la que se encontraba la chica, sin ver directamente a ella. Por el rabillo del ojo,logro verla sonreír.

Era una sonrisa hermosa y angelical, quedó enamorado por completo de ella.

Recordó lo que Pieck le había dicho, había estado perdiendo el tiempo siendo un cobarde, cuando podía haber disfrutado de esa sonrisa desde hacía meses. No puedo evitar sentirse enfadado consigo mismo. Pero de nada servía pensar en el hubiera, así que mejor, empezó a pensar en el ahora.

Y el ahora le hizo ver, que ese no sería tampoco un buen día para acercarse. Ella estaba demasiado entretenida en una conversación con la señora que tenía a un lado y sería muy grosero de su parte acercarse e interrumpir. 

El resto del viaje hasta la estación donde ella se bajaba, Zeke disimuló bastante bien cuando volteaba a verla. Unas cuantas veces se sintió observado, pero estaba seguro de que alucinaba. Siempre se sentía observado cuando no estaba viendo en dirección a la chica, pero siempre que volteaba ella seguía atenta en su lectura.

Sintió como el tren perdía velocidad y como los pasajeros que estaban por bajarse, empezaban a ponerse de pie. En cuanto en tren se detuvo, la gente empezó a salir mientras otra intentaba entrar.

Vió a la hermosa mujer ponerse de pie y bajar acompañada de la señora que había estado sentada a tu lado. Ambas se despidieron al salir y tomaron caminos opuestos.

Con un suspiro, Zeke volteó hacia el asiento que ella siempre ocupaba y sus ojos cayeron en un objeto rectangular en el asiento. Reconoció la portada al instante. Sin pensarlo tomó su maletín, se acercó al asiento, tomó el libro y salió del tren.

El espionaje que siempre realizaba de ella le ayudo a buscarla en la dirección correcta. No sabía que tanto podía haber avanzado, pero al llegar al final del andén, vió que iba subiendo apenas las escaleras que llevaban a la salida.

“¡Señorita! ¡Espere!”

Zeke se sorprendió al ver que ella se detenía y volteaba a verlo. Un rubor se extendió sobre las mejillas de la chica, haciéndola lucir adorable.

“Una…disculpa…por…molestarla” dijo Zeke, intentando recuperar el aliento. “Pero, olvidó esto en el tren”.

La chica abrió los ojos con sorpresa al ver el libro en su mano. “¡Oh, cielos! Si seré despistada, no me di cuenta de que no lo guarde ¡Muchas gracias!”

Ella tomó el libro y lo guardo en su bolso. Zeke noto que le temblaban levemente las manos. “Lamento haberle causado una molestia” dijo ella apenada viéndolo. “Pero, esta no es la estación en la que normalmente baja, ¿verdad?” cuestionó, frunciendo levemente el ceño.

Ahora era el turno de Zeke de sorprenderse. Se le aceleró el corazón ante el hecho de que ella sabía que él no se bajaba ahí.

“No” respondió. “Mi destino es la siguiente estación.” Vió como el semblante debe ella, pasaba de la sorpresa a la preocupación. Abrió la boca probablemente para disculparse, pero él la detuvo. “No tiene que disculparse, es solo una estación, en taxi llegaré rápido.”

“En ese caso ¡por favor! Déjeme darle dinero para el taxi, por tomarse la molestia de buscarme. Por mi culpa podría meterse en problemas”.

De inmediato, ella empezó a buscar algo dentro de su bolso, probablemente su monedero. Enseguida, Zeke la detuvo poniendo una mano unos segundos sobre la de ella.

“No es necesario señorita, en verdad. Y no fue ningúna molestia."

Los dos se quedaron en silencio, observándose el uno al otro. Zeke sentía como se perdía en las dos lagunas que eran sus ojos azules. Estaba cien porciento seguro de que no había poder humano que pudiera hacer que algún día se enfadara de verlos. Eran brillantes y hermosos, como el cielo es un día soleado de primavera.

“Amm…” empezó a decir ella, bajando la vista.  La vió acomodar un mechón de cabello detrás de su oreja, antes de que volviera a hablar. “Debe haber una forma de poder agradecerle.”

Si antes tenía un leve rubor en las mejillas, ahora la chica estaba completamente colorada. Zeke en ese momento se dio cuenta de que estaba nerviosa, probablemente tan nerviosa como se sentía él.

Se rascó la oreja antes de responder algo. Las palabras salieron de su boca, apenas las había pensado. “Podría invitarme un café. No hoy, claramente, pero podría ser el fin de semana.”

Esperaba no verse o sonar desesperado o demasiado atrevido. El rostro de ella no dejaba ver lo que podría estar pensando, parecían sorprendida, pero así se había visto desde un principio. Sentía el corazón en la garganta y creyó que tal vez debía decir algo más.

“Si no es un problema” añadió.

“¿Qué? ¡No!” dijo ella de inmediato. “No es ningún problema, solo estaba pensando en que día de el fin de semana.”

Zeke trató de no suspirar como adolescente enamorado al escuchar eso.

“¿Le parecería bien el domingo?” pregunto ella. “El sábado tengo que trabajar.”

“El domingo me parece perfecto.” Ella le sonrió.

“¡Excelente! Podríamos vernos en un café que está cruzando la calle de aquí. No hay pierde, es el único.”

Luego de discutir la hora (quedaron de verse a las 10 de la mañana), Zeke se dio cuenta de que todavía no sabía su nombre.

“Por cierto, mi nombre es Zeke Jaeger.”Le tendió la mano, que ella tomó con una leve sonrisa.

“Un gusto conocerlo, señor Jaeger” dijo ella. “Mi nombre es Frieda Reiss”.

“El señor Jaeger es mi padre” dijo Zeke bromeando luego de que ella le soltará la mano. “Puede llamarme Zeke.”

“Solo si promete llamarme Frieda y no señorita Reiss.”

“Hecho. Y tampoco es necesario que me trate de usted. Sé que me veo viejo, pero no lo estoy.”

Frieda volvió a sonreír. “Lo mismo digo.”

Ambos se quedaron de nuevo en silencio, con una leve sonrisa en los labios. En ese momento sonó el celular de Zeke. Lo sacó del interior de su saco y vió en la pantalla un mensaje de Pieck.

Dime que vas a llegar tarde,porque te atreviste a preguntar su nombre.

Zeke vió la hora. Técnicamente aún tenía tiempo para llegar a la oficina, pero era muy raro que él llegara justo a la hora de entrada. Siempre lo hacía media hora antes.

“¿Ya estás en problemas?” preguntó Frieda con cierta preocupación.

“No, para nada. Una compañera me mandó un recordatorio de que hoy tengo una junta”. Mintió, aunque no lo era del todo, si tenía una reunión por la tarde. “Pero ya debo irme o llegaré tarde. Nos vemos el domingo a las 10, Frieda”.

Zeke sintió como se le aceleraba el corazón ante el simple hecho de decir su nombre. Frieda.

Ella asintió con la cabeza y se despidió de él.

Zeke tomó una salida diferente a la de ella. Se sentía eufórico, era capaz de ponerse a bailar en ese mismo lugar. No podía esperar a decirle a Pieck lo que acaba de suceder. Le parecía un sueño, uno que tenía desde hacía 6 meses y que acababa de volverse realidad.

Empezó a buscar un taxi con la mirada, cuando escucho su nombre. Al voltear, vió a Frieda caminando hacía él. Un suspiro se le escapó de el pecho y agradeció que ella tuviera lo suficientemente lejos como para notarlo. Habría sido muy vergonzoso que lo viera suspirar como un niño enamorado de su maestra.

“Disculpa que ahora sea yo lo que te moleste, pero, mmm…” encontró adorable que estuviera nerviosa. Eso lo hacía sentirse menos torpe. Frieda estiró la mano hacía él, con un papel. “Es mi número de teléfono”.

Zeke abrió lo ojos sorprendido, observando el pedazo de papel y luego a Frieda. Ella estaba de nuevo con el rostro de un color carmesí.

“Es por si tienes algún inconveniente con la cita de el domingo. No que sea una cita, cita, pero, ya sabes, la reunión que acordamos”.

Zeke tomó el papel de la mano temblorosa de Frieda. Se preguntó porqué estaría tan nerviosa. Una pequeña parte de su cerebro tenía la esperanza de que tal vez ella también podría estar interesada en él. Pero otra le decía que ganas tenía. No había razón para que una bella dama como ella, se sintiera atraída por él. No se consideraba feo, pero Frieda era a su ver, demasiado hermosa para él.

“Gracias. No sé como se nos olvidó algo tan importante, como intercambiar números de teléfono”. Zeke guardó el número de Frieda en un nuevo contacto y de inmediato de envío un mensaje con un hola. ¡Dios! No podía dejar de sentirse como un adolescente.

Frieda dió un respingo cuando sonó su celular.

“Ese debe ser mi mensaje” dijo Zeke. “Ahora ya tienes mi número en caso de que tengas alguna complicación.”

Frieda asintió. “Bueno, ya debo irme o llegaré tarde. Que tengas un lindo día, Zeke.”

Antes de dar medía vuelta le regaló una última sonrisa. Un suspiro amenazó con escaparse de su pecho, pero logró controlarlo.

Una vez dentro del taxi rumbo a su trabajo, se quedo extrañamente atento al cielo. Y se preguntó si siempre había sido así de azul, brillante y hermoso.

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¡Volví! Esta vez con el primer fic ever de SNK que escribi.

¡Espero les haya gustado!

Esta es la primera parte de 3, hasta el momento, la próxima semana les subo la que sigue, que tengo que terminar mis fics para la Hangeweek que inicia mañana
¡Memuera! Aún me falta por terminar dos.

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