Frieda notó al extraño que entró al tren casi de manera inmediata. Habría sido bastante difícil no verlo.
Alto, rubio y tremendamente atractivo.
Desvío sus ojos del libro que tenía entre sus manos para poder verlo mejor y luego de conseguirlo, le fue imposible concentrase en lo que leía.
“Cayó como muerta en el hombro del señor Thornton.”
Leyó esa línea cerca de 20 veces, para darse cuenta de que no había avanzado nada. Seguía con los ojos en esa parte. Incluso no sabía como había llegado ahí. Lo último que recordaba haber leído de manera consciente, era que Margaret le había dicho a Thornton que no fuese cobarde. Regreso unas páginas, para darse cuenta que había leído cerca de 3, sin poner atención en lo absoluto.
¿Cómo era eso posible? Ella nunca avanzaba una página, si no la entendía por completo.
Pero sabía cuál había sido la razón: el hombre guapo sentado a unos metros de ella.
Cuando el tren empezó a perder velocidad y anunciaron la estación donde ella bajaba, guardo el libro y espero a que el tren se detuviera. Se puso de pie para bajarse, cuando se dio cuenta de que el señor que había estado sentada a su lado, necesitaba ayuda. Y dado que nadie parecía dispuesto a hacerlo, ella le tomó el brazo y lo ayudo a salir.
Una vez fuera, levantó la vista y sus ojos se cruzaron con los del causante de su falta de atención en el libro. Frieda se sintió hipnotizada ante los ojos color miel del hombre. El corazón se le empezó a acelerar y desvío la mirada. Apenas habían sido unos segundos, que a ella le habían parecido eternos.
Mientras salía de la estación, notó lo nerviosa (y emocionada) que se encontraba. Pero ¿emocionada de qué? Apenas si se habían visto, no era como si se hubiesen lanzado miradas coquetas el uno al otro. Se sentía como una niña.
La primera vez que lo vió, pensó que tal vez fue una casualidad. La segunda la tomo como una coincidencia. Y en la tercera, empezó a pensar seriamente en que tal vez era el destino.
Y así, habían pasado seis meses.
Viéndolo todos los días, sintiéndose como una adolescente enamorada y sin poner la atención debida a los libros que fingía leer. Daba vuelta a las páginas, para que su fachada fuese más creíble, pero siempre marcaba en que hoja empezaba a perder concentración.
Durante las noches, intentaba avanzar en su lectura, pero cada vez que sentía que se concentraba lo suficiente, unos ojos color miel le cruzaban por la mente.
¿Qué diantres tenía ese hombre que no podía dejar de pensar en él?
Al principio, Frieda había pensado que su repentino interés radicaba en que era algo nuevo en su vida cotidiana. Pero conforme pasaba el tiempo, descubrió que su mejor momento del día, era el que pasaba en el tren. Se levantaba más contenta de lo normal, ante al expectativa. Incluso había pensado en empezar a arreglarse más. Tal vez más maquillaje o accesorios extra. Pero cuando estaba por ponerse un collar, la voz de Hange llegaba a su mente: “Frieda, recuerda que el órgano más sexy del cuerpo, es el cerebro.”
Hange no se cansaba de dar ese consejo a cuanta chica con ropa inapropiada veía. Y Frieda estaba de acuerdo con ella, si un hombre se iba a interesar en ella, sería por su cerebro, por sus sentimientos y no por la cantidad de piel que mostraba.
Pero todavía había cosas que no se podía explicar, ante su extraño interés por el hombre del tren.
Para empezar, era un hombre con barba. Frieda opinaba que todo hombre con barba no dedicaba el tiempo suficiente en su higiene personal. Pero este no era el caso. Él lucia impecable todos los días, ni una sola arruga en el pantalón o la camisa. Incluso se ponía a divagar en cual podría ser el aroma de su loción. Imaginaba algo sutil y masculino, de esos aromas que apenas tocaban tu nariz y te hacían voltear.
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El tren
FanfictionTodo empezó, ese día en el tren. Zeke tomó un tren equivocado, luego de quedarse dormido y conoció a una hermosa mujer. Frieda, al ver a un desconocido abordar el tren, por primera vez, no ponía la atención debida al libro entre sus manos. 🔶Esta hi...